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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  no.47 Bogotá jul./dic. 2017

 

Tema monográfico

La utopía en la revista bogotana Espiral (1944-1975) de Clemente Airó*

A utopia na revista bogotana Espiral (1944-1975) de Clemente Airó

Utopia in the Bogota magazine Espiral (1944-1975) by Clemente Airó

Alberto Bejarano** 

** Investigador en literatura comparada en el Instituto Caro y Cuervo, Bogotá (Colombia). Doctor en Filosofía y Estética de la Universidad París 8. E-mail: alberto.bejarano@caroycuervo.gov.co


Resumen

El propósito del artículo es reflexionar sobre el lugar de la utopía en la vida y obra del intelectual español Clemente Airó, exiliado de la Guerra Civil y fundador de la revista y la Editorial Espiral en las que promovió nuevas voces de la literatura colombiana como Manuel Zapata Olivella y Arnoldo Palacios. El estudio se concentra en la revista Espiral. Parte de la categoría de exilio como lugar espectral en el cual la historia se detiene y se bifurca de manera incierta. Concluye que el exilio es una figura liminar de la existencia, un ponerse a prueba en un sentido radical que eventualmente puede llevar al derrotado a crear nuevas utopías.

Palabras clave: utopía; exilio; archivos; literatura hispanoamericana; Clemente Airó

Resumo

O objetivo do artigo é refletir sobre o lugar da utopia na vida e no trabalho do intelectual espanhol Clemente Airó, exilado da Guerra Civil e fundador da revista e Editorial Espiral, na qual promoveu novas vozes da literatura colombiana como Manuel Zapata Olivella e Arnoldo Palacios. O estudo se concentra na revista Espiral. Parte da categoria de exílio como um lugar espectral em que a história para e se bifurca de forma incerta. Conclui que o exílio é uma figura liminar da existência, um teste em um sentido radical que eventualmente pode levar os derrotados a criar novas utopias.

Palavras-chave: utopia; exílio; arquivos; literatura hispano-americana; Clemente Airó

Abstract

The purpose of this article is to relect on the place of utopia in the life and work of the Spanish scholar Clemente Airó, exiled as a result of the Spanish Civil War, and founder of the magazine and publishing house Espiral in which he published new voices of Colombian literature such as Manuel Zapata Olivella and Arnoldo Palacios. The text is focused on the Espiral journal and a section of the exile category examines a spectral place where history stops and bifurcates in an uncertain way. The article concludes that the exile is a threshold figure of existence, in undergoing process, in a radical sense, that can eventually lead the defeated individual towards the creation of new utopias.

Key words: utopia; exile; archives; Hispano-American literature; Clemente Airó

Entrar en el exilio

La condición del exilio es una pregunta por lo político que interroga no sólo el tiempo de quien lo padece, sino también otros tiempos, el nuestro en particular; nos referimos a la circunstancia histórica que vive Colombia en los albores del fin de una guerra prolongada. En este artículo nos acercamos a la revista Espiral de Clemente Airó, un exiliado español, escritor y editor que llegó a las costas y montañas colombianas para no regresar a su tierra. Airó se instaló definitivamente en Colombia después de la Guerra Civil española. Al internarnos en la cuestión del exilio, nuestra reflexión viaja de ida y vuelta alrededor de la pregunta por el lugar de un intelectual en el mundo que le ha correspondido vivir. En el caso de Airó, fundar una editorial y una revista como Espiral y mantenerlas a flote durante 31 años (1944-1975) es ser consciente de su lucha por la cultura, por tender puentes entre la "vieja" Europa que entonces (y hoy) agonizaba y nuestra cultura americana, colombiana, que emergía en voces poderosas que nos marcarían para siempre, como García Márquez. De la forma en que lo señala Airó, su condición de exiliado marcará siempre su obra: "[...] la persecución de la que fui objeto con numerosos compatriotas exigió una intensa frecuencia de ocultamiento. Se presentó el exilio que es una modalidad de ocultamiento, con todas sus consecuencias, morales, materiales, físicas y psicológicas" (Airó, 1948: 123).

La vida de Airó está marcada por la violencia fascista en Europa de la que huyó y la violencia colombiana que se encontraría a los pocos años, en especial en torno al 9 de abril, acontecimiento que siempre le interesará y al que le abrirá paso en su revista y editorial al publicar novelas icónicas y polémicas aún hoy, como Calle 10 de Manuel Zapata Olivella y Las estrellas son negras de Arnoldo Palacios.

Nuestro punto de partida son los estudios de Walter Benjamin sobre la categoría de exilio como un lugar (y no lugar) en el cual se entrelazan las tragedias personales y colectivas y a la vez surgen nuevas posibilidades, en muchos casos inusitadas, insólitas, entre culturas e individuos. Para Benjamin: "Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo tal y como verdaderamente ha sido. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro" (1967: 180). Dicho instante de peligro fue para Airó el exilio interminable en el que, no obstante, logró reinventar su vida y abrir nuevos senderos para la cultura colombiana, dejando una huella imborrable entre nosotros, a pesar del olvido al que se le ha sometido en las últimas décadas.

Poéticas del exilio

Repensar el concepto de exilio supone ir más allá de la dimensión puramente política (de las causas que lo produjeron en un grupo o individuo particulares), para concentrarse en los efectos paradójicos que genera esta mutación en la vida de una comunidad o de una persona. En una primera mirada se supondría que la consecuencia inmediata, muchas veces irreparable, sería la escisión con el país natal, la pérdida del vínculo original con una patria, sobre todo con una infancia como lo sugieren autores como Walter Benjamin o Luis Cernuda. La pérdida puede representar lo irreparable y en muchas ocasiones conducir al suicidio. El exilio es una figura liminar de la existencia, es un ponerse a prueba en un sentido radical. Sin embargo, quisiéramos comenzar a explorar estadios intermedios del exilio y el exiliado, apoyándonos en el estudio del filósofo italiano Franco Rella en su libro Desde el exilio (2010). Lo primero que subrayamos en su lectura es la categoría de desnudez como una mirada que enfatiza la experiencia de fragilidad y vulnerabilidad del exilio que, no obstante, puede llevar a la persona a reconocerse como un otro, a devenir otra cosa, a cuestionar su identidad, sus convicciones, su sensibilidad. Estar al desnudo, dice Rella, apunta a reconocerse en la máxima fragilidad posible, lo que puede llevar al sujeto a otros lugares de enunciación en los que surgen otras búsquedas estéticas. El lugar de la creación adquiere aquí un espacio absolutamente impensado en el cual los encuentros y desencuentros con los nuevos mundos habitados recrean el país natal, por lo general en una deriva fantasmagórica intensa, y a la vez potencia una reconstrucción inédita para el sujeto. Estar desnudo es estar expuesto a la mirada de los otros, exponerse a ser visto como algo anómalo, como algo inquietante que pone a prueba al mismo tiempo la mirada del otro. Ver es ser visto. Estar desnudo es abrir una frontera, ir hacia el afuera, hacia lo abierto. Lo desconocido espera al otro lado de la barricada. Dejar el país natal como Ulises en la epopeya clásica, significa aventurarse en tierras desiertas, en mundos inusitados en los que independientemente de la acogida o de la integración que se logre, habrá siempre un desgarramiento, una herida incurable que no termina de sanar. El exilio es una sobreexposición de la vida a la desnudez, es una forma extrema de la nuda vida en la que se lleva consigo una grieta que atraviesa el futuro. Rella insiste en que veamos el exilio en su desnudez como algo intrínseco a la experiencia moderna, por ello recurre a Baudelaire como el gran poeta viajero que se sumergió en el fondo de sí mismo como un extranjero. De allí, por ejemplo, su poema bolañiano Avant lheure (El viaje): "[...] un oasis de horror / en medio de un desierto de aburrimiento" (Baudelaire, 2003: 245).

La modernidad implica vernos a nosotros mismos como extranjeros, como errantes sin patria natal, como confusos exploradores del abismo, como nómadas. Dicha desnudez, hay que insistir en ello, ha sido acentuada en el siglo XX en medio de las más graves tormentas políticas de la humanidad que la llevaron a la inmolación de lo humano mismo en los lager (campos de concentración), como lo ha estudiado Agamben. La diferencia entre el grito de Baudelaire y Rimbaud: "Hay que ser absolutamente modernos" y el tiempo poshumanista que vivimos tiene que ver con las consecuencias de una violencia totalizadora que convirtió el exilio en condición casi natural del hombre moderno, como puede apreciarse en autores como Imre Kertész o Thomas Bernhard, entre muchos otros. Ser moderno es ser sobreviviente. Sobrevivir es aprender a vivir en el desamparo, en la desnudez:

Estar desnudo frente al mundo, de cara al otro: a los ojos que te miran, a las cosas mismas que alargan tentáculos sinuosos e invisibles que rozan viscosas tu piel, insinuándose en las barrancas oscuras de tu cuerpo, recorriendo senderos desconocidos, hasta rozar algo incógnito dentro de ti en una sensación indefinida de embriaguez, de incomodidad, de sufrimiento, de abandono y quizás de desamparo. La desnudez entonces no es sólo una condición sino un estado del ser: se deviene o se re-deviene ser/estar desnudo. Estar desnudo/da, así, forma a la experiencia del mundo. (Rella, 2010: 7).

El exilio español

Antes de detenernos en las heridas del exilio español a partir de 1939, debemos trazar una mínima semblanza histórica sobre la Guerra Civil española (1936-1939). Sin el ánimo de ser exhaustivos podemos decir que sus causas se remontan a por lo menos tres factores que concluirán en los campos españoles:

  1. De orden internacional: en torno a las disputas ideológicas entre fascistas, republicanos y comunistas que desencadenarán la Segunda Guerra Mundial.

  2. De orden nacional: provienen de las luchas por la consolidación de una república.

  3. De orden regional y local: producto de las luchas por la autodeterminación de los pueblos particulares desde tiempos antiguos (catalanes, vascos, gallegos, etcétera).

La Guerra Civil española tuvo un profundo impacto en los espíritus latinoamericanos, no sólo por la toma de posición de los artistas, intelectuales y políticos de la época, en función de la defensa de la República española o de la dictadura fascista de Franco, sino también en los imaginarios sociales en nuestro continente, ya marcados por la Revolución rusa, la Revolución mexicana y las luchas contra las intervenciones imperialistas norteamericanas que se remontan a la invasión a México a mediados del siglo XIX y a las sucesivas ocupaciones y despojos en Panamá, Cuba, Puerto Rico, entre otros. La Guerra Civil española fue una especie de laberinto de Ariadna donde se enfrentaban más que dos bandos o dos ideologías. Hay que tener en cuenta además, que dichos bandos vivían a su vez sucesivas y complejas divisiones cuyas tensiones están aún en disputa en los tribunales, en la memoria histórica y en la literatura, como puede verse, por ejemplo, en la novela Soldados de Salamina de Javier Cercas (2001).

Cada guerra crea sus propias mitologías: del vencedor y del vencido. Los testimonios van alorando a medida que pasa el tiempo y la historia oficial, por muy abierta que sea, nunca logra integrar todas las miradas que se desprenden de un conflicto. Como afirmaba Walter Benjamin, la historia la escriben los vencedores. Sin embargo, las historias siempre cargan u ocultan grietas, vidrios quebrados, polvo barrido debajo de la alfombras, en otras palabras, hay variadas microhistorias que deben ser contadas, como la de los exiliados que en la sombra siguieron hablando, en su voz y en las de otros, como Clemente Airó.

El exilio español en Colombia

No fue Colombia el destino principal de los exiliados españoles en América. Los lugares de llegada fueron sobre todo México y Argentina. Colombia no fue nunca una tierra de acogida para los inmigrantes europeos a lo largo de los siglos XIX y XX. Si bien es cierto que hubo intentos aislados para promover la inmigración, sólo hubo esporádicas olas de extranjeros en el país, reducidas y efímeras -es el caso de los alemanes en Santander en la segunda mitad del siglo XIX, como puede verse en la novela de Pedro Gómez Valderrama La otra raya del tigre (1986 [1971])-. Para los años treinta, en plena República Liberal, a pesar de una vaga simpatía de los gobiernos de la época por la causa republicana, esto no se materializaría en un apoyo concreto y eficaz, lo que llevaría a muy pocos españoles a refugiarse en Colombia. Más bien puede decirse que fueron múltiples las trabas que se establecieron para los que se aventuraron. De allí que muy pocos se hayan quedado.

El exilio de Clemente Airó

En el caso de Airó, como en el de tantos miles de exiliados españoles de la Guerra Civil en América Latina, la pérdida de su país posibilitó un intercambio nutrido con nuestras culturas, en especial relativo a editoriales, revistas, centros culturales y espacios de difusión del libro por todo el continente. En el caso colombiano, si bien el éxodo fue menor (comparado con México o Argentina), el aporte de exiliados como Miguel Fornaguera (pedagogo y escritor), o Juan Antonio Roda (pintor), para sólo citar un par de casos, dejó profundas huellas entre nosotros. En este punto vuelve a ser vital la idea de Benjamin sobre el exilio:

No es entonces como un guardián oficial, sino como exiliado, que uno puede, paradójicamente, hablar en nombre de la nación en su conjunto. Tal como el traductor (que) aliena de sí mismos los lenguajes alienados, así como el crítico judeoalemán (que) está exiliado de y con el exilio de su propio país, con respecto al mundo. (Benjamin, 1967: 134).

Tal como lo señala la investigadora Carmen Millán, a propósito de otro exiliado, Miguel Fornaguera:

[...] resuena el mismo sonido del exilio tras el triunfo franquista: Juan Ramón Jiménez, Américo Castro, María Zambrano, José Gaos, Jorge Guillén y un largo etcétera, salieron de España. Habrá entre ellos un gran número de personas que, dedicadas a la docencia, llevarán las ideas de una educación laica, liberal, a diversos rincones del mundo hispanohablante. (Millán, 2013: 16).

Se trata, en últimas, de intentar comprender el exilio como una diáspora que alumbrará nuevas voces y miradas en América Latina.

Airó editor

Suele haber un consenso al referir que la literatura colombiana moderna nace en la segunda mitad del siglo XX en torno a la figura de Gabriel García Márquez y a la publicación de sus primeras novelas como punto de partida de una mirada contemporánea, en especial desde El coronel no tiene quien le escriba (2017 [1957]). Asociado a la revista Mito, éste suele ser el faro que alumbra la modernidad (Téllez, 1995: 324; Jiménez, 1992: 209). En ese sentido, se ven como meros antecedentes los escritores y obras anteriores o paralelas a Mito y a García Márquez, y la mayoría se circunscriben a la categoría de literatura de la violencia, excluyéndose de esta forma su singularidad. Tal es el caso del escritor y editor español Clemente Airó, quien ha sido prácticamente olvidado. Por ello, es necesario estudiar sus contribuciones en campos tan amplios como la creación, la crítica y la gestión editorial, con el fin de valorar su figura y sus aportes a la literatura colombiana que nos permitan trazar nuevas coordenadas sobre el canon de nuestras letras. Nuestra hipótesis apunta a estudiar: ¿cuál fue la experiencia del exilio en Airó? y de qué manera su "ocultamiento", al no poder hablar de España abiertamente, favoreció que abriera toda una senda de investigación sobre la violencia particular de Colombia, teniendo siempre en la mira la violencia como algo universal. ¿Encontraremos en Airó y Espiral otro punto de partida para la literatura colombiana?

Uno de los aspectos menos conocidos y estudiados en la historia de la literatura en Colombia, y en particular en Bogotá, es la relación entre autores y editores. Por una parte, no ha habido propiamente editores de formación, y la inexistencia de redes o canales institucionales estables y duraderos ha dificultado que se creen dichos vínculos, y por la otra, no hay estudios adecuados sobre los escasos (aunque significativos) momentos en que han existido colaboraciones destacadas alrededor de revistas, editoriales o proyectos artísticos. De allí la pertinencia de rescatar la historia de un personaje vital en esta historia como Airó, quien trabajó en Bogotá entre 1940 hasta su muerte en 1975, dejando un legado fundamental con su revista Espiral y sus editoriales, Iqueima y Espiral, y los premios de novela, cuento, poesía y ensayo Espiral, a partir de los cuales se publicaron destacados escritores como Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón, Jorge Gaitán Durán, Manuel Zapata Olivella y Arnoldo Palacios, entre otros, además de numerosas voces de una posible literatura menor, enfocada de manera precursora en escritores del Chocó como Palacios y el cuentista Carlos Arturo Truque. Además de esto, Airó fue el primer intelectual en percibir y llevar a cabo un proyecto editorial que fuera recogiendo y promoviendo una serie de libros sobre la violencia en Colombia, lo cual se constituye en un punto de comparación muy interesante para el presente y futuro del posconflicto. Todo esto posee una dimensión e impacto latinoamericanos, ya que la revista publicaba voces de toda América Latina y el Caribe, así mismo circulaba profusamente. En su faceta como escritor podemos destacar como sus novelas, en especial La ciudad y el viento (1961), pueden constituir una suerte de eslabón perdido de la nueva novela colombiana de la época, poco valorada. Ésta es la postura del crítico Eduardo Pachón en el número especial dedicado a Airó en la revista Letras Nacionales de Zapata Olivella en 1975:

[...] estructurada según los procedimientos técnicos practicados por John Dos Passos y Jules Romains, porque proyectaba sus escenas dentro de las formas objetivas y subjetivas, refundiendo la narración en medio de diálogos y descripciones, puede clasificarse con La bahía del silencio de Eduardo Mallea (1940) y La región más trasparente de Carlos Fuentes (1958). (Pachón, 1975: 42).

Hay un vacío considerable en el estudio de la literatura colombiana de mediados del siglo XX, producto de excluir deliberadamente una serie muy variada de voces que narran la violencia de esos años (por ser consideradas, como hemos dicho antes, apenas antecedentes de la literatura de García Márquez). Por dicha razón, al asomarnos al catálogo de la Editorial Espiral de Clemente Airó, lo primero que resaltamos es la existencia de un fondo completo de autores "menores" que poco o nada se han estudiado y que podría constituir todo un campo prolífico de versiones y miradas sobre el país. La historia del arte, y en especial de la literatura, en América Latina y sobre todo en Colombia, suele clasificarse según generaciones y etiquetas de grupos o tendencias ideológicas y estéticas más o menos cerradas. En el caso colombiano, en la primera mitad del siglo XX se organizaría según los grupos "centenaristas", "nuevos" y "piedracielistas", sugerido por Hernando Téllez. En arte también habría una división entre el grupo "Bachué" y los "modernos", etiqueta que impuso en los años posteriores Marta Traba. A cada periodo correspondía una serie de nombres, publicaciones y espacios aparentemente delimitados. Dicho canon es lo que buscamos desestabilizar siguiendo la mirada de Warburg, Benjamin y Didi Huberman. El arte no se comprende por denominaciones de "origen" fijas. El descubrimiento del archivo de la revista Espiral desarma estas clasificaciones y nos muestra otras pistas para acercarnos a las discusiones sobre arte y literatura colombiana, por la diversidad de sus miradas. En la revista conviven nombres que supuestamente pertenecen a grupos diferentes. Una de nuestras primeras conclusiones indica que no hubo tales barreras y divisiones cerradas, que Traba no fue la primera crítica moderna en Colombia, que la poesía colombiana de los años cuarenta no se agota, no cabe en Piedra y Cielo, que no hay una brecha nacionalista y/o cosmopolita excluyente.

La revista Espiral comienza en 1944. Dirigida en un primer momento por Luis Vidales, aparece en ésta desde el inicio Clemente Airó en el Consejo de Redacción. Airó será el alma de la revista, de principio a fin, siendo el principal colaborador. Si nos detenemos en los catorce miembros que componen el equipo original de la revista, podemos constatar su espíritu interdisciplinario lo que la diferencia de otras revistas anteriores o de la misma época (como Voces, Revista de las Indias, América) lo que hace de Espiral la primera revista en su género en Colombia (una década antes de Mito y dos antes de Eco, consideradas hasta hoy las revistas pioneras en este campo).

Tal como lo señala Rafael Gutiérrez Girardot, el momento en el que llega Airó a Colombia es singular, pues posee una cualidad híbrida entre una aparente renovación de las letras nacionales bajo la República Liberal que se eclipsa y los nubarrones inminentes de la Violencia que se avecina (y aún no termina):

[...] de las profundas consecuencias que tuvo el laberíntico proceso de la retroprogresión, que culminó necesariamente en el 9 de abril de 1948, sólo se tomó conciencia decenios más tarde. Todo había cambiado pero todo seguía igual. La literatura de los años inmediatamente anteriores al 9 de abril seguía su curso lento, concentrada de preferencia en la poesía. Pese a los tímidos cambios, había una difusa continuidad, sostenida por la contemporaneidad de los autores que habían marcado diversas etapas. Al estatismo de la sociedad correspondía la monotonía de la literatura. (Gutiérrez, 1980: 531).

Justamente en ese panorama sombrío irrumpía Clemente Airó. ¿Será posible decir que tenía que ser inevitablemente un extranjero quien trastocara dicha inmovilidad? Uno de los aspectos por estudiar es ver el exilio como destino, tal como lo sugiere Edward Said:

El exilio es uno de los más tristes destinos. Antes de la era moderna el destierro era un castigo particularmente terrible, puesto que no significaba únicamente años de vagar sin rumbo lejos de la familia y de los lugares familiares sino que además lo convertía a uno en una especie de paria permanente, siempre fuera de su hogar, siempre en desacuerdo con el entorno, inconsolable del pasado y amargado respecto del presente y del futuro. (1996: 59).

Nuevas utopías en Espiral

En 1966, al celebrar la revista Espiral 100 números, Clemente Airó hace una reflexión sobre lo que habían sido los primeros 22 años de su trabajo editorial y se enfoca en un concepto que queremos destacar, porque allí radicaría su visión de la utopía: "[...] preferentemente hemos publicado no los resúmenes directos de testimonio o documento, no la historia, sino la producción creadora en que aparezca nuestra sociedad y en ella la grandeza del hombre y sus posibilidades conflictivas" (1966: 4).

Airó, como figura del derrotado, no presenta su trabajo exclusivamente desde la óptica del testimonio (lo que fue el caso de múltiples exiliados de la Guerra Civil), sino desde las posibilidades, lo que Foucault en el mismo período llamaba las condiciones de producción de las obras. La revista Espiral fue ante todo un espacio de debate, de disputa, de conflicto sobre la producción de las obras. La mayoría de colaboradores de la revista eran exiliados, tanto colombianos expatriados como latinoamericanos y españoles fuera de sus lugares de origen. En este sentido, Espiral fue un espacio de utopía, de reinvención de la realidad para cientos de derrotados.

Espiral era una revista de literatura y arte, concentrada en cuatro secciones permanentes: poesía, narrativa, ensayo y artes plásticas. Se trataba de una vitrina para la aparición de nuevas voces del arte en Colombia. Combinaba la creación con la crítica. Presentaba las primeras obras de artistas como Obregón, Lucy Tejada, Wiedemman. Los primeros poemas de Mutis, Meira Delmar, Enrique Buenaventura, Zapata Olivella, Gaitán Durán, Rogelio Echavarría, Danilo Cruz Vélez, Andrés Holguín, Fanny Osorio, Luis Duque Gómez. Espiral también representa un esfuerzo por introducir en el público colombiano obras notables como el Ulises de Joyce, cartas y poemas inéditos de Mallarmé, T. S. Eliot, Paul Eluard, Aldous Huxley, Picasso, Merleau Ponty, María Zambrano, Gilberto Owen, César Vallejo, Gabriela Mistral, Orozco, etcétera. Su horizonte era iberoamericano, incluyendo autores y artistas de toda América Latina, España y Brasil. Existía una presencia destacada de poetas españoles, exiliados por la Guerra Civil, siendo el más asiduo Luis Cernuda. Airó, exiliado español, haría de la revista un punto de exiliados iberoamericanos, a través de la creación de una red de colaboraciones entre revistas de todo el continente, Europa, Estados Unidos, e incluso la Unión Soviética. Su sello sería la interdisciplinariedad.

Palabras al mar. Memoria

Mar de mi infancia. Caracolas,

arena de oro, velas blancas.

Si alguien contaba entre la noche

a las sirenas recordaba.

Simbad venía en cada ola

sobre la barca de mi sueño,

y me nombraba capitana

de su fantástico velero.

El viento izaba las gaviotas

a lo más alto de sus mástiles.

Y por las nubes entreabiertas

pasaba el cielo con sus ángeles.

Los compañeros no sabían

yo nunca dije mi destino

que en el anillo de la ronda

iba la novia del marino.

(Meira Delmar, 1948: 4)

En Espiral encontramos uruguayos exiliados escribiendo sobre exiliados argentinos, colombianos exiliados escribiendo sobre exiliados mexicanos, españoles exiliados escribiendo sobre cubanos exiliados. La definición misma de la revista Espiral responde a este llamado de interacción en la sombra, de diálogo de vencidos, de derrotados incansables. Desde el primer número, en 1944, en el editorial irmado por un gran intelectual colombiano, perseguido a lo largo de su vida por sus ideas políticas, Luis Vidales, constatamos el espíritu de la utopía como resistencia, como capacidad de reinvención permanente.

¿De qué tipo de utopía hablamos en Espiral? El eje esencial se construye en torno a la construcción de un campo cultural latinoamericano que profundice en el conocimiento de su historia, en el reconocimiento de la invisibilidad a la que ha sido sometida la mirada propia sobre nuestra forma de vivir, en el establecimiento de una serie de coordenadas críticas que fortalezcan un destino común. De allí, por ejemplo, el combate de pintores como Luis Alberto Acuña y Marco Ospina a lo largo de más de la mitad de los números de la revista. Este es uno de los aspectos más destacados de Espiral, una preocupación por pensar la "cultura nacional", sin caer en nacionalismos, con el prisma puesto en una visión latinoamericana. La revista Espiral logró crear un puente entre derrotados, entre generaciones y entre artistas e intelectuales. Lo hizo a través de múltiples espacios que sobrepasan la esfera de la publicación:

  • Cinco concursos anuales de cuento, ensayo, poesía y novela (1951-1955) que dieron a conocer voces periféricas como Meira Delmar, Álvaro Mutis y Enrique Buenaventura.

  • Una asociación de artistas y escritores.

  • Una red de revistas latinoamericanas.

  • Un circuito de exposiciones y crítica de arte.

  • La editorial Espiral.

Conclusión

Hasta donde hemos estudiado la revista Espiral, podemos plantear que Airó logró convertir la experiencia de la derrota en la Guerra Civil española en una forma de utopía cultural alrededor de un espacio diverso que hizo de la diáspora hispanoamericana un escenario de interacción cultural de amplio espectro. Lo consiguió gracias a una apertura de espíritu que amplió y renovó el limitado canon de la literatura y el arte colombianos y latinoamericanos. El impacto de su utopía tuvo un considerable efecto en su tiempo, como puede observarse a lo largo de los 131 números. Sin embargo, experiencias memorables como la suya han sido olvidadas casi por completo. De allí la necesidad y urgencia de explorar los archivos laterales de la historia de la cultura para rastrear diversas formas de utopía que nos abran nuevas miradas sobre las luchas emancipatorias en América Latina. Perder la patria puede significar inventar nuevas patrias. La derrota de los republicanos españoles abrió caminos de encuentro entre España y América Latina. Airó lo hizo a través de su revista Espiral, convertida progresivamente en un vital punto de encuentro de exiliados, no sólo españoles, sino latinoamericanos de diversa condición. Desde el comienzo vemos en las páginas de Espiral un esfuerzo por crear redes de apoyo y diálogo cultural en la diáspora hispanoamericana. En los treintaiún años de la revista es constante la presencia de exiliados que dan cuenta de derrotas en sus ideales, pero también de nuevas proyecciones, de intentos valientes por defender la cultura frente a las persecuciones políticas.

Referencias bibliográficas

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* Este artículo hace parte de la investigación "El exilio en espiral de Clemente Airó", financiada por el Instituto Caro y Cuervo. Recibió igualmente la beca de Investigación en Literatura de Idartes, 2017.

Recibido: 19 de Julio de 2017; Aprobado: 21 de Septiembre de 2017

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