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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  no.38 Bogotá ene./jun. 2013

 

El cuerpo del domus entre dos siglos desde el discurso tecno-psicológico*

O corpo do domus entre dois séculos desde o discurso tecno-psicológico

The body of the domus between two centuries under the ligth of the techno-psychological discourse

Heidi Figueroa Sarriera**


* El artículo se nutre de las reflexiones del libro en proceso Imaginario de sujeto en la era digital: propuestas postidentitarias, y de la investigación "Telefonía celular: la transformación de la vida cotidiana y la subjetividad" (2006) auspiciada por el Centro de Investigaciones Sociales de la de la Facultad de Ciencias Sociales, Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

** Psicóloga Social. Catedrática en el Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, San Juan (Puerto Rico); investiga sobre tecnologías emergentes y la construcción del cuerpo, la subjetividad y la transformación de la vida cotidiana. E-mail: heidi.igueroa@upr.edu

{original recibido: 01/02/2013 · aceptado: 26/02/2013}


A través de la discusión de dos inventos que reúnen instancias del discurso tecnopsicológico del siglo XX, se dialoga sobre continuidades e inflexiones en la construcción del imaginario corporal en el ambiente domótico entre los siglos XX y XXI. Se argumenta que los aparatos tecnológicos son más que meras herramientas, pues participan activamente en la construcción de imaginarios epocales sobre el cuerpo y la subjetividad. Se concluye con el vínculo entre la producción de un imaginario de cuerpo transparente junto a una subjetividad de autorregulación.

Palabras clave: doméstico, género, tecnología, celular, smarthomes, psicología.

Através da discussão de dois inventos que reúnem instâncias do discurso tecnopsicológico do século XX, é feito um diálogo sobre continuidades e inflexões na construção do imaginário corporal no ambiente domótico entre os séculos XX e XXI. Também é feita uma argumentação que os aparelhos tecnológicos são mais que meras ferramentas, pois participam ativamente na construção de imaginários de épocas sobre o corpo e a subjetividade. Concluindo com o vínculo entre a produção de um imaginário de corpo transparente junto a uma subjetividade de autorregulamentação.

Palavras-chave: doméstico, gênero, tecnologia, celular, smartphones, psicologia.

A dialogue on the continuities and inflections in the construction of a corporal imagery within the domotic environment between the 20th and 21st centuries rises through the discussion of two inventions that compile some aspects of the 20th century's techno-psychological discourse. It is stated that the technological devices are more than mere tools, given that they actively take part in the construction of the epochal imagery on body and subjectivity. In conclusion, the production of a translucent body's imagery is linked to a subjectivity of auto-regulation.

Key words: domestic, gender, technology, cellular, smarthomes, psychology.


Pensar el domus como lugar de acogida y reposo es un artilugio que encubre las formas activas en las que este entorno colabora en la producción de cuerpos y subjetividades epocales. El discurso psicológico y los aparatos de comunicación y visualización han venido a formar parte de la construcción del domus , especialmente a mediados del siglo XX. Mientras el pasado se nos presenta de forma más elocuente, el presente parece más líquido e inasible. No obstante, mirar en perspectiva histórica ayuda a establecer interesantes comparaciones entre el presente y el pasado. Si bien no obtenemos respuestas contundentes, al menos nos ayuda a formular preguntas interesantes. ¿Cuáles serán los dispositivos mediante los cuales la esfera doméstica se inserta en el andamiaje global/local y cuáles son los cuerpos y las subjetividades posibles que este entorno produce en nuestro siglo XXI? Para abordar este tema, opto por una estrategia de comparación de épocas, discuto dos invenciones del siglo pasado desde la disciplina psicológica y cómo éstas participan de entendidos particulares del domus a mediados del siglo XX, para entonces abordar este mismo entorno en el siglo XXI. Se trata de la air crib (cuna de aire) de Burrhus Frederick Skinner y el laboratorio de Gesell. En ambas invenciones se mezclan tanto el discurso psicológico como el discurso tecnológico, a lo que denomino discurso tecno-psicológico. A nivel conceptual, empleo las premisas de Foucault sobre aquello que constituye un dispositivo. Según Deleuze (2012 [1989]), las dos primeras dimensiones de un dispositivo son las curvas de visibilidad y las curvas de enunciación. Los dispositivos, desde esta perspectiva, son máquinas de ver y de hacer hablar. Pero esta capacidad de hacer visible no se refiere a iluminar objetos preexistentes. "A cada dispositivo le corresponde su propio régimen de luz, la manera en que ésta le golpea, se difumina y se difunde, distribuyendo visibilidad o invisibilidad, haciendo surgir o desaparecer objetos que no pueden existir sin ella" (Deleuze, 2012 [1989]: 11). A estos regímenes de luz les acompañan los regímenes de enunciados, sus curvas se definen en determinado momento como ciencia, un género literario, un Estado de derecho o un movimiento social, etcétera.

No se trata de sujetos ni de objetos, sino de regímenes que se definen mediante lo visible y lo enunciable con sus derivaciones, transformaciones y mutaciones. Además, en cada dispositivo las líneas franquean umbrales, en función de los cuales se presentan como estéticas, científicas, políticas, etcétera (Deleuze, 2012 [1989]: 11-12).

Esta propuesta sobre lo que constituye un dispositivo implica asumir el cuerpo no como sustrato estrictamente biológico (como objeto) o como contenedor de voluntad (como sujeto), sino entenderlo en vínculo con el entorno. Contemporáneamente podríamos decir: definir el cuerpo en su dinámica en vínculo con la red de humanos y máquinas.

La air crib también fue conocida con el nombre de más popular de heirconditioner o más humorísticamente, baby tender. Esta cuna fue diseñada por Skinner al final de la Segunda Guerra Mundial para facilitar el cuidado del bebé básicamente durante los primeros dos años de vida. El diseño de esta cuna permitía el control de la temperatura y la humedad, reducía el ruido del exterior y sus paredes de cristal transparente permitían que el bebé fuera observado desde el exterior y viceversa. En contraste con la caja de Skinner, diseñada para propósitos de facilitar el aprendizaje por condicionamiento, la air crib más bien se orientaba hacia objetivos básicos de optimización de la esfera doméstica. En primer lugar, perseguía facilitar las labores asociadas con la crianza y el cuidado del bebé, ya que la cuna reducía la cantidad de ropa para lavar. Pero, también, proveía un ambiente agradable para el/la bebé a la hora de dormir y prevenía las irritaciones del pañal e incluso algunos accidentes que ocurren en la cuna y desde ésta, como caídas, o mordidas a la cuna en la etapa de dentición y otras. Al no ser necesario utilizar mantas, sábanas y otros tipos de ropa, el/la bebé se supone libre para explorar este espacio. Debora Skinner Buzan, segunda hija de Skinner, escribe un artículo en The Guardian donde describe su experiencia en la cuna, reaccionando a un libro publicado por Slater (2004). En este libro, Slater señala que Deborah fue utilizada por su padre en experimentos con esta cuna y que como resultado, ella terminó con problemas de salud mental. En su artículo, Debora Skinner explica que las intenciones de su padre eran simples: remover aquello que su madre y su padre consideraban los peores aspectos asociados con el descanso del bebé (Skinner, 2004). Estos eran la ropa, las sábanas y las frazadas, ya que no sólo debían ser lavadas, sino que también restringían el libre movimiento de las manos y las piernas, a la par de que eran "métodos imperfectos" de mantener al bebé cómodo. También dice que su mamá era feliz porque tenía que darle menos baños y tenía menos ropa que lavar. Agrega que ella también era feliz, a pesar de que acepta que por su corta edad (año y medio) no recuerda nada. El aire, aunque era filtrado, no estaba libre de gérmenes, y cuando se colocaba el cristal en su sitio el ruido del exterior menguaba.

De manera que no se trataba de un aparato que se insertaba dentro del esquema conductista básico donde la persona sencillamente asocia refuerzos con formas de comportamiento para promover una conducta deseada, sino que este aparato más bien era una especie de "envoltura" provisional del cuerpo que facilitaba su cuidado y crianza, especialmente en las horas de reposo. Más aún, la cuna permitía menos baños, dado que las condiciones controladas de temperatura y humedad obstaculizaban, según Skinner, la producción de bacterias. Además, señalaba que en la medida en que la piel no se maltrataba, estaba expuesta constantemente a la orina y al sudor del/la bebé. Vale la pena señalar la valoración positiva de la libertad de movimiento del neonato dentro del espacio de la cuna. Skinner explica estas particularidades en una carta que dirige a Mary Lea Page el 21 de junio de 19451.

Skinner no propicia el baño, no necesariamente porque no se inscriba dentro de los códigos higienistas de la época, sino porque diseña un aparato tecnológico para lidiar de otra forma con este tema de las impurezas. Para Skinner: "El bebé sufre al tener su propio sudor y orina ligado a su piel a través de la ropa"2 (citado en Benjamin, 2006: 201). Nótese que en palabras de Skinner, el bebé "sufre" la emanación de su propia orina y sudor. La air crib pretendía menguar los efectos desagradables de la combinación de estas impurezas cuando quedaban atrapadas en la ropa sobre la piel.

Pero, más aún, su diseño sentaba las bases para la producción de un intercambio particular entre el/la bebé y su ambiente/envoltura que permitía, según Skinner, un mejor cuidado y desarrollo de la criatura. El baño era concebido como un remedio artificial en contraposición con la air crib que proveía un ambiente más normal-natural. Lo que me interesa aquí es señalar que la air crib comprendía una manera de pensar en la que el cuerpo se visualizaba: 1) como algo que debía ser preservado de las inclemencias del exterior, 2) cuyo cuidado debía ser racionalizado tecnológicamente, 3) como objeto que debía ser mantenido en condiciones óptimas de higiene (lo que implicaba no sólo protección del exterior, sino también protección de las propias impurezas del cuerpo) y 4) como objeto en "libertad" de movimiento. Todos estos supuestos estaban presentes ya al final del siglo XIX y gran parte del siglo XX.

Benthien (2002) propone la piel como borde cultural entre la persona y el mundo. Nos dice que la piel no sólo está codificada en el lenguaje, sino que también es una imagen y, como tal, se ubica desde otros parámetros. La piel se ubica simultáneamente como "contenedor" de ésta y al mismo tiempo como "el otro" de ésta, en la medida en que la aprisiona, guarda o enmascara. Las metáforas que establecen analogías entre el cuerpo y estructuras arquitectónicas (casa, templo, edificios, etcétera) no sólo tienen una larga trayectoria, sino también, como nos dice Benthien, remiten a un imaginario de vacío contenido por nuestra piel y dentro de éste la psiquis. Benthien nos traza temas complejos en relación con la piel como frontera. En su trabajo nos muestra cómo la piel, incluso desde el siglo XVII y principios del XVIII, aún se entendía como porosa –como superficie no cerrada–, y cómo esta imagen empezó a cambiar ya entrado en el siglo XVIII con el ascenso del cuerpo burgués. A partir de entonces, la piel comenzó a verse como una superficie que proporcionaba identidad y como el lugar donde se proyectaba el alma. Para la psicología era una superficie donde discurría la psiquis. Esta trayectoria avanzó entrando en el siglo XX. Ejemplos clásicos de lo anterior son los trabajos de Kretschmer que asignaban ciertas constituciones físicas a partir del diagnóstico maniaco-depresivo o de esquizofrenia (esquizotimia-ciclotimia), la tipología de Sheldon que atribuía rasgos de personalidad a partir de características físicas hasta los diagnósticos psicosomáticos y psicogénicos, así como innumerables propuestas de psicología popular –a veces con pretensión científica– sobre el rostro o el cuerpo en relación con la personalidad o la psicología particular de una persona.

El desarrollo de la psicología como disciplina adopta este imaginario sobre el cuerpo, según el cual la piel se concibe como superficie cerrada, pero al mismo tiempo, con una inevitable porosidad que permite realizar no sólo diagnósticos, sino también elaborar toda una tecnología donde los aparatos son concebidos como exteriores en relación con el sujeto. Desde la práctica psicológica, los aparatos sólo son vistos como herramientas que asisten en procesos asociados con el trabajo, el desarrollo humano, en las relaciones interpersonales, pero de ninguna forma se conciben como parte integral-orgánica de la formación de la subjetividad3. En contraste, en la discusión que sigue, argumento que los aparatos tecnológicos son más que meras herramientas, pues participan activamente en la construcción de imaginarios epocales sobre el cuerpo y la subjetividad.

En ese sentido, la invención de Skinner de la air crib es emblemática de la trayectoria que ha seguido la psicología, incluso hasta nuestros días, especialmente en relación con el tema de la construcción de la identidad y las subjetividades contemporáneas. Es decir, para que a Skinner se le ocurriera la air crib como invento que aliviaba el peso de la crianza y producía una atmósfera idónea para el bienestar del bebé –muy en especial frente a los aspectos contaminantes a los que está expuesto tanto en su ambiente exterior (ruidos, temperatura, humedad), así como frente a las excreciones provenientes de su propio cuerpo (sudor, orina)– había que construir dichos aspectos como problema. Nos dice el historiador Corbin (1986) que el médico alemán del siglo XVIII Ernst Platner insistía en que la suciedad sobre la piel bloqueaba los poros impidiendo la expulsión de las sustancias nocivas del cuerpo. Sugiere este autor que en las áreas rurales la suciedad sobre la piel parecía natural e incluso recomendable. Limpiar los excrementos del cuerpo fue una práctica urbana y de los sectores acomodados del siglo XVIII. En estos sectores se comenzó a utilizar papel desechable para limpiarse después de defecar y comenzaron a vaciarse diariamente los orinales. Tal parece que el fenómeno de la repugnancia de los excrementos humanos era un asunto urbano.

En el siglo XIX y XX, los métodos higienistas se depuraron en virtud del desarrollo tecnológico y gracias a una clara especialización del trabajo doméstico y su distribución por género. Se generó un esquema de organización del trabajo doméstico afín a la Revolución Industrial, como lo demuestra el clásico trabajo de Cowan (1983). Esta autora analiza desde una perspectiva histórica, cómo los aparatos tecnológicos introducidos en la esfera doméstica nos ayudan a entender el proceso de industrialización del trabajo doméstico y la aplicación de los principios de productividad y eficiencia en esta esfera. Contemporáneamente, tenemos la secuela de estas premisas pero desde la perspectiva posfordista. Riccini (2003) nos dice que el modelo de domotics (este término ha sido traducido al castellano como domótico; ejemplo de éste es la casa inteligente o smarthouse) produce otro imaginario en el lugar de conceptos como orden, organización, ahorro de tiempo y energía. Las tecnologías contemporáneas producen otros valores y favorecen otras identidades. Esta autora nos dice que la ergonomía mecánica es sustituida por la ergonomía de la comunicación. Más que la relación entre el usuario y las tecnologías particulares, se observa la relación con el ambiente generado a partir de la integración de las tecnologías de información y comunicación. Esta integración permite a las personas operar y comunicarse con máquinas, así como comunicarse mutuamente a través de máquinas en una red que ensambla humanos con viejos y nuevos aparatos. Estos cambios han generado, como es conocido, la flexibilización de la jornada laboral en tiempo y en espacio a través del teletrabajo que se puede llevar a la casa, pero también tareas que están usualmente asociadas con el hogar pueden ser llevadas al lugar de trabajo. Como ejemplos de éste último caso Riccini menciona actividades de compra, bancarias e incluso el entretenimiento.

Sin embargo, hay un área muy poco explorada que a mi entender cae dentro de este mismo renglón. Se trata de las actividades de crianza y supervisión de menores, así como tareas asociadas con la seguridad del hogar y la utilización eficiente de sus recursos. Las formas en las cuales se tejen estas actividades en prácticas contemporáneas y urbanas desestabilizan las fronteras entre lo público y lo privado. El espacio doméstico queda atravesado por un conjunto de relaciones en red que lo resignifican. En este proceso, las tecnologías digitales de visualización juegan un papel importante, especialmente porque producen nuevos mecanismos de separación self/otro, y también de espacialización del propio cuerpo, como se verá más adelante.

En esta dirección, Benthien (2002) señala que es especialmente relevante para el desarrollo de la investigación psicológica, el hecho de que la semiotización de la piel como frontera corporal permita el establecimiento de nuevas formas de separación entre el self y el otro. Pero también permite la construcción del sujeto como objeto de estudio donde el cuerpo –a diferencia del campo de la medicina– puede ser estudiado sólo desde su exterior, desde una frontera que permitirá hacer inferencias psicológicas, ya sea mediante la observación-interpretación directa de su comportamiento o su discurso, o mediante observación mediada a través de aparatos tecnológicos (fotos, grabación de audio o video, espejos unidireccionales, y otros inventos). En otras palabras, para la psicología, hacer visible no sólo es un ejercicio de la vista, sino un ejercicio mediado por aparatos que pretenden ampliar o magnificar la mirada.

Un invento que ilustra de manera extraordinaria el tema anterior es el laboratorio de Arnold Gesell en 1948. Gesell creó un instituto de investigación en la Universidad de Yale para estudiar el crecimiento y desarrollo infantil. Lo particular de este escenario es que fue pionero en la utilización de tecnologías de visualización para estudiar estos temas. Gesell acudió a la tecnología más sofisticada de su época para realizar sus experimentos (la fotografía y el video). Inventó el Gesell dome, se trataba de un espejo unidireccional donde el niño/a era observado sin perturbación. Muchas de las conclusiones de sus estudios estuvieron basadas en el análisis de los videos. La práctica de convertir a los niños en objetos en la investigación psicológica está claramente documentada en el discurso psicológico con implicaciones epistemológicas y éticas. Pero, no sólo se trata del legado positivista de la investigación psicológica o de las controversias éticas que se han querido atender mediante códigos de ética y juntas evaluadoras para la protección de sujetos en la investigación. La presencia de los niños como objetos de estudio en la disciplina psicológica también está asociada con los entendidos de una práctica particular –en este caso la utilización de tecnologías para la visualización del comportamiento corporal– y es lo que resulta especialmente relevante para esta discusión. También es relevante el grupo etario en cuestión, los todlers (niños/as en edad preescolar), o sea, niños/as que aún se encontraban en un ambiente de cuidado fundamentalmente doméstico a mediados del siglo pasado. Luego de la Primera Guerra Mundial, no es de extrañar que Gesell (1923) publicara un libro bajo el título The Preschool Child from the Standpoint of Public Hygiene and Education, así como un artículo posterior de 1924, cuyo título también habla por sí mismo: "The Preschool Child as a Health Problem", donde introduce el tema de la necesidad de volcar la atención sobre el desarrollo de los niños de edad preescolar con un discurso cargado de metáforas militares:

    La 'Tierra-de-Nadie' comienza a aparecer como un asentamiento de frontera. Avanzadas, como un asentamiento de frontera. Los puestos de avanzadas se han establecido. Los vigilantes están en el terreno. Las calles están constituidas. Hay indicaciones de que la salud y el desarrollo de los niños preescolares están bajo control social sistemático (Gesell, 1924: 885)4.

¿Qué premisas subyacen en la utilización de estos artefactos para el estudio del desarrollo infantil? En primer lugar, está presente la premisa de que el ambiente común –es decir, el ambiente fuera del laboratorio– es contaminante. En segundo lugar, que los artefactos de visualización permiten la repetición (en el caso del video) y la fijación (en el caso de la fotografía) del objeto de estudio para garantizar conclusiones "más acertadas" sobre la naturaleza del fenómeno bajo estudio. Por ende, los artefactos tecnológicos son vistos desde una perspectiva externa al cuerpo, y, por consiguiente, "neutrales". El imaginario de la neutralidad axiológica de la investigación psicológica experimental es nutrido por esta premisa de que los aparatos tecnológicos amplían la capacidad de observación. El cinemanalysis –como le llamó Gesell– era definido por este autor como el estudio analítico de fotogramas (frames o cronophotographs) de un individuo en el proceso de movimiento de su cuerpo (conducta). Gesell hace una comparación aún más interesante, porque alude claramente a la imagen que hemos discutido anteriormente del cuerpo como superficie. Este autor establece un contraste entre la disección de un cuerpo desde la práctica médica y la "disección" de la conducta: la primera destruye la integridad del tejido, mientras que el cinemanalysis permite el estudio minucioso sin tal pérdida. "El tejido corporal sufre el escalpelo, pero la integridad y la conformación del comportamiento no pueden ser destruidos por la observación repetida" (Gesell, 1991:552)5. Por último, el Gesell dome en cierta forma es otra manera de plasmar el ideal descontaminante en el entorno, en este caso, para el estudio del desarrollo infantil "en su medio natural", es decir, sin la presencia de investigadores o aparatos que pudieran "alterar" el comportamiento habitual del niño/a en su hábitat natural.

La air crib ubicada en el ambiente doméstico se encargaba de producir un ambiente más o menos impoluto liberando al bebé (y a la madre) de aspectos "desagradables" de la vida infantil de los primeros dos años de vida. El Gesell dome es un paso diferente pero igualmente inscrito en el entendido de la necesidad de producir un ambiente impoluto. En este caso, se trata de un ambiente de descontaminación comunicacional y, al mismo tiempo, una valoración de "la libertad" de movimiento de un cuerpo que equivocadamente se presume libre de la mirada del otro. El Gesell dome suprime del ambiente infantil aquello que pudiera perturbar su comportamiento habitual. Se trata, entonces, de un querer llevar a condiciones experimentales el desarrollo infantil que de otra forma estaría llevándose a cabo en condiciones domésticas y bajo el cuidado de otras personas, especialmente la madre. La invención de ubicar un cristal de visión unidireccional en combinación con cámaras de fotografía y video participa de una manera de estar en el mundo que va a tomar auge a partir de los años cincuenta en Estados Unidos, y se trasladada a otros escenarios como el contexto de la investigación policial y el ámbito educativo. El Gesell dome es un buen ejemplo de cómo un invento fundamentalmente utilizado en el contexto de la investigación científica psicológica es trasladado a otras áreas de intercambios sociales, llevando con éste entendidos particulares sobre la relación identitaria entre las personas, las cosas y lo que se entiende es el "ambiente natural" del comportamiento social.

La posibilidad de acceder a otros espacios sin ser visto está especialmente vinculada con la protección de la propiedad privada en capas medias, con el desarrollo tecnológico de alarmas electromagnéticas y, eventualmente, con el desarrollo de las telecomunicaciones en el siglo XX. Aunque la primera patente de alarma electromagnética para propiedad fue otorgada a Augusts Poepe en Massachusetts en 1853, no fue hasta entrado el siglo XX que se desarrolló este mercado. Posteriormente, el desarrollo de los servicios telefónicos fue favorable para esta industria, ya que el sistema de comunicación ahora permitía conexión directa con las autoridades locales. Otro factor favorable a esta industria fue la invención de la cámara de seguridad. Pero el gran ímpetu en esta tecnología se remite a finales del siglo pasado (décadas de los años ochenta y noventa) cuando igualmente se desarrolla la industria de las telecomunicaciones. Una mirada rápida a los websites de compañías de alarmas de seguridad que aportan algunos datos históricos remiten invariablemente al hecho de que si bien en sus comienzos fueron los negocios y las familias ricas en grandes ciudades los que empezaron a incorporar estas formas de seguridad en su hogar, el desarrollo de la tecnología en áreas de telemática, video y redes permitió ampliar el mercado para atender la demanda creciente de familias del sector medio de la sociedad norteamericana y de otros países. ¿Por qué este dato es importante? El desarrollo tecnológico acompañado por el miedo a intrusiones no deseadas en el domus abrió las puertas del escenario doméstico a una transformación importante donde se desestabilizaron las fronteras público/privado y emergió una diversidad de formas de construir subjetividades y vivir las identidades. El domus aparece no sólo como un lugar de interés y control bajo la rúbrica ideológica de un ambiente de riesgo en el contexto de la vida urbana.

Después de la Segunda Guerra Mundial ya no tenemos una sociedad disciplinaria sino que más bien estamos –dice Deleuze (1990)– en una relación generalizada de crisis relativa a con todos los espacios de encierro; estas crisis no paran a pesar de los interminables intentos de reforma. A estas sociedades Deleuze las ha denomiado sociedades de control y están en el proceso de suplantar las llamadas sociedades disciplinarias de las que nos hablaba Foucault. Mientras el encierro estaba constituido a partir de "moldes", los controles son "modulaciones" donde lo único permanente es el cambio. Estar expuesto en la sociedad de control exige una identidad digital, una identidad que nos protege y al mismo tiempo nos hace vulnerables de formas complejas.

Deleuze (1990) propone que en las sociedades de control lo que aparece como importante no es tanto la firma o el número, sino el código como password o contraseña. El sujeto resurge como una ondulación, en un network continuo (lujo de banco de datos y estadísticas de todo tipo). Añado que la identidad digital es una que nunca existe en singular y su alto nivel de abstracción permite dificultades a la hora de establecer equivalencias entre esta identidad y la persona concreta de carne y hueso. Esto genera un horizonte de ambivalencia. Por un lado, el concepto de password (contraseña) aparece como el código de seguridad por excelencia; por otro, el vínculo identitario es difícil de establecer de manera inequívoca, ya que padece de una gran vulnerabilidad. Es tan precaria la seguridad del password que cuando la persona la quiere establecer hay plataformas que indican su "nivel de seguridad" seleccionado, lo cual no es otra cosa que señalar el riesgo permanente del "robo de identidad".

¿Se vive igual la experiencia de inseguridad en toda la población y contexto? Tomando como punto de referencia la situación de las mujeres en Puerto Rico, tenemos que, a pesar de toda la invisibilización de la que ha sido objeto la contribución de las mujeres en el ámbito social general y familiar, la literatura que las ubica como piedra angular del desarrollo social es vasta. Los datos censales indican un aumento en la cantidad de jefas de familia (mujeres que viven solas) y una disminución del hombre como jefe del hogar para el 2006, cuando se compara con años anteriores6. En este mismo año realizamos una investigación sobre el uso del teléfono celular dentro de la población estudiantil en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; el total de participación en la encuesta fue de 628 personas cuya gran mayoría eran mujeres (484). Esta encuesta reveló que tanto hombres como mujeres expresan una preocupación por los niveles de criminalidad y riesgo a los que la persona teme estar expuesta mientras está en la calle. El teléfono celular aparece como un medio que se inserta en la tensión riesgo/seguridad como un instrumento de protección en caso de peligro. Sin embargo, es interesante notar que sólo las mujeres expresaron el mismo temor estando en el interior de la casa. Tal parece que el hecho de vivir solas o con sus hijos/as añade temor y un sentido particular de estar en riesgo. Una de las entrevistadas lo expresa de la siguiente forma: "Yo misma por ejemplo, duermo con el celular al lado de la almohada y no es lo mismo –si pasara algo, Dios no lo quiera– levantarse y coger el teléfono, no es lo mismo que tenerlo ahí al ladito o quizás hasta me ofrezca seguridad el tener eso ahí [...]". El teléfono celular aparece casi como un arma de defensa que brinda "seguridad" a la mujer en el entorno doméstico, que ya no es tan "familiar".

Si bien el imaginario del miedo en el interior del domus en la experiencia de las mujeres no es nada nuevo, aparece con más visibilidad dado el aumento en la cantidad7 de mujeres que viven solas y el aumento de las estadísticas de crímenes contra las mujeres y su despliegue mediático en el contexto de Puerto Rico. El ambiente domótico ha devenido un tipo particular de hábitat donde la persona se aísla y "protege" sólo para quedar expuesta a través de sistemas computarizados: sistemas de alarmas, cámaras de seguridad, webcams, sistemas computarizados de asistencia en el hogar, celulares, etcétera. Todos estos aparatos son funcionales en la medida en que están ligados a una identidad digital –distintos niveles de código de acceso– a partir de la cual se gesta la red y su sentido. El término sentido lo empleo en su doble acepción como significado, pero también en tanto vínculo sensorial con el cuerpo. Se promueve no sólo una experiencia corporal particular, sino que además ésta se encuentra mediada por la producción de los imaginarios que tal vínculo permite.

López (1992), en su ensayo sobre el imaginario de la inseguridad y la militarización de la vida cotidiana en Puerto Rico, ejemplifica los sistemas de vigilancia de la siguiente forma: la popularización del uso de diversos sistemas de seguridad, el aumento en las brigadas de protección públicas y privadas, el auge en los cursos de artes marciales y defensa personal, así como la portación de armas y la existencia de diversos programas cívicos de vigilancia vecinal para control del crimen. Estas prácticas del siglo pasado –que han proliferado en nuestra cotidianidad– constituyen sistemas visibles y presuponen una relación diádica entre el vigilado y el que vigila; vistos éstos como roles donde, según López, cada uno de nosotros puede convertirse no sólo en víctima, sino también en policía. Sin embargo, aunque estas prácticas todavía pueden ser constatables, el control de los sistemas del siglo XXI aludidos en el párrafo anterior, tiene cierta ubicuidad, lo que hace no tan visibles sus mecanismos y formas de funcionamiento. En este sentido, es importante señalar que nunca estuvo más presente que ahora el cuerpo y la técnica, o mejor aún, el cuerpo/técnica como eje fundamental para el análisis tecnológico. Las dinámicas entre control/riesgo/seguridad habría que enmarcarlas en una red de relaciones donde aspectos técnicos, de género, de etnia, sector social, y otras particularidades de la existencia, tendrían que tomarse en consideración.

La identidad de "la mujer que vive sola" queda transformada en tanto los aparatos tecnológicos le asisten en la construcción de otras formas de ser/estar (nuevas formas de agencia en y fuera del domus). El 86,2% de las mujeres encuestadas online en el 2006 informan mantener su celular encendido de 21 a 24 horas, en contraste con un 78% en el caso de los varones. El uso del teléfono celular dentro de la casa es notable: 78% de las mujeres y 70% de los hombres. El 40% de las mujeres informan sentirse "preocupadas" sin su teléfono celular y el 15,9% "desamparadas", en contraste con un 22,7% y 9,7% en el caso de los hombres, respectivamente. Una entrevistada señala que: "El celular es como parte de mí. Se ha vuelto parte de uno como quien dice. Es algo que uno trata de no salir de la casa sin el celular". Pudiéramos decir que ha venido a formar parte del sistema de comunicación del propio cuerpo, al punto de que se enuncia no como herramienta sino como parte de la corporalidad, como prótesis tecnológica8. Igualmente, la comunicación digital sugiere entonces que el sujeto se relaciona de forma multirreferencial con su entorno ahora mediado por redes digitales. Este último se ha convertido en un espacio pluridimensional donde el sujeto se representa con diversas identidades posibles. Aquí el sujeto debate su propia significación y la del otro. Partiendo de esta premisa, ¿cómo se construye el domus en el siglo XXI?

Sennett ([1994] 2010) en su extraordinario libro sobre el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental nos dice que ya a partir del siglo XIX, cuanto más cómodo se encontraba el cuerpo en movimiento tanto más se aislaba socialmente viajando solo y en silencio. La búsqueda de la comodidad, nos dice este autor, tenía sentido en el marco del tiempo del trabajo, como condición necesaria para la restauración de la fuerza de trabajo y recomponer los estragos causados por la fatiga. Sin embargo, nos advierte que la comodidad también tomó desde el principio otro rumbo en el cual se convirtió en sinónimo de individualidad, como forma de aislamiento social. No obstante, contemporáneamente, si indagamos sobre las formas de consumo de la comodidad en el interior del domus, nos veríamos rápidamente confrontados con la tecnología digital y la desestabilización de algunas dicotomías como afuera/adentro, comunicación/transportación.

Si en el siglo pasado el domus adviene como el lugar de restauración, acogida y socialización, vale la pena preguntarnos cuáles son las propuestas que aparecen ahora de relieve, ¿cuáles son las continuidades o discontinuidades en las sociedades contemporáneas que viven galopando en el marco neoliberal del capitalismo globalizado? Las tecnologías digitales de visualización permiten una hibridación interesante entre los principios de optimización de las tareas domésticas implicadas, como hemos visto en la air crib y la producción de un ambiente de asepsia comunicacional ya previsto en el Gesell dome del siglo pasado. El concepto de smarthome –cuya clave radica en la red de aparatos que de forma coordinada median para la producción de servicios y funciones– coloca el cuerpo/subjetividad en una posición ambivalente, como centro y al mismo tiempo como desplazamiento, una especie de "materia transparente". La casa del futuro –nos dicen Anne Holoham et ál. (2011)– será un lugar complejo con cientos de servicios generados por redes, algunos de éstos producidos por aparatos dentro de la casa, mientras otros mediante proveedores externos. Añaden que estos servicios variarán desde simples –como actividades de entretenimiento– hasta más complejos como servicios de cuidado en el hogar o paquetes de conservación d energía. Aunque hay muchos modelos sobre cómo sería un smarthome, lo cierto es que el cuerpo adviene como consumidor en un estilo de vida donde la identidad asume cada vez mayor abstracción. Es decir, la realidad se configura como datos que van a parar a bancos desde donde los centros administrativos del capital y el Estado van pautando las normativas que corresponderían a ese mismo estilo de vida.

Sin embargo, a partir del estudio de iSPACE (un ambiente de smarthome que toma la forma de un apartamento de dos cuartos donde se pueden realizar las actividades cotidianas de dormir, comer, trabajar, estudiar, etcétera) en la Universidad de Essex (Holoham et ál, 2011) proponen una vía alterna. En el iSPACE se prueban aparatos tecnológicos que permitirían a los residentes generar "microservicios" y "gobierno" dentro de la casa. En este trabajo los autores argumentan en torno a las formas en las que esto puede ser posible y cómo estas prácticas le devuelven cierta agencia al sujeto, a la par que pueden servir para informar tipos de gobierno en el nivel macro y políticas estatales.

Para que esta alternativa sea factible, el diseño tecnológico debe maximizar la capacidad de control y selección de la persona. ¿Cómo es esto posible? Las llamadas tecnologías emergentes en el contexto de la casa digital auguran una transformación de la estructura y las prácticas sociales. A través de las redes de aparatos dentro de la casa, e incluso fuera de ésta a través de Internet, se pueden generar datos sobre los habitantes de la casa y sus prácticas. Los sistemas de información pueden aportar datos directamente a partir del consumo sin mediar un rendimiento de cuentas de la persona a través, por ejemplo, de una encuesta que depende de la subjetividad del encuestado o encuestada y de factores tales como memoria, motivación y otros.

Un entorno para el estudio del habitante en una casa digital son los llamados living laboratories, como el mencionado iSPACE y otros existentes en otras instituciones como el Aware Home de Georgia Tech o el Mav Home Project de la Universidad de Texas. En estos espacios se recrean las condiciones de la casa inteligente y se estudia directamente la forma en la cual la persona la habita registrando los usos, costumbres y, en definitiva, las formas de consumo del espacio, sus recursos y servicios. A pesar de los asuntos éticos asociados con el tema de la privacidad, Holoham et ál. (2011) insisten en que estos datos directos tienen el poder de facilitar la innovación de las prácticas de toma de decisiones y las relaciones entre proveedores, consumidores, gobierno y ciudadanía. Agregan que las soluciones actualmente existentes para la administración y el manejo de la deliberación electrónica pueden proveer los medios a través de los cuales se pueden formar grupos para la reflexión y el debate electrónico sobre las formas más adecuadas de utilizar los recursos en los ambientes inteligentes para servir a sus propias necesidades y a las necesidades de la comunidad mayor. A través de herramientas digitales de fácil uso para navegar y manipular los modelos, las comunidades pueden decidir en torno a cómo recoger sus datos, supervisar, procesar y distribuirlos. A estos procesos se les ha llamado microgobiernos (Callagham et ál. citados en Holoham et ál, 2011). Una vez el/la jefe del hogar delibera sobre cómo utilizar los recursos domésticos, puede entablar discusiones online más amplias entre los tres niveles de intercambio de información: entre los habitantes del domus, entre estos ciudadanos y otros (por ejemplo, con personas de la vecindad y otros grupos de interés) y el gobierno. Los autores se refieren al traslado de las discusiones en entornos online como go online (ir online) que es una forma lingüística ampliamente utilizada en diversos idiomas. La misma denota la compresión comunicación-transportación que igualmente está implicada en otros vocablos como mobility (movilidad) cuando se habla de las capacidades y aplicaciones de la tecnología móvil. Asimismo, las formas de nombrar centran la atención en la agencia o control de la persona en relación con su entorno. De acuerdo con estos autores, un beneficio en favor de la agencia ciudadana es que la/el jefe de familia podrá tener la información o los datos que las compañías o el Estado requieren para ser eficientes, y esto propiciará poder de negociación para consumidores que de otra forma estarían pasivos y a merced de las políticas públicas.

Está por verse si el panorama que auguran los defensores de los ambientes inteligentes para el espacio doméstico redunda en mayor "empoderamiento" para la ciudadanía. Lo que parece evidente es que los ambientes digitales reconstruyen las fronteras identitarias con un nivel de abstracción cada vez mayor, provocando en contrapartida un mayor cuestionamiento sobre las fronteras identitarias y sobre la construcción de las subjetividades contemporáneas. Sobre este particular, resulta interesante el diálogo que estas propuestas de reconfiguración del domus mantienen con configuraciones ya establecidas del siglo XIX. Riley (1988) nos recuerda cómo desde el siglo XVIII se intensifica la concepción de familia atada a una forma particular de administración. En este proceso –nos dice esta autora– a las mujeres se les atribuye el proceso de "humanización" de lo social con una doble inserción. Por un lado, lo social adquiere estándares familiares –salud, educación, higiene, fertilidad, demografía, etcétera– y, de otro lado, en el centro de la organización familiar se ubica a la mujer. Por consiguiente, decíamos que la mujer se convierte en categoría sociológica y psicológica en un doble sentido: en tanto agente de lo social se ubica como interventora en distintos niveles en los proyectos de reforma social, y, al mismo tiempo, dada su centralidad en la organización familiar, es objeto de tales reformas (Correa et ál., 1994). Tal parecería, entonces, que se facilita un disloque entre el terreno de lo social (feminizado) y el terreno de lo político (masculinizado).

Sin embargo, propuestas como las de Holoham et ál. (2011) sugieren un escenario diferente. Dicen estos autores que manejar los asuntos del hogar es en muchos sentidos análogo a los procesos gubernamentales, pues versa sobre recopilación de datos referentes a recursos existentes, deliberación de necesidades en relación con los recursos existentes y el establecimiento de reglas, usos y consumo. Se trataría entonces de un imaginario que acepta de una vez y por todas la desestabilización de las fronteras público/privado, interior/exterior, donde el cuerpo se reconfigura más que de forma porosa, transparente. El cuerpo transparente es una inflexión que permite que el cuerpo sea construido como objeto de escrutinio por el propio sujeto en interacción con los aparatos en red. El sujeto ya no requiere ser encuestado sobre las prácticas privadas de administración/gobierno del domus , sino que el cuerpo a través de su comportamiento (comportamiento que se da dentro del network de comunicaciones) va produciendo "sus propios datos". En un primer nivel se trata de un cuerpo como flujo de datos, cuyo valor se adquiere en un segundo momento, en el proceso interpretativo que se teje en el ámbito de la negociación privada/pública, es decir, en el momento en el cual el sujeto decide utilizar esta información para negociar aspectos de consumo de recursos (por ejemplo, energía eléctrica) o servicios (por ejemplo, cuidado de la salud en el hogar), o aspectos de seguridad (por ejemplo, sistemas de vigilancia computarizada en el hogar).En el próximo nivel habría que aludir a la subjetividad que acompaña estos cuerpos como una autorregulación o un automonitoreo.

La figura un tanto extrema de esta subjetividad la encontramos en el caso de Larry Smarr que ha cobrado cierta notoriedad a partir del despliegue mediático de su prácticas en las redes de CNN en septiembre del 2012. Larry Smarr es el director del California Institute for Telecommunications and Information Technology, un centro de investigación en la Universidad de California. Smarr utiliza una variedad de aparatos tecnológicos y técnicas para recoger sus propios datos sobre el estado de su cuerpo. Smarr recoge sus muestras de orina y excreta en su hogar y las envía a los laboratorios. Utiliza una serie de aparatos para recoger directamente de su cuerpo otro tipo de datos. Algunos ejemplos son FitBit, un aparato que mide su ingesta calórica y la cantidad de pasos y distancia recorrida, entre otros datos; InstantHeartRate que utiliza el flash de la cámara de su teléfono para medir el pulso y Stress Check para medir los intervalos entre los latidos del corazón; las irregularidades implican presencia de estrés. Para Smarr, este conocimiento lo coloca en una mejor posición a la hora de visitar a su médico, pues puedevf conversar en un plano de mayor simetría en cuanto a conocimiento sobre su estado de salud, medicamentos, formas de seguimiento y tratamientos alternos. Aunque éste parezca un caso extremo, ya existen organizaciones que agrupan personas con estas prácticas. El website Quantifed Self reúne diseñadores y personas que utilizan distintos aparatos para generar conocimiento del propio cuerpo a través del registro sistemático de datos sobre el estado corporal. Han proliferado los apps para telefonía móvil que permiten monitorear varias funciones tanto en relación con el cuerpo en vigilia y movimiento, como en reposo y sueño, tanto dentro como fuera del hogar (Landau, 2012).

El discurso psicológico –sus teorías y prácticas– ha tenido una función crucial en la formación de la subjetividad en la contemporaneidad. La disciplina psicológica ha pretendido responder a las preguntas asociadas con qué significa ser un sujeto, una persona. En general, su acercamiento tradicionalmente ha sido enmarcar preguntas específicas en escenarios de laboratorio o en registros de transcripciones en contextos de interacción (Brown y Stenner, 2009). Pero, más aún, la psicología en estas prácticas ha provisto las condiciones necesarias para reconfigurar el domus y el cuerpo mismo como ámbito privilegiado de significación a través de aparatos tecnológicos, como he señalado a partir de dos casos: la air crib y el laboratorio de Gesell. La combinación de estas dos invenciones curiosamente reúne dos práctica esenciales para el diseño del ambiente domótico. Mientras la primera es una invención cuyo proceso se parece más a los living labs, donde se recrean condiciones de vida cotidiana con el propósito de evaluar prototipos e innovaciones, el segundo pertenece más a la tradición de investigación con propósitos descriptivos y exploratorios en torno al comportamiento corporal mediado por tecnologías de visualización. En otras palabras, las propuestas de smarthomes, e incluso las formas en las cuales actualmente se configuran los espacios domésticos a través de la utilización de tecnologías digitales de información y telecomunicaciones, han convertido el espacio doméstico en un lugar más que de acogida, de tránsito de información, es decir, un espacio móvil. En éste la identidad digital tiene un rol fundamental y el cuerpo, tal cual, adquiere su valor en tanto puede generar datos que sólo adquieren sentido en el contexto de la producción y consumo de bienes y servicios. Si estas nuevas configuraciones apuntan hacia un mayor control o agencia del sujeto está por verse.

De otro lado, si el cuerpo deja de ser visto como sustrato estrictamente isiológico, se abren nuevas formas para conceptualizar la relación cuerpo y tecnología de maneras más dinámicas para entender su devenir en el ser-en-el-mundo (el Dasein heideggeriano). Las dicotomías como dominación/resistencia pierden su centralidad para abrir paso al estudio de las formas en las que se construyen los sistemas cuerpos-aparatos como un campo de posibilidades donde coexisten en tensión prácticas de dominación y de resistencia simultáneamente. En este sentido, los aparatos tecnológicos se ubican en ese lugar privilegiado que viabiliza la producción del self como figura que sólo puede existir en relación con un cuerpo y su técnica.

Por lo pronto, lo que parece vislumbrarse es un imaginario de cuerpo transparente cuya mayor productividad radica en producir con la ayuda de diversos aparatos (in)corporados, una multiplicidad de datos útiles que se producen y diseminan en el cruce de lo local y lo global. Desde esta perspectiva, entonces, la persona mantiene con su entorno una relación conflictiva y tensa. Por un lado, tiene una percepción de control individual de las formas de producción y utilización de los datos personales, de estilos de vida, de formas de consumo y utilización espacial, entre otras. Pero, por otro, participar en estas prácticas supone igualmente un nivel mayor de exposición, incertidumbre y ansiedad entorno a esa misma forma de vida. Por ejemplo, no sabemos si la programación de la alarma de seguridad funcionará adecuadamente o si utilizar nuestra tarjeta de crédito online resulte en un robo de identidad. Las formas específicas y plurales en las que diversos sectores habitan y reconstruyen estos escenarios ameritan un lugar destacado en las agendas investigativas de la contemporaneidad.

En el presente escrito he querido vincular el imaginario del cuerpo en la contemporaneidad desde el contexto doméstico de las llamadas sociedades posindustriales. Investigaciones históricas han dado cuenta de las formas de racionalización de la esfera doméstica, si entendemos por racionalización la organización del trabajo a partir de principios que se nutren de la observación y la medición de las actividades en relación con parámetros de eficiencia. La propuesta bajo discusión es que en este proceso el discurso tecnop-sicológico ha jugado un papel fundamental desde el siglo XX. Algunas teorías sobre el desarrollo, aprendizaje y cuidado infantil fueron generadas en el cruce de aparatos tecnológicos (como casos específicos, he discutido la air crib y el Gesell dome) y conceptos psicológicos, a esto he llamado el discurso tecnopsicológico. La propia teoría de Gesell sobre el desarrollo infantil en forma de etapas fue un referente obligado en Estados Unidos entre 1930 y 1950. Este cruce ha facilitado la penetración de técnicas de visualización dentro del mundo doméstico y cotidiano, acopladas con sus particulares propedéuticas y programas operativos o sistemas de actuación históricamente situados.

Sin embargo, este proceso no es lineal. Como nos dice Golec (2010), el apogeo del movimiento de ingeniería doméstica en los Estados Unidos (y que fue transportado a Europa desde 1920) aspiraba alcanzar una "fantasía modernista" donde el control paradójicamente aseguraría libertad. El hogar, en tanto objeto desde el cual se establecen relaciones identitarias, se va construyendo como un hábitat de conflicto entre el pretendido auto-perfeccionamiento y la eficiencia, y, al mismo tiempo, la imposibilidad de tales pretensiones. La racionalización del espacio doméstico no ha redundado necesariamente en mayor tiempo libre, como señalan investigaciones en este tema como la de Cowan (1983), como tampoco se ha encontrado un vínculo entre la organización doméstica y el perfeccionamiento de la sociedad en una escala mayor9. El último reducto de cuestionamiento ante tal contradicción sería el cuerpo mismo.

Este último debe hacerse visible, sin que el propio sujeto dé cuenta de él. No se trata de un sujeto-cuerpo que informa, pues de entrada la sospecha sobre este cuerpo está instalada, sino de un sujeto-red que reconstruye su cuerpo para hacerse transparente para el otro como medio de información codificada digitalmente. Podríamos incluso decir que en ese afán de hacerse transparente, busca desesperadamente nuevos hábitos y rituales que devuelvan al cuerpo la densidad perdida en este proceso de abstracción a través de la autorregulación. Se trata, entonces, de un sujeto que se construye entre el cuerpo autorregulado y el cuerpo transparente. Aquí las tecnologías digitales juegan un papel cardinal. La subjetividad que aspira al cuerpo regulado, busca más bien a la ilusión del autocontrol, pues los parámetros de éste provienen siempre de afuera. Lo que supone un cuerpo siempre activo en búsqueda de su autoperfeccionamiento, un cuerpo intervenido y, al mismo tiempo, expansivo, pues los datos digitalizados construyen a su vez nuevos espacios de ser-actuar. Se trata de la racionalización del cuerpo, que no es otra cosa que un intento de espacialización de los ritmos vitales perdidos. Virilio (2012) diría que los ritmos perdidos son el resultado de la aceleración continua. Ya sea a través de tecnologías que permiten mayor sincronicidad entre usos de recursos y el cuerpo, o a través de la autorregulación de la salud, el cuerpo habla por medio de las prótesis tecnológicas que permiten una visibilidad-espacialidad del estado corporal como proyecto10. Muchas de las actividades asociadas con la autorregulación de la salud, así como las actividades de la autorregulación de la vida doméstica –en tanto se han reconstruido a partir de la tecnología digital– han mutado, perdiendo su arraigo o sedentarismo y, como tal, pueden ser transportadas a otros lugares. Por ejemplo, no sólo puedo cotejar los niveles de azúcar en la sangre en cualquier lugar, puedo enviar los resultados electrónicamente a otros y también podría programar a distancia la preparación del café matutino a cierta hora para prevenir un bajón de azúcar en la sangre. Igual ocurre con las funciones de seguridad que se extienden del cuerpo al hábitat y del habitat al cuerpo por vías de la tecnología digital. Cuando logremos implantarnos exitosamente chips dentro del cuerpo, será, tal vez, no la última frontera, sino la última morada con sus propias contradicciones. Virilio lo expresa de la siguiente forma: "Es el mundo lo que llevamos encima a la espera de que nos lo implanten, me refiero al en-sí del chip de nano-tecnología que hará que el mundo ya no esté ante nosotros sino dentro de nosotros" (Virilio, 2012:79). Las prácticas tecnopsicológicas –como las implicadas en la air crib y el Gesell dome– se presentan como dispositivos que favorecen el salto hacia un cuerpo híbrido (humano/máquina), permitiendo más que una mayor visibilidad, una visibilidad performativa, una visibilidad que supone de entrada y salida operaciones concretas de transformación del cuerpo mismo dentro de un domus mutatis mutandis y móvil.

NOTAS

1 Skinner envió un artículo que explicaba con detalle el diseño, funcionamiento y ventajas de la air crib a una revista titulada Ladies Home Journal. El artículo ocasionó gran controversia en el grupo editorial, especialmente sobre el funcionamiento de este invento en relación con la salud e higiene del bebé tanto física como psicológica. Mary Lae Page recoge estas inquietudes y las envía en una carta a Skinner para que éste responda a las interrogantes. La carta también aparece reproducida, junto a la respuesta de Skinner, en el libro de Benjamin (2006).

2 Traducción mía. Cita original: "The baby suffers from having its own perspiration and urine bound against its skin by clothing" (Skinner, citado en Benjamin, 2006: 201).

3 El término subjetividad tiene una larga trayectoria filosófica y socio-psicológica que a su vez está asociada con otros términos y dicotomías como objetivo/subjetivo, o debates epistemológicos como los relativos al objetivismo y subjetivismo. En este escrito el término se utiliza de una forma más fluida para indicar un proceso más que una entidad que vincula aspectos psíquicos en relación con aspectos orgánicos, o somáticos si se prefiere, con formas de vida concreta. Estas formas de vida enlazan aspectos culturales (tradición/cambio), sociales (intersubjetividad y formas de organización social tanto institucionales como prácticas que desbordan las instituciones), económicas (formas de producción, circulación y consumo de bienes y servicios unidas a las maneras de reproducción de estas formas, pero también a sus quiebras y fisuras) y políticas (igualmente, formas de gobernabilidad y fisuras).

4 Traducción mía. Cita original: "The 'No-Man's Land' is beginning to look like a frontier settlement. Outposts like a frontier settlement. Outposts have been established. Surveyors are on the ground. Streets are being laid out. There is every indication that the health and development of preschool children are coming under systematic social control" (Gesell, 192 4: 885).

5 Traducción mía. Cita original: "Bodily tissue suffers from the scalpel, but the integrity and conformation of behavior cannot be destroyed by repeated observation. A behavior form can be dissected over and over again in increasing detail without loss of form" (Gesell, 1991: 552).

6 Hay que destacar que esta tendencia continúa hasta nuestros días. El demógrafo Raúl Figueroa, presidente del Demographics Assistance Group, ha señalado que el Censo del 2010 refleja que las mujeres jefas de familia sin esposo se ha incrementado en 42.921 al comparar con el Censo del 2000 (citado en Acevedo, 2011).

7 A pesar de los problemas asociados con la recopilación de datos, ya que estos se encuentran dispersos en varias agencias gubernamentales, la demógrafa Judith Rodríguez informa que en el 2011 se alcanzó una cifra récord en los asesinatos de mujeres por violencia de género. El análisis estadístico indica que entre el 2007 y el 2011, las muertas por violencia doméstica aumentaron en un 84%, mientras que entre el 2010 y el 2011, aumentaron en un 36% (López, 2012).

8 En otro escrito elaboro en torno a la utilidad de la fenomenología de Merleau-Ponty para pensar el cuerpo como esquema corporal en el contexto de las tecnologías emergentes y los nuevos modos de vida, Imaginarios de sujetos en la era digital: proyectos (post)identitarios (inédito).

9 Sobre este particular, Leavitt (2002) ha investigado cientos de manuales de consejos domésticos que han sido populares, demostrando que éstos aluden a ideales culturales más que a realidades. Su lectura revela cómo las mujeres entendían la conexión entre la casa y el entorno más amplio, y la aspiración fallida de que a través de la reforma de sus hogares se reformaría igualmente la sociedad.

10 El concepto de cuerpo como proyecto, lo empleo en el mismo sentido en que Bauman (1992) lo menciona en función de un reconocimiento no enunciado del miedo a la muerte.


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