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La Palabra

Print version ISSN 0121-8530

La Palabra  no.45 Tunja Jan./June 2023  Epub July 25, 2023

https://doi.org/10.19053/01218530.n45.2023.14684 

Artículos

Ernesto Sabato Antes del fin: pensamiento autobiográfico y cuidado de sí*

Ernesto Sabato Antes del in: Autobiographical Thinking and Care of the Self

Ernesto Sabato Antes del fin: pensamento autobiográfico e cuidado de si

Hernando Urriago Benítez1 
http://orcid.org/0000-0003-0463-0010

1 Universidad del Valle, Cali, Colombia. Profesor Titular, Escuela de Estudios Literarios (Facultad de Humanidades, Universidad del Valle). Magíster en Literatura Colombiana y Latinoamericana (Universidad del Valle). Su área de desempeño docente e investigativa está vinculada a la teoría del ensayo, las escrituras autobiográficas y la didáctica de la escritura del discurso ensayístico. CvLAC: https://scienti.minciencias.gov.co/cvlac/visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0000654825hernando.urriago@correounivalle.edu.co


Resumen

El propósito del artículo es ofrecer una lectura del libro Antes del fin, de Ernesto Sabato, catalogado como memorias y, por ende, vinculable al repertorio de las escrituras autobiográficas que se produjeron en América Latina a finales del siglo XX. Para esto apelamos a las nociones de pensamiento autobiográfico, yo tejedor, cuidado de sí y parresía, relacionadas con la teoría de la autobiografía y la hermenéutica del sujeto. Sustentamos la idea de que lejos del pesimismo propio de la vejez melancólica, a Sabato lo anima una actitud esperanzada frente a los jóvenes, a quienes invita a luchar por la preservación de la utopía. Con esto esperamos no solo resaltar la importancia de la obra autobiográfica del escritor argentino sino abrir la posibilidad para estudiarlo en función de la tradición de la Literatura del Yo en América Latina que él ayudó a consolidar.

Palabras clave: pensamiento autobiográfico; cuidado de sí; senectud; memorias; Ernesto Sabato; literatura argentina

Abstract

The purpose of the article is to offer a reading of the book Antes del fin, by Ernesto Sabato, cataloged as memoirs and, therefore, linked to the repertoire of autobiographical writings that were produced in Latin America at the end of the 20th century. For this we appeal to the notions of autobiographical thought, yo tejedor, self-care and parrhesia, allied to the theory of autobiography and the hermeneutics of the subject. We support the idea that far from the pessimism typical of melancholic old age, Sabato is encouraged by a hopeful attitude towards young people, whom he invites to fight for the preservation of utopia. With this we hope not only to highlight the importance of the autobiographical work of the Argentine writer, but also to open the possibility to study it based on the tradition of the Literature of the Self in Latin America that he helped to consolidate.

Keywords: autobiographical thinking; care of the self; senescence; memoirs; Ernesto Sabato; argentine literature

Resumo

O objetivo do artigo é oferecer uma leitura do livro Antes do fim, de Ernesto Sabato, catalogado como memórias e, portanto, vinculado ao repertório de escritos autobiográficos que foram produzidos na América Latina no final do século XX. Para isso recorremos às noções de pensamento autobiográfico, yo tejedor, cuidado de si e parrhesia, ligadas à teoria da autobiografia e à hermenêutica do sujeito. Defendemos a ideia de que, longe do pessimismo típico da velhice melancólica, Sabato é encorajado por uma atitude esperançosa em relação aos jovens, a quem incentiva a lutar pela preservação da utopia. Com isso esperamos não apenas destacar a importância da obra autobiográfica do escritor argentino, mas também abrir a possibilidade de estudá-la a partir da tradição da Literatura de Si na América Latina que ele ajudou a consolidar.

Palabras-chave: pensamento autobiográfico; cuidado de si; senescência; memórias; Ernesto Sabato; literatura argentina

En cuanto a la noción de unidad narrativa de la vida, debe verse en ella también un conjunto inestable de fabulación y de experiencia viva. Precisamente, debido al carácter evasivo de la vida real, necesitamos la ayuda de la ficción para organizar esta última retrospectivamente en el después, a condición de considerar como revisable y provisional toda figura de construcción de la trama tomada de la ficción o de la historia. Paul Ricoeur. Sí mismo como otro (1996).

Introducción

A casi 25 años de su publicación, resulta bastante iluminador volver a las páginas de Antes del fin (1998), libro que, en algunos casos, editorialmente se presentó como las memorias y, en otros, como la autobiografía1 del novelista y ensayista argentino Ernesto Sabato. Decimos que es revelador porque en el contexto actual de los estudios literarios las diversas aproximaciones teóricas a las llamadas "Literaturas del Yo" han trazado suficientes coordenadas para la lectura crítica de aquellas obras narrativas donde se privilegian la memoria, el autoconocimiento, la autorreferencialidad, el cuidado de sí y el pensamiento autobiográfico, y Antes del fin es emblemático en dicho sentido. También, la relectura de esta obra culminante en la trayectoria literaria de Sabato puede servir de revulsivo para la puesta en cuestión de los límites, bastante indecisos, que ostentan los géneros literarios, específicamente los llamados géneros autobiográficos o géneros introvertidos (Caballé 24). De algún modo, Antes del fin es autobiografía, pero a la vez es un libro de memorias y, de otro modo, también tiene investidura de ensayo, aunque sus incursiones en la rememoración (cierto modo de configurar los recuerdos, lo vivido, lo padecido) nos dejan frente a la intromisión de la ficcionalidad en la pretendida "autenticidad" de la escritura autobiográfica.

El propósito de este artículo es sustentar la idea de que Antes del fin es un texto paradigmático dentro del sistema literario latinoamericano del siglo XX, en lo que respecta al pensamiento autobiográfico; a la vez, su escritura revela el horizonte de un autor que se pronuncia desde un pensamiento de muerte, propio de su avanzada senectud. Ante los jóvenes, su auditorio particular, Sabato despliega su confesión, su testamento, junto a lo cual manifiesta su necesidad de cuidar de sí y del otro de cara a la incertidumbre que genera en él una época dominada por la duda, la injusticia y el hiperdesarrollo deshumanizador.

Es significativo que en 2008, casi una década después de la publicación de Antes del fin, el periodista colombiano Winston Manrique Sabogal mencione en el suplemento Babelia de El País lo que considera el "asalto del yo" en la literatura. Con la prosopopeya, el periodista quería aludir a la incursión cada vez más evidente del "yo" y sus vericuetos ligados, en ciertos textos narrativos, a la identidad fragmentaria, la escritura, la memoria, la relación con la Historia, etcétera. Surgen obras literarias de compleja hibridación genérica, donde es posible hallar resonancias de la biografía, la autobiografía, la novela, las memorias, la carta y el ensayo:

Los trazos principales de este retrato oral hablan de que se trata de libros con un tipo de argumento y de narración más acorde a estos tiempos de individualidad, del supuesto desprestigio de la ficción, de la avidez de los lectores por historias verídicas, de la necesidad del lector de que le reconstruyan el mundo y poder reconocerse en él, de lo difícil que es competir con tantas historias increíbles divulgadas por los medios de comunicación; y en España, por la desinhibición de hablar de sí mismos tras un pasado de miedos y de la pérdida de prejuicios sobre los géneros que cuentan vidas (párr. 2).

Aunque Manrique Sabogal se refiere en extenso al boom de la autoficción en el sistema literario hispanoamericano, junto a la aparición de textos de gran calado teórico que ya situaban el problema de la llamada por Enrique Vila-Matas "autobiografía bajo sospecha", más allá de una moda egotista, vale decir que dentro de la extensa enumeración de obras y autores no se encuentra Antes del fin. Y tal vez para esta exclusión le asista razón al periodista, pues su intención es detenerse en producciones autoficcionales donde concurren procesos de desdoblamiento, especularidad, transfiguración, impostura, hibridación, camuflaje y enmascaramiento autoriales: "Un resquicio para reescribir la vida con letras que hacen de eslabones entre lo real personal, lo deseado y lo imaginado" (párr. 16). Aquí clasifican entonces títulos y autores como La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa; La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante; Paisajes después de la batalla, de Juan Goytisolo; Todas las almas, de Javier Marías; Diana o la cazadora solitaria, de Carlos Fuentes; La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas; y, solo para abreviar la lista, Cielo nocturno, de Soledad Puértolas.

Quedaba por fuera Antes del fin de Ernesto Sabato, quien moriría el 30 de abril de 2011, a dos meses de cumplir 100 años, pues, recordemos que había nacido en Rojas, Argentina, el 24 de junio de 1911. Y terminaba excluido porque la autobiografía y las memorias -que en todo caso las podemos ver entreveradas en algunas de las obras citadas por Manrique Sabogal- se asumen desde ciertos contextos desligados de la problemática teórica de lo autobiográfico como discursos con pretensión de verdad respecto al referente extratextual, lo cual no ocurriría en el caso de las autoficciones, las novelas autobiográficas o las autobiografías noveladas. No obstante, según hizo ver muy bien Ana Caballé en su importante trabajo Narcisos de tinta, el arraigamiento de lo autobiográfico en nuestra época, si bien en la escritura confesional impone ver una tendencia a la presunción de verdad, no se trata de reflejarla sino de descubrirla y revelarla, asumiendo el reto de formular una imagen de sí en una oscilación entre la memoria y el olvido, entre recuerdos y supuestos que hablan de un pasado que solo existe en la medida en que se vierte en el relato. De este modo, en mayor o menor medida "toda autobiografía es mentira puesto que viene provocada por un impulso creador y, en consecuencia, imaginativo, que empuja a dar forma a lo vivido y, al darle forma a la vida, se la falsea" (Caballé 27). De esta manera, la teórica española entronca su reflexión a la ya bien conocida noción de identidad narrativa propuesta por Paul Ricoeur en Sí mismo como otro, en el sentido de que darle unidad a la vida mediante el relato indefectiblemente involucra la fabulación y la experiencia vivida. La vida narrada es, quiérase que no, la vida imaginada, la vida que fue, que se reconoce pasado y que se presentifica a través de la escritura2.

El yo autobiográfico que Sabato configura en su relato parece ser consciente de este impulso creador. La confesión en las "Palabras preliminares" del libro atiende las "tristes dudas" acumuladas frente a la tentativa de publicación de ese "testamento espiritual", y suma el hecho de que ahí no se encontrarán sus verdades más atroces, sino que habrá que buscar en las ficciones (pensamos en El túnel o Sobre héroes y tumbas, por ejemplo). Sin embargo, es más significativa su declaración respecto al móvil que lo conduce a publicar las páginas destinadas a la juventud, pero también a quienes, "como yo, se acercan a la muerte" (Sabato, Antes 12). Se trata de la decisión de "mi yo más profundo, el más misterioso e irracional", en todo caso uno de los tantos yoes que será posible descubrir en caso toda narrativa autobiográfica.

Este acto de desdoblamiento autorial es un rasgo, entre muchos, de la actitud inventiva del discurso autobiográfico. No obstante, habrá otros que será posible abordar, aun si lo hacemos de manera parcial, a propósito de los conceptos de pensamiento autobiográfico y cuidado de sí en el espejo fragmentado que nos legó Ernesto Sabato en Antes del fin.

El pensamiento autobiográfico: las suturas del recuerdo ante el dolor y el sufrimiento

A Demetrio Duccio se le debe el concepto de pensamiento autobiográfico en el marco de una escritura autoformativa, donde la configuración del recuerdo pasa por la necesidad del sujeto de unificar su vida y otorgarse respuestas en torno a su identidad. Vale decir que el relato autobiográfico se convierte, así, en recipiente de un volver a vivir que ya no es espontáneo, sino que se debe a procesos de autorreflexión, meditación, razonamiento e invención:

El pensamiento autobiográfico es un conjunto de operaciones cognitivas, distinguibles algunas veces entre sí, y otras veces absolutamente fundidas la una con la otra. Salen a escena acompañadas de recuerdos, como si fueran "suturas" del pensamiento en busca de sus acuerdos originales o recursivos. La mente del autobiógrafo se da cuente de que, tal como le sucede en el presente, crea y repite según una necesidad de la inteligencia (Duccio 60).

Para Duccio, el recuerdo, más que un calco proveniente de una experiencia guardada de manera fiel en algún anaquel de la memoria, es un signo que al marcar nuestra vida y al pertenecer a una red de recuerdos se convierte en determinada representación en busca de un determinado sentido, gracias al obrar de la inteligencia retrospectiva. Ese es el objetivo de toda autobiografía: la necesidad autorial de "darse uno o más significados con los que presentarse al mundo" (Duccio 60).

Por otra parte, no es menos importante el hecho de que los artífices en la modernidad del pensamiento autobiográfico son san Agustín con Confesiones, Michel de Montaigne con los Ensayos y Juan Jacobo Rousseau con Las confesiones. No obstante, semejante a lo que sucede con la historia de los géneros literarios, el pensamiento autobiográfico tiene anclajes fuertes en la antigüedad grecolatina: Horacio, Séneca y Cicerón, ellos serán los nombres claves que tenderán puentes entre su época, la era cristiana y, finalmente, la modernidad occidental:

Pero el giro que realmente reconoce un papel de identificación a la memoria tiene lugar en la era cristiana, con el nacimiento de la idea de autoconciencia y la del conocimiento como recuerdo. Para olvidar (en san Agustín) y liberarse de la vida precedente en función de la conversión; para ser sólo un testimonio discreto, casi involuntario, de que se ha vivido (en Montaigne) y relatarlo a los más íntimos; para gritar al mundo que venir al mundo y vivir implican esfuerzo, búsqueda, dolor y sólo un poco de felicidad (en Rousseau). La memoria y el olvido son los ribetes opuestos que se unen en las "suturas" autobiográficas (Duccio 64).

La última frase de la cita recupera el sentido de la metáfora del yo tejedor a fin de explicar la naturaleza del agente que surge en el texto para unir y enlazar recuerdos; para reconstruir las vivencias y levantar un faro que le permita ir en busca del sentido de la vida. Este yo tejedor hace posible la relación entre memoria y olvido en el pensamiento autobiográfico. Configurar el recuerdo en el relato implica un doble obrar: el de la memoria y el del olvido, como dos caras de una misma moneda; o mejor, como dos hilos distintos en el espacio de un mismo tejido. En Antes del fin el yo tejedor expresa:

Nunca tuve buena memoria, siempre padecí esa desventaja; pero tal vez sea una forma de recordar únicamente lo que debe ser, quizá lo más grande que nos ha sucedido en la vida, lo que tiene algún significado profundo, lo que ha sido decisivo -para bien y para mal- en este complejo, contradictorio e inexplicable viaje hacia la muerte que es la vida de cualquiera (17).

Resulta llamativo que Sabato mencione la defectuosa condición de su memoria en un discurso confesional que se debe al obrar del recuerdo acerca de instantes cruciales de su existencia.

Recuerdos del vivir en la antesala de la muerte. Del vivir in ilo tempore. Y de la preocupación por el inexorable transcurrir del tiempo en un mundo "plagado de horrores, de traiciones, de envidias; desamparos, torturas y genocidios" (Antes 12). Por ello, la preocupación sobre el tiempo que expresan nada más los títulos de los tres capítulos que componen el libro junto a las palabras preliminares y el epílogo: "Primeros tiempos y grandes decisiones", "Quizá sea el fin" y "El dolor rompe el tiempo".

Estar expuesto, no solo a la inminencia de la muerte (para ese momento Sabato cuenta con 88 años de vida) sino a las vicisitudes del olvido, es una de las tristezas mayores que confiesa el autor. Por eso, sale a favor de la memoria "como resistencia ante el devenir del tiempo" (Antes 18): "No el recuerdo de simples acontecimientos, tampoco esa memoria que sirve para almacenar información en las ahora computadoras: hablo de la necesidad de cuidar y transmitir las primigenias verdades" (18). Ahora bien, podemos coincidir con Duccio cuando en el desarrollo del concepto de pensamiento autobiográfico define al recuerdo como acción contra el olvido para "reafirmar la vida ante la inevitabilidad de la muerte" (65), si no para vencerla, por lo menos sí para alejarla.

De otra parte, Sabato, una vez se convence de que en los tiempos que corren urge preservar una memoria sobre lo vivido y lo memorable, confiesa que se propone publicar lo que también considera es su legado. Ese valor memorial, rasgo muy propio del discurso autobiográfico, está en consonancia con la imagen del anciano de la tribu, en quien reposa la sabiduría ancestral sobre los mitos, las leyendas y los hechos fundamentales de la existencia: "el nacimiento, el dolor, el amor y la muerte" (Antes 19).

En este sentido, el yo tejedor provocará suturas al seleccionar acontecimientos, mezclar otros, aceptar la contradicción y la fragmentación de una memoria difusa, volátil "en una desesperada búsqueda de la verdad" (Antes 19). En la doble temporalidad del relato de Sabato (quien evoca los años de infancia, de adolescencia, de formación científica y vocación literaria en Argentina y en Europa, y de forma simultánea comparte sus reflexiones en torno a su mundo y su época presentes) esa búsqueda pasa, más que por la verdad, por el hallazgo de sentido en medio de "la opacidad de lo cotidiano, donde los ancianos sabemos que la vida es imperfecta" (Antes 35). Para Sabato, lo que salvará al ser humano del infierno del relativismo es la conexión con el Absoluto y la vuelta al Hombre Nuevo, que "urge rescatar de los escombros de la historia" (202). Pero lo más importante, que puede palpar en la música de Brahms o en lo que subyace de eterno en el gran arte. Para Sabato, el Absoluto quizá tenga que ver con la resonancia de la divinidad que late en el ser humano, algo de la perdida armonía entre este y el cosmos; un ser humano avasallado, en el contexto de los "Tiempos Modernos", por el racionalismo, el materialismo, el individualismo, la globalización, el maquinismo, el delirio tecnológico y el hambre de poder de la especie humana contra sí misma.

En este sentido, el pensamiento autobiográfico expresado por el yo tejedor en Sabato está más cercano a san Agustín que a Montaigne y Rousseau, pues, mientras estos enfilan sus plumas hacia el placer de narrar y al diálogo con la sociedad civil -que de algún modo en Sabato aparece, dado que su destinatario ideal es la juventud-, el autor de Confesiones, bien señala Duccio, se dirige a una entidad superior, muy similar a ese Absoluto que menciona Sabato en su obra, y hacia cuyo posible encuentro él es conducido por el sufrimiento y el dolor que lo laceran luego de la muerte trágica de su hijo Jorge Federico. Sabato dialoga con san Agustín de esta manera: "Y así como (Antonio) Machado ha dicho que ha buscado a Dios entre la niebla, en mi propia búsqueda he encontrado, en algunos de los pasajes de Las Confesiones de san Agustín, una puerta que se entreabre, dejándonos el reflujo de una luz" (Antes 189).

Ahora bien, el pensamiento autobiográfico que se despliega en las memorias, las autobiografías y los diarios íntimos proyecta dos tipos de deseos en función de una expresividad: "El deseo de trama y la necesidad de conversar'" (Duccio 70). El hecho de que Sabato se refiera a experiencias vividas y a personajes conocidos (por ejemplo, el periplo en la Universidad de La Plata, su encuentro decisivo con el maestro Pedro Henríquez Ureña, para no hablar de los esposos Curie y la estancia en Francia donde interactuó con el surrealismo, o su crucial participación en el Informe Nunca Más sobre las atrocidades de la dictadura militar argentina) no oculta otra faceta de su discurso autobiográfico: la de ofrecer reflexiones a propósito de los significados que se desprenden de las experiencias vividas. Y en esto radica la clave de la identidad revelada en la autobiografía, no algo unificado y estable sino el entrecruzamiento de lo recordado y de lo olvidado: "De todo aquello que hemos incluido y excluido, de lo que hemos o no hemos llegado a ser, de aquellas pocas cosas que hemos afrontado cuando intentábamos encontrar una trayectoria existencial suficientemente ligada a razones prácticas o ideales, o bien, a las muchas cosas que no hemos conseguido coordinar, conservar para siempre o racionalizar como queríamos" (Duccio 72).

Desde la óptica del pensamiento autobiográfico, Antes del fin ofrece la posibilidad de encontrarnos con la experiencia y la reflexión entre desesperanzada y optimista de un Ernesto Sabato situado en trance de muerte y olvido. Esta situación límite es la que potencia la escritura íntima hacia la configuración del recuerdo y la identidad en el contexto de tiempos sombríos. Sin embargo, en el interior del discurso autobiográfico jamás habrá una verdad estable, sino, más bien, un cúmulo de interpretaciones con base en la multiplicidad de yos (archipiélagos deyos, menciona Duccio) que van apareciendo en la polifonía textual: el niño, el estudiante, el científico, el artista, el defensor de los derechos humanos, el padre sin hijo, el esposo y el viejo viudo y abandonado sufriente de los últimos años. Todo ello constituye el archipiélago de Ernestos conservados y perdidos que le dan multiplicidad al fisurado rostro autobiográfico.

Escritura autobiográfica, senectud y cuidado de sí

En este tercer apartado nos interesa reconocer el valor memorial de la escritura autobiográfica y su relación con el cuidado de sí dentro del marco existencial que llamamos senectud. Para Ernesto Sabato, quien al publicar Antes del fin se acerca a los 90 años, el valor memorial tiene la distinción que le otorga Karl Weintraub, es decir, contener el sello auténtico de la autobiografía en tanto que punto de vista retrospectivo, lo cual sitúa al autor frente al camino transitado para dotar de "significado interpretativo a su propio pasado" (Weintraub 24).

Creemos que este repliegue en lo subjetivo de un autor que llega al pináculo de su trayectoria literaria (en el año 2000, después de Antes del fin, se publica La resistencia, su último libro, con clara intencionalidad ensayística y confesional) es coherente con la imagen del Viejo Sabio que, atravesado por la convicción personal de contar con una memoria endeble, recuerda haber emprendido siempre aquella obstinada búsqueda de la verdad.

Para Sabato, pronunciarse antes de que todo acabe; antes de que el mundo de los valores sucumba frente al afán de la técnica, el hiperdesarrollo y la deshumanización, es un compromiso moral que se une al valor memorial, ese mecanismo auto-cognoscitivo cuyo programa es la reconstrucción de un pasado marcado por la pérdida filial y la contradicción vocacional, con tintes de imperativo ético una obligación moral a fin de darle inteligibilidad a esa realidad donde "bajo los escombros de la historia" se esconde el Hombre Nuevo.

La letanía quejumbrosa del Viejo Sabio Sabato parece contradecir la imagen que proyecta de la senectud, por ejemplo, uno de los autores precursores del pensamiento autobiográfico, ahora desde la epístola moral y en el contexto filosófico del estoicismo: Lucio Anneo Séneca, quien a sus 63 años y en ocasión de una de las cartas abiertas dirigidas a Lucilio escribe:

Que mi vejez se me haga patente a dondequiera que me dirijo. Démosle un abrazo y acariciémosla; está llena de encantos, con tal que sepamos servirnos de ella. La fruta es muy sabrosa cuando está terminando la cosecha. El final de la infancia ofrece el máximo atractivo. A los aficionados al vino les deleita la última copa, aquella que les pone en situación, que da el toque final a la embriaguez (Séneca, Libro I 12).

Para Séneca, el encanto final del periplo de la vida adviene en la vejez, tiempo en el cual las pasiones y los placeres se agotaron, de modo que la copa de vid postrera sabe mejor que cualquier convite de los tiempos juveniles. En la escritura de Sabato emergería, en principio, lo contrario: la senectud implica sufrimiento, olvido, una batalla al parecer inútil en favor del Absoluto y una conciencia de estar doblemente exiliado, primero, en los vestigios en ruinas de su patria, Argentina, y, segundo, en la escisión dolorosa de lo que fue aquella unidad primordial entre el ser humano y el cosmos. Para Sabato, en Antes del fin, la senectud sería el lugar del derrotado, del humillado y ofendido; del escritor que rememora su existencia en las líneas de un testamento con un destinatario desesperado que tiene, sin embargo, un destinatario similar al Lucilio de Séneca: los jóvenes.

Entonces, la escritura memorial de Sabato se antepone a las circunstancias funestas que atraviesan esta vida en senectud, porque ella es en sí un acto de fe en el poder transformador y revulsivo de las nuevas generaciones, como también un llamado o un clamor que ayude a superar la desilusión: "No quiero morirme sin decirles estas palabras. Tengo fe en ustedes" y "No podemos hundirnos en la depresión, porque es, de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos encerremos con cada vez más seguridad en nuestros hogares" (Antes 195). Son declaraciones performativas que intentan afectar la voluntad de quienes recibirán estas páginas más allá de la muerte de su autor. Defender la vida, sobreponerse a los apetitos del poder, reencauzar la solidaridad y la compasión en un mundo donde campean el hambre y la pauperización de la condición humana es el mandato de esta escritura muy propia del espacio biográfico, el cual se entiende más bien como trama simbólica y epocal donde las formas discursivas proyectan un horizonte de inteligibilidad para la comprensión de la subjetividad contemporánea (Ar-fuch La vida).

Antes del fin, en contra de lo que encontramos en la superficie y que conduciría a encasillarlo dentro del compartimento de la resignación o la renuncia, funge de receptáculo de una memoria recobrada "para encontrar un sentido de trascendencia en este mundo plagado de horrores, de traiciones, de envidias; desamparos, torturas y genocidios" (12). Y es aquí donde Sabato, replegado en la subjetividad para echar luz sobre lo vivido y encontrar el camino que permita sobrellevar el sufrimiento ante tiempos sombríos, se permite iluminar el horizonte desde el reconocimiento de su vocación literaria porque, en consonancia con Novalis y Dostoievski y con el feroz combate interior entre lo diurno y lo nocturno, "La literatura me permitió expresar horribles y contradictorias manifestaciones de mi alma, que en ese oscuro territorio ambiguo, pero siempre verdadero, se pelean como enemigos mortales" (71).

El pensamiento autobiográfico del yo tejedor en Sabato propone un fecundo diálogo entre la vocación literaria, el testamento con valor memorial y la idea de cuidado -la cual surge en la antigüedad grecorromana y sufre transformaciones en el contexto del cristianismo-, podríamos hacer extensiva a nuestra época desde la propuesta de sentido de las "Literaturas del Yo". De algún modo, más que ser enanos a hombros de gigantes, autores del renombre de Sabato recogen la posta o el testigo de aquel precepto clásico para reconfigurarlo en la escritura autobiográfica al tenor de los cambiantes tiempos modernos.

Sabemos que el cuidado de sí engloba un grupo de prácticas ligadas a la hermenéutica del yo en la filosofía grecorromana y en la espiritualidad cristiana, tal como lo aprendimos de Michel Foucault en las conferencias de Hermenéutica del sujeto y de los seminarios transcritos en Tecnologías del yo, donde el filósofo francés aborda con mayor fondo la cuestión de la subjetividad. El cuidado de sí (epimelësthai sautou), aquello que implica subjetivamente la "inquietud de sí" o "el sentirse preocupado, inquieto por sí" (Foucault, Tecnologías 50) era un precepto regulador de la conducta social y del arte de la vida en la polis, pero que en razón de Foucault la contemporaneidad filosófica puso en segundo plano ante la relevancia de otro principio edificante, "Conócete a ti mismo" (gnothi sauton).

En Grecia y en Roma, desde Platón a Jenofonte, pasando por Epicuro, Diógenes Laercio, Rufus, Galeno y el mismo Séneca, este cuidado de sí -que tuvo una transformación importante en la Edad Media, al entenderse desde el ascetismo cristiano como renuncia al matrimonio, al mundo y a la carne para abrazar la virginidad que garantiza el paso hacia la inmortalidad-desplegado como una nueva experiencia del yo en la escritura de los diálogos platónicos, de las cartas abiertas y de otras modalidades textuales propias de la literatura apotegmática tiene, en síntesis, una triple función auto-cognoscitiva, aleccionadora y terapéutica: ocuparse de sí para encontrar las verdades que mueven la existencia y compartir dicha búsqueda personal a través de la escritura, implicando al otro y proponiéndole una transformación de su conducta, de modo tal que también conlleva a suturar aquello que el alma necesitaría reparar.

Con el tiempo, el cuidado de sí traducirá un cuidado médico, al punto de que el precepto hará del sujeto "un médico de sí mismo".

Para nuestros intereses resulta bien útil, en relación con la dimensión autobiográfica de Antes del fin, constatar cómo el cuidado de sí o la ocupación de sí excede cualquier condición en términos de edad. Siguiendo a Epicuro, Foucault entiende que "Uno debería filosofar cuando es joven y también cuando es viejo. Era una tarea que había que cumplir a lo largo de toda la vida. Las enseñanzas sobre la vida cotidiana se organizaban alrededor del cuidado de sí con el fin de ayudar a cada miembro del grupo en la obra mutua de salvación" (Tecnologías 53).

Por otra parte, el cuidado de sí -como escribe Foucault-, en la cultura del sí mismo, implica una ascesis, un saber del sujeto o un saber espiritual "que sirve como preparación para un futuro incierto, para poder resistir a lo que venga" (Hermenéutica 94). Por esto, el compromiso del sujeto con la verdad, en cuya comunicación manifiesta una ética que implica su relación con el otro a partir de otra noción igualmente importante: laparresía (el "hablar franco", recordará Foucault), un cierto modo apropiado del decir del maestro hacia el discípulo en una doble dirección: la cualidad moral y los procedimientos técnicos de lo dicho. La parresía habla de una obligación hacia la verdad que influirá en la naturaleza de la confesión, a la manera de san Agustín, que evoca Sabato en Antes del fin. Dice Foucault:

Al abrirse al otro ejerce sobre él sin duda una influencia, pero esta apertura proviene de su generosidad, no se plantea ningún interés respecto a su propio bienestar, cosa que no sucede en el caso de la retórica en donde el que habla pretende persuadir. Existe una cierta transferencia de la parresía del maestro a la de los discípulos. En el círculo epicúreo existe la obligación de decir la verdad: abro a los otros la verdad de mi propia alma, debo responder con un discurso verdadero. De aquí proviene la confesión cristiana (Hermenéutica 99-100).

Sin la pretensión de agotar el tema del cuidado de sí, nos parece pertinente contrastar el precepto hermenéutico frente a lo dicho por Sabato sobre todo en el epílogo de su libro. Hablamos del "Pacto entre derrotados", donde la dimensión dialogal del texto autobiográfico se hace explícita ("Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran en la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven"), a la vez que lo performativo de la confesión de parte establece un llamado, gracias a la "transferencia de la parresía", a sobreponerse a la depresión y a defender la vida; incluso, aceptando que él se mueve entre la desesperación y la esperanza, a despecho de quienes no creen en el poder trasformador de la juventud de su tiempo, llama a resistir con pasión ("Sólo lo que se hace apasionadamente merece nuestro afán, lo demás no vale la pena") y a abrazar un compromiso: "Salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante" (Antes 204).

A este punto resulta pertinente acercarnos a la actitud vital e intelectual del Ernesto Sa-bato octogenario, a cuyo haber tiene aquel impulso confesional con valor memorial del que ya hablamos. Quizá sea revelador para justificar las razones por las cuales Sabato no solo deriva en el recuerdo, sino que lanza una carta de navegación para el futuro -que tendría en los jóvenes a sus grandes timoneles- acercarnos al pensamiento sobre la vejez rumiado por Norberto Bobbio en De senectute. Para el filósofo italiano, hablar de sí es una condición bastante particular de la vejez, tiempo durante el cual se exacerba el interés por el pasado; por pensarlo, examinarlo, recrearlo. Pareciera, en consecuencia, que la preocupación por el futuro no cuenta demasiado ante la inminencia de la muerte y la corta duración de este frente a la vastedad de lo vivido. Bobbio parece coincidir con la intención escritural de Sabato al decir: "El mundo de los viejos, de todos los viejos, es, de forma más o menos intensa, el mundo de la memoria. Se dice: al final eres lo que has pensado, amado, realizado. Yo añadiría: eres lo que recuerdas" (Bobbio 41).

La recuperación que del pasado emprende Sabato (la infancia, la muerte del hermano Ernesto, la vida rural en Rojas, su formación escolar en La Plata, el viaje a Francia y el hallazgo de la vocación literaria por encima de la vocación científica; de nuevo la enfermedad, esta vez de Matilde, su esposa, y la muerte de su hijo Jorge Federico, así como la situación de Argentina en el tiempo del presente de su escritura) es solidaria con la idea de "vejez melancólica", atravesada por la consciencia de lo alcanzado, pero también por lo que en definitiva es inalcanzable (Bobbio 42). En Sabato, al menos por las declaraciones de su "Pacto entre derrotados", donde se resiente desde el escepticismo contra la banalidad y los totalitarismos -a los cuales habría que enfrentar desde una "actitud anarcocristiana" (Antes 201) -, hallamos, mejor, una vejez melancólica utopista.

Pero sobre todo, el "Pacto entre derrotados" representa, dentro del cuidado de sí, la respuesta que desde el pensamiento y la escritura autobiográfica proporciona la existencia para continuar más allá de la angustiosa depresión y la derrota frente al golpe inesperado de la muerte del hijo Jorge Federico tras un accidente automovilístico sucedido en 1995. Podemos suponer que entre esta fecha y la escritura de Antes del fin Sabato no tuvo otra tarea distinta que intentar comprender la arbitraria atrocidad de la muerte de su hijo mayor:

Desde que Jorge Federico ha muerto todo se ha derrumbado, y pasados varios días, no logro sobreponerme a esta opresión que me ahoga.

Como perdido en una selva oscura y solitaria, busco en vano superar la invencible tristeza. Antes -¿cuándo antes?: antes de que este desastre ocurriera-, en momentos de depresión, pasaba horas en mi estudio de pintura, trabajando en algún cuadro hasta que la desolación se iba. Pero ahora el tiempo se ha detenido. La angustia permanece y me siento abandonado en el inconmensurable desierto de estas cuatro paredes (Antes 159).

Luego de traer de la memoria los desgarradores versos del poeta peruano César Vallejo en Los heraldos negros ("Hay golpes en la vida tan duros, / golpes como del odio de Dios" [sic]), en la escritura trasluce el desasosiego y el abandono de la divinidad, aun cuando entre líneas podemos ver la dimensión terapéutica y curativa de este acto de escritura. Bajo el peso de la temporalidad y apelando a su memoria, Sabato prolonga su existencia, se reencuentra con la escritura para cuidar de sí, a pesar de estas desgarradoras frases:

El pensamiento se me hunde en el desgarro. ¿Hacia dónde se han vuelto ahora las palabras? Daría todos mis libros -qué pobres, qué ridículos, qué precarios, qué inválidos, qué nada al lado de esta pérdida- y daría mi prestigio, ese prestigio que tanto pongo entre comillas, y los honores y las condecoraciones, por recuperar la cercanía de Jorgito (Antes 161).

Un rasgo que ayuda a entender esta particular alianza entre vejez y utopía es el amor; en concreto, la compañía y el apoyo que para Sabato significa la presencia de Elvira González Fraga en su vida. Tras la postración de Matilde (Matilde Marta Kusminsky Richter, poeta y su esposa durante siete décadas, a quien el autor dedica las páginas de Uno y el Universo y uno de cuyos poemas aparece en Antes del fin), Elvira ocupa un sitio importante en las palabras que aquí nos ocupan. Luego de una caminata por Buenos Aires, Sabato dice haber caído en una profunda depresión, de la cual será Elvira quien lo rescate. Vale decir que Elvira González Fraga (quien dirige la Fundación Ernesto Sabato, a lo cual volveremos en este artículo) no se agota aquí, pues, ha sido un bastión moral tanto para él como para Matilde, postrada por su larga y dura enfermedad; ha acompañado a Sabato en algunos compromisos institucionales, entre ellos la recepción del Premio Menéndez y Pelayo en España. La vemos como su vigía y su cayado, tanto en asuntos cotidianos de la vida como en la puesta a punto de sus manuscritos. De algún modo, encarna el faro con el cual Sabato atisba el porvenir desde su angustia, pero también desde un particular mirador esperanzado.

Por otra parte, ¿por qué evocará a Gandhi, al poeta español León Felipe, al "estoico" (Ernesto) Guevara y a los estudiantes masacrados durante los sucesos de junio de 1989 en la plaza de Tian'anmen de Beijing? Justamente porque son emblemas, con su martirio, de la batalla por ciertos ideales de cambio, de luz hacia el llamado Hombre Nuevo, de una insurrección permanente. A criterio de Sabato, podemos leer entre líneas que estas muertes deberían representar para los jóvenes no solo faros en el camino para que la vida renazca sino ejemplos para aprovechar el tiempo por venir. Sabato, desde la vejez melancólica utopista, se reafirma ambicioso y soñador, antes que claudicante o resignado en medio de la agonía de un mundo que parece tocar fondo: "Debés perdonarme; a pesar de los años, no puedo evitar ser desmesurado en lo que considero fundamental" (Antes 204). Extrapolando la idea a la música, pensamos que no se tratará de que a los jóvenes los despierten "cuando pase el temblor" sino de que ellos asuman el vértigo tras el que se anuncian las grandes transformaciones vitales. El compromiso moral con la época implicaría emular el gesto superior de héroes y mártires que en los tiempos oscuros supieron moverse entre tinieblas. El final no puede ser más elocuente: "Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido" (Antes 205).

Conclusión

La inflexión autobiográfica en la obra de Ernesto Sabato es visible en la escritura de muchas de sus obras, especialmente en Uno y el Universo (1945), El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979), Antes del fin (1998) y La resistencia (1999). La mayoría de los pensamientos, aforismos, ensayos y otros devenires provienen de la estancia del escritor en Santos Lugares y obedecen, según criterio expresado en prólogos o justificaciones, a su voluntad de entender el mundo de la creación ficcional y comprender el universo contradictorio de sus cavilaciones, dudas y fisuras internas. Se trata de un devenir trágico que cree compartir con el ser humano de todos los tiempos. Su escritura autobiográfica, que en muchos tramos define la modulación de algunos de sus ensayos, tiende puentes entre sí mismo y el mundo; entre su vocación y las multitudes amenazadas por distintos poderes que destierran la libertad y siembran desesperanza; tiende lazos esta actitud confesional entre el pasado vivido y la ansiedad de un futuro que Sabato invita a asumir con rebeldía desde la voluntad de los jóvenes, los destinatarios perplejos de su lección subjetiva.

El proyecto autobiográfico de Sabato en Antes del fin, con la "palabra a viva voz" -para decirlo con María Zambrano (26) a propósito de la confesión- intenta reconstruir, como bien decimos al inicio, una imagen de sí, un rasgo de identidad que traza puntadas desde la vejez melancólica utopista a partir de las vivencias infantiles, vocacionales y afectivas de su esfera privada, con vínculo respecto a aspectos trascendentales de la esfera pública política, científica y literaria de Occidente en el siglo XX, de la cual Sabato fue un testigo excepcional y a la que busca encontrar sentido una vez llega a la cúspide de la existencia.

María Zambrano constata que, en su calidad de género literario, la Confesión sucede porque el sujeto abre un camino hacia la autocomprensión al advertirse en su ser errático, incompleto y contradictorio:

La Confesión es el lenguaje de alguien que no ha borrado su condición de sujeto; es el lenguaje del sujeto en cuanto tal. No son sus sentimientos, ni sus anhelos siquiera, ni aun sus esperanzas; son sencillamente sus conatos de ser. Es un acto en el que sujeto se revela a sí mismo, por horror de su ser a medias y en confusión (29).

De esta manera, podemos decir que el yo tejedor en Sabato, ante la terrible comprensión de que "la vida se hace en borrador, y no nos es dado corregir sus páginas" (Antes 99), se propone establecer las "suturas" que a la postre nos ponen frente al cuidado de sí, que es también un cuidado del otro (quizá la faceta crucial de la parresía), un interés porque este también asuma con valor su destino en un mundo donde el hiperdesarrollo técnico-instrumental, a criterio del autor, agudiza el proceso de deshumanización.

En todo caso, la utopía que persigue Sabato es la reparación de la escisión entre el ser humano y el cosmos, ir en busca del Absoluto, un imposible para la escritura autobiográfica, que obra en medio de la diáspora de un sujeto fisurado y fragmentado donde habita una legión de yoes. De ahí que el escritor argentino, pasada una década de su desaparición, reafirme ante nosotros su condición de contemporáneo, en la prosa ficcional y en la escritura de sí, desde la cual sigue dando lecciones de sapiencia y resistencia. Su fe en la utopía y la obligación propia para tomar riesgos en función del otro, buscando entablar sincera comunión con todos los seres humanos, quedan inscritos no solo en su obra sino también en el espíritu de la Fundación Ernesto Sabato (http://www.fundacionernestosabato.org/index.php), en esa praxis vital que en 2002, y en compañía de Elvira González Fraga, le llevó a crear este espacio cultural, social y educativo, "como un intento de sumarnos al gran movimiento mundial que lucha, en este momento decisivo de la historia, para salvar los valores que engrandecen a la humanidad" (González Fraga y Sabato Carta, párr. 4) porque "estos movimientos, acá y en el mundo, son la mayor esperanza que tengo en estos años finales, y quiero poner todo mi ánimo para que, cuando yo no esté, nuestra Fundación pueda seguir sumándose a este despertar colectivo en el que creo profundamente". (párr. 8).

Ernesto Sabato culminaba así, antes de publicar su último ensayo, La resistencia (1999), una trayectoria autorial que en el fondo proyectó un profundo y sincero compromiso con su obra y con la condición humana. De algún modo, esto reafirma su tentativa en torno al cuidado de sí para cuidar del otro y frente a la parresía, ese abrazo de la Verdad que le enseñó a buscar la ciencia y a defender su hermano Humberto; esa Verdad que, en tensión con los poderes reduccionistas de la tecnocracia y las tiranías, buscan hombres y mujeres de todos los tiempos

Referencias

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1 Sobre la distinción o indistinción entre autobiografía y memoria conviene decir: 1) ambas manifestaciones confesionales están reguladas por "el arraigamiento de lo autobiográfico" sobre todo a finales del siglo XX (Caballé 25), cuando se produce la diseminación de los límites que históricamente tuvieron los llamados géneros biográficos, y esto por la fusión entre verdad e invención; entre hechos vividos y fabulación subjetiva, además del comprobado carácter autorreferencial de aquellas formas insertas en el espacio biográfico (Arfuch 2002); 2) autobiografía y memorias son hermanas de un mismo patrón: la necesidad de hablar de uno mismo, de unificar ciertos hechos vividos, de rememorarlos buscando también una verdad para sí, a la vez que se configuran a partir de recuerdos e invenciones respecto a un pasado que no existe. Desde el punto de vista formal, estas manifestaciones autorreferenciales se oponen con más claridad a la configuración textual que ofrecen la carta, el diario o el autorretrato, siendo todas modalidades del espacio biográfico. Por ello, hoy resulta insuficiente apoyarse, para distinguir a la autobiografía de las memorias, en que mientras estas propenden por una rememoración de la vida más fiel a los hechos, aquella le apunta a la intromisión ficcional, o bien que las Memorias tienden a vincular más al Yo con la Historia, y la autobiografía no. En Sabato, por ejemplo, los planos de la realidad concreta y el imaginario personal se superponen, haciendo estallar el prurito cronológico que caracterizó a la más clásica forma de las Memorias.En este sentido, los estudiosos de la Literatura del Yo coinciden en afirmar que los límites entre autobiografía y memorias son muy tenues al ser formas híbridas, donde lo que cuenta son los rasgos distintivos que les son comunes: el valor memorial y la identidad narrativa (Ricoeur).

2Es un hecho que dentro del sistema literario latinoamericano (y esto lo desconoce Manrique Sabogal en su artículo de 2008) Ernesto Sabato es un escritor que mucho antes de que acontezca aquel "asalto del yo" en las letras continentales ya había puesto en el centro de su escritura la voz y la mirada desde la subjetividad, asumiendo en lo ensayístico y en lo narrativo el rastro confesional. Desde la publicación de Uno y el Universo (1945) hasta el cierre que Abaddón el exterminador (1974) implica para la trilogía que conformaría junto a El túnel (1948) e Informe sobre ciegos (1966), Sabato muestra interés por comprender su lugar en el mundo (y la deriva "tecnolátrica" del mundo contemporáneo) a partir de esa segunda lectura de la experiencia que implica el discurso autobiográfico, pensando en reconstruir cierta unidad perdida y restituir el sentido de la existencia. En esta línea es elocuente el autor al decir que Uno y el Universo es un libro acerca de un tránsito donde él abandona el reino, estable de la ciencia y asume caminar por el inestable terreno de la conjetura, pensando además que la finalidad última de la reflexión es la búsqueda de sí: "Uno se embarca hacia tierras lejanas, o busca el conocimiento de hombres, o indaga la naturaleza, o busca a Dios; después se advierte que el fantasma que se perseguía era Uno mismo" (Uno 75).

Citar: Urriago Benítez, Hernando. "Ernesto Sabato Antes del fin: pensamiento autobiográfico y cuidado de sí". La Palabra, núm. 45, 2023, e14684 https://doi.org/10.19053/01218530.n45.2023.14684

Recibido: 28 de Julio de 2022; Aprobado: 10 de Octubre de 2022; Publicado: 11 de Marzo de 2023

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Artículo de investigación producto de la Propuesta de Investigación Vidas Narradas: convergencias discursivas en el espacio biográfico desde las literaturas del yo en Colombia y América Latina (CI-4418, Vicerrectoría de Investigaciones, Universidad del Valle) desarrollada en el Grupo de investigación Autores Colombianos y Latinoamericanos de la universidad del Valle (Categoría B, Colciencias)

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