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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.24 no.2 Bogotá July/Dec. 2022  Epub Aug 23, 2022

https://doi.org/10.15446/lthc.v24n2.102264 

Traducciones

El muerto y las aves1

Laura Ataide1 

1 Yapú, Vaupés, Colombia


Ñe jĩco numiõ nijaco cõ manᵾ mena nijacufo cõ manᵾ mena niri iña cõ manᵾ día veo coajaqui cõre día veori iña, cõ manᵾ diaveocoajacᵾ diaveori iña diaveori utígome tiva mũ ĩjacᵾ cõ manᵾ, tero ĩ cõre ti yua diarijiro mᵾre terora ñe waí jecũricu nicõricu ĩjacᵾ cᵾ̃ watí, catigᵾbiro bicõricu yᵾ cõre cᵾ̃ nᵾmo niricore.

Itĩara fonafetijacᵾ watibokᵾ, itĩara fona cᵾtiri iña tero mᵾ̃re catigᵾre bigᵾra mᵾre waí jĩaeca ticõnigᵾ̃da yᵾ: dajiá, waí jejõ nᵾnᵾa vagᵾda yᵾ ĩjacᵾ cõre. Cᵾ̃ ĩri iña bayiró aᵾa funirĩ iña fetá fᵾ bᵾava cõ fonamena waí vefaja, waí vefajari iña dajiá cõcã vajari iña, umú jotoafᵾ jefeo jacᵾ cᵾ̃: dajiá, afᵾ̃ara ñivã fõroã ĩricarã jefeojacᵾ cᵾ̃ watibokᵾ. ¿Biri iña ñi vᵾ̃no jefeoti cᵾ̃? Ĩjacufa cᵾ̃ fona cõre facore. Mᵾja facᵾ watí niqui, watí, watí tijaqui ĩjacufo cõ fonare, jᵾ̃ ĩjojacufa.

Cᵾ̃ja jᵾ̃ ĩ terora cᵾ̃ja cãre je mava doa eca cᵾjare tirucujacufome tiri iña tero aferᵾmᵾ terora cõre ticõnijacᵾ umú jotoafᵾ jefeó: dajiara, afᵾ̃ara, waí tijacᵾ̃. Aferᵾmᵾterora, aferᵾmᵾterora aferᵾmᵾ cᵾ̃jaca vaari iña jitátufarifᵾre ᵾtacũjacᵾ cᵾ, ᵾtacũri iña ĩjacufo te cᵾ̃ ᵾtacũriquere iñari ĩjacufo nᵾmo nirico catigᵾrebirora vagᵾda yᵾ mᵾcã ĩricaro birora anõ ᵾtacũtimᵾ̃, ĩjaco, watirena vade mᵾ̃ baú gᵾmerena vadecõamᵾ̃ ĩjana cᵾ̃ fona, cᵾ̃jaca tero ĩri iña, ajiajacᵾ cᵾ̃, ajiá ticõri yua cᵾ̃jare ñe barique cᵾ̃jare ama jᵾobatijaco cõ yua cᵾ̃jare vimarare yua terora aᵾa boari iña cᵾ̃jare tutí buené tijõricujaco ti iña, tero ti mᵾ̃ vimarare ĩ yua cᵾ̃ watibokᵾ yua diquea, ĩja dajiá cᵾ̃ ĩriquere tinᵾnᵾa wajacᵾ omacᵾ̃ jacᵾ yua dajiá jibirara, jejajãcᵾ, añara, fequeara, eriara tijacᵾ cᵾ̃jare jejã fetoajã, fetoajã, fetoajã ofabafᵾ yua fetoajã, fetoajã jotoare wai feojacᵾ cᵾ̃ yua, waí jefeo cõa.

Había una vez una mujer que vivía con su marido. Un día el marido murió. Pero él, en vida, le dijo que cuando muriera no lo llorara porque iba a estar con ella como si estuviera vivo. Él le llevaría pescado y todo lo que necesitara.

La mujer tenía tres hijos con el señor watibokú.2 Por eso, watibokú, el espíritu, iba a estar pescando y enviándole camarones y pescado con frecuencia. Un día, tuvieron mucha hambre y la señora bajó al puerto con los tres niños. Allí pescaban y comían camarones. Cuando el espíritu del esposo vio que ella estaba pescando y recogiendo camarones, él también recogía cangrejos y camarones y los ponía en un palo caído, al lado del río. Los niños veían que aparecían esos cangrejos y camarones y le preguntaron a la madre quién ponía los pescados sobre la madera. Ella respondió que tal vez era el espíritu del papá o era un espíritu, un muerto.

Los niños recogieron toda la pesca del padre, se fueron para la casa y la madre cocinó y dio de comer a los niños. Cada vez que ella iba al río a recoger camarones, el watibokú le dejaba los pescados sobre un lugar que ella viera, como la madera de los árboles caídos. Un día, cuando ella fue a buscar los pescados, él hizo lo de siempre: dejar los camarones sobre los palos. Esa vez, la playa del río quedó con la huella del espíritu. La mujer, al ver la huella, les dijo a los niños como si estuviera hablando con él: "estás cumpliendo lo que me dijiste antes de morir". Entonces, los hijos al escuchar esto le preguntaron a la mamá por qué hablaba con muertos invisibles, como reprochándole que estuviera loca. Entonces, el espíritu, padre de los niños, escuchó lo que los niños decían y se enojó. La mamá también enfureció y no les volvió a dar comida a los niños. Ella dejó de ir a pescar y de conseguir comida. Solo los rezongaba y los enviaba al puerto. El espíritu watibokú vio que ella hacía eso, entonces él les conseguía caloches,3 camarones, como había prometido en vida. Dejaba esa comida para los niños. También cogía serpientes cazadoras4 para ellos y las envolvía en hojas y las dejaba en un catarijano5 y encima ponía los pescados.

Ñamí naĩ cumurite, ñe jãva jacᵾ cᵾ̃ nᵾmo fᵾtofᵾ, nᵾmonirico fᵾtofᵾ yua vimara, naĩ ñacumuriterena, vimara caniraja mᵾja, ĩjacufo facò, tero ĩri iña canicoaricujana. Aferimᵾ terora cᵾ̃jare ĩcojaco. Ĩri iña dero tigo manirẽ tero ĩafeticõ manifaco, manifacᵾ jirorire ĩjacufa. Tero ĩri jicᵾ̃ yua caniatigᵾra yua cᵾ̃jare duti iñajacᵾ. Watí jãvacᵾ yua ofa baa vᵾcamena ti umajãvajacᵾ cᵾ̃, umajãvari iña, cᵾ̃re iña.

“Caní, caní” ĩjacᵾ. “Caní, caní, caní”, ĩjaco. Cõcã canicoama cᵾ̃jame vimarã ĩjacufo. Tero ĩri jãva ñe cᵾ̃jare joe ecajaco cõa yua cᵾ̃re yua añurabadore cᵾ̃re yua watibokᵾre joe eca ti, cᵾ̃ fona niricãra fera yua fẽquea ĩja yᵾca ĩjara, cᵾ̃jare fẽe ecajacufo yua, ñenore manire ecajõri tero bire ti ti cõ.

Ĩ yua jᵾticoajana bᵾri cᵾ̃ja, jᵾtí cᵾ̃ja ᵾnaricaburifᵾ iñaravajana yua, tofᵾ ofacoríi una baterique nijato: aña cajerí, añanᵾ̃tᵾ̃, fequea. Teroticõ ñeno ñivᵾ̃ no niti cᵾja ĩ, ajiajana cᵾja te iñajõri ñenoo ñivũnore manᵾcᵾticõri tiafe yoqueoti cõ yoqueti cõ ĩjacufa yua cõfona yua, ĩ ajiajacᵾ nijᵾogᵾ ajia iña jacᵾ duticorĩ cõre, iñajacᵾ cᵾ̃ yua, wejé va coajaco wejé wa quĩ duá tuado ñuca fio ti, día cãdo jee ticõri cᵾ̃re tiãjacufo cõ cᵾ̃re watibokᵾre, cᵾ̃ja fera ocomena fio ayiorique mena ti ifitiatirije cᵾ̃jare tĩa tijaco fonare.

Tiri iña tero ticomõ cõ manirẽ ĩ, ñivᵾ̃nore tiãti cõ ĩjana, tĩa jĩarada ĩra yua ñe tijacufa cᵾ̃ja yua watibokᵾre, ti ñe wejé va ti utijacufa cᵾ̃ja cᵾ̃jacã, utiri iña yua, cᵾ̃jare bafe acubuenecõa tijaco bueri terire yua aᵾa boara utirucujana, cᵾ̃fe comena caniricujacᵾ yua watibokᵾ fe yua cᵾre viti vajato ira, cᵾ̃jare vimarare bafe acuviene vᵾaraja, vᵾaraja, vᵾaraja cᵾ̃jare ĩjacufo cõ faco.

Cõcã ĩri vᵾara buaba jĩcᵾ̃ vᵾatigura ni ᵾ̃mamadori iña iña dutijacᵾ cᵾ̃, watire watibokᵾrena ñe viti vajato ĩra bafe acũviene manire titi cõ, ñañagõfeti ĩjacᵾ iri iña mava cõ ca wejé vari iña cᵾ̃jaca yua.

El espíritu llegaba en las tardecitas a la casa de la mujer. Ella mandaba a los niños a dormir temprano y ellos obedecían. Día tras día pasaba lo mismo: ella los mandaba a dormir y ellos dormían. Ellos se preguntaron un día: "¿por qué nuestra propia mamá nos hace eso, después de haber muerto nuestro padre?". Una tarde, el hermano mayor no durmió y se quedó escondido para ver qué pasaba. Desde su escondite vio que un espíritu llegaba con un catarijano, tejido de palma fresca de wasaí,6 en la espalda.

El espíritu antes de entrar a la casa gritaba: "caní caní, caní" que es como una contraseña para saber si los niños estaban durmiendo y él podía entrar. Ella contestaba: "caní, caní, caní", para aprobar la entrada del espíritu. El espíritu, una vez adentro, le daba lo que traía a la mujer y ella le preparaba la mejor comida a él y dejaba la que no era tan buena a los niños. A ellos les daba las serpientes cazadoras, y la muñica7 la preparaba con serpientes, no con pescados. Ellos se preguntaron un día qué era lo que la mamá les daba de comer.

Los hijos encontraban la comida fea y, cansados, quisieron averiguar qué era y se fueron a mirar sus propias heces y se dieron cuenta de que allí había escamas de serpientes cazadoras. Los niños, al entender lo que pasaba, se enojaron y se preguntaron quién era el amante de su madre que llegaba todas las noches. El hermano mayor se volvió a esconder para identificar al visitante nocturno. Ella salía de la casa, iba a la chagra y, cuando traía la yuca, le preparaba al espíritu la mejor manicuera,8 la más dulce y pura, y a los niños les daba una insípida y rebajada con agua.

Los niños se preguntaban a quién le daba la manicuera dulce y pura la mamá. Averiguaron esto para envenenar al watibocú al que ella le daba la mejor comida y bebida. Un día fueron a la chagra y allí lloraron, delante de su madre. Ella los golpeó con un palo, los golpeó con el movimiento del golpe de machete. Con hambre ellos lloraban todos los días. El watibocú siempre dormía con la mujer y ella sacaba a los niños de la casa, por la mañana, antes del amanecer para que ellos no lo vieran. Cuando los hijos salían, el watibocú abandonaba la casa.

Siempre por la mañana ella les decía a los niños que fueran a bañarse9 y ellos escuchaban la orden y obedecían. Un día uno de ellos, sin bañarse, subió corriendo y a escondidas vio que la mamá salió cogida de la mano del espíritu. Entonces, el niño se percató de que la madre los enviaba afuera porque estaba con el watibocú. Ella no les daba de comer y les pegaba. Entonces, los niños pensaron que tenían una mala madre.

Wejé wari iña tere iña ticõri ñe ñuca cõcã fiori iña tiri manire to ti afemo ĩ eyu fĩa tijacomani ĩjacufa, eyu fĩa día vado cᵾ̃jaca tiricaro cõro tere díara jĩnifeticõa eyure faabo fiocõa to ti vaga niricaro cõro tija cufa cᵾ̃ja cõricã tiri iña cᵾ̃re jĩari gara watibokᵾre jĩarigara, ticõa iñadutijacᵾ.

Ñuca ñe, ᵾjácoajarĩ to ija cᵾ: “sajá, sajá, sajá”, ĩjacᵾ̃.” “Sajá, sajá, sajá”, ĩjaco cõfeca. Jaticoajũto ñuca ĩjaco, jatia tiafa to, bayiró ñe bito ĩjacᵾ. Cᵾ̃ ĩri: “sari, sari, sari” cᵾ iriña ñe te cᵾ̃ ĩri jinocõjojacᵾ cᵾ̃ yua te ĩriña bᵾcoaja cᵾ yua diagᵾ yua.

Boeritefu yua bᵾvaricᵾ fᵾ nijofᵾ cᵾ̃ yua, cõ jucubiro fe cᵾ̃re canija cufo cõ jõcõtujacufo.bᵾvaricᵾ cᵾ̃cã niri iña cᵾ̃re vãcõ mijaco,vãcãtijoja cᵾ, tiri iña cᵾre ñe tirigo yua ami vienerigo cᵾre, cᵾ̃ja vimararẽ bafee acᵾ̃ vienejacufo bia vie cᵾ̃re tijacufo, vᵾaraja cᵾ̃jare ĩ bafe acũ buenecõ, ticõa cᵾ̃jaca bᵾavari iña, cᵾ̃re ami juene amí viene tiri fecabu docafᵾ cᵾ̃re cᵾ̃, cõcã cũri cᵾ niri cᵾ̃re ami viene ticõri fivᵾ borocafᵾ cᵾ̃re amijã vacoaũfo va veje, vejeotofᵾ va, batigᵾ jarofᵾ cᵾ̃cojacoo cᵾ̃re watire, watibokᵾre.

Cõca cũri iña ñivᵾnore omava cᵾ̃ti cõ ĩ iñavaja cᵾ cõmacᵾ̃ nijᵾogᵾ. Ñacoa cᵾ̃cã iñagũ vari iña nijato cõcã cᵾ̃ri caté butuaga je ñacoajato jaro cõcã turicate jimiõgũjarovᵾca cõcã fitituricᵾ. Weje otore te tigᵾ butuaga nicuto ñirica, jĩmiogᵾ̃ jaro ñe niritere o tutu bᵾcᵾ tutuniritere wejé otorire nicuto butuaga ñirica.

Un día, ellos subieron a la casa y ella se fue a la chagra. Los niños vieron que ella hacía manicuera y se preguntaron por qué les hacía eso de darles la manicuera aguada. Entonces, planearon sacar barbasco10 y se fijaron hasta dónde la mamá había llenado la cuya del espíritu. Bebieron de la cuya del espíritu y prepararon el barbasco y rellenaron la parte de la cuya que ellos habían bebido, con el veneno. Ellos querían matar al watibocú. Después de poner el veneno, el hermano mayor se escondió, para ver qué pasaba.

Al rato llegó el diablo y preguntó a la mujer si ya estaba lista la manicuera. Él decía: "sajá, sajá, sajá" y ella le respondía: "sajá, sajá, sajá", que significaba que ya estaba lista la manicuera. El espíritu se dio cuenta de que el olor no era de la manicuera bien preparada y afirmó que la bebida no estaba bien cocida. Ella insistió que ya estaba lista para tomar diciendo: "sarí, sarí, sarí". Él tomó toda la cuya. En la noche quedó rígido porque estaba muerto. Por la mañana amaneció inmóvil. Pasó la noche sin que ella se percatara de lo que había pasado: el watibocú estaba muerto. Ella lo quería despertar, pero él no despertaba.

La mujer tenía que sacar el cuerpo de la maloca, entonces, primero, como siempre, sacó a los niños a golpes. Quemó ají para que ellos salieran más rápido y ella poder hacer algo con el cadáver. Ellos bajaron al puerto y, entonces, ella sacó el cuerpo que había escondido debajo de la leña, lo metió en un canasto grande y viejo y lo llevó a una chagra abandonada y, empezando a rastrojarse, y dejó el cuerpo junto a un tronco grande de yapurá.11

El hermano mayor siguió a la mamá y vio de lejos que algo dejaba. Se preguntó: ¿qué dejó mamá ahí, al lado del tronco? Cuando él llegó hasta el lugar solo había un nido de comején grande. En ello se había convertido el watibocú. Por esta razón, en los rastrojos de chagra crecen los montículos de comején negros donde quedan los troncos de yapurá o de otros árboles.

Biri iña cᵾ̃jare ajiá ti tuadojacu fo, tuadó cᵾ̃jare tutí tija cufo me tero bi ᵾtaganijafo cõ yua watibokᵾre yua watibokᵾyaga yafigo yua ᵾtaga nicõri iña, cᵾ̃re wejè fᵾ vacoaricuja cufo, cᵾ̃jare tutí tutí vacoaricuja co,tero iri iña fonafetijaco, fonafetiri iña cᵾ̃cã bauari iña, ᵾmᵾaro fᵾ wifᵾ ᵾmᵾaro muite fᵾto fᵾ cᵾre jia yoja cufo ñivᵾ̃ ñama ñama joãgᵾ̃, ñama joãgᵾ̃ cᵾ̃re jiayocõa, ti weje vacoari cujacufo, cõcã vari iña amidio ofajanirõ ti janija ticõri cᵾ̃re afericu jacufa cᵾ̃ja, bufua afe bufua afe ti vimagᵾ̃ cᵾ̃ca cᵾ̃ niri, tero ti cõcã tuadojatijᵾgoro iña cᵾ̃re jiayocõa tijanacᵾ̃ja, amidio cᵾ̃re ᵾ̃fᵾ̃oricu jacufo, tero vado tirucujaco. Cõcã varijiro, cᵾ̃re amidio afe amidio afetiri, tero ti yua jicarimᵾ cᵾja amidioafe bᵾcᵾa vagᵾ yua, cᵾ̃jaca aferi iña bujucõ viti vajacᵾ yua, buju vitiva faco fᵾtofᵾ cõcã niri te fᵾ, biavo fᵾra eajojacᵾ ñama joãgᵾ̃ ea bajacᵾ. Bari iña ajia, aquí vademijᵾ̃ yᵾ me, aferame tiva cᵾ̃jare imijᵾ̃ yᵾme, ĩja cᵾ̃re dujafa ĩ, cᵾ̃jare tuado tuti. Titera yua cᵾ̃ja tutiricarã, vaja cufa cᵾ̃ja vimara yua, cõfona yua.

Va, bafea acũ viene tiri iña va, va yaicoaricãra ñamifᵾ vado eacõricujana, vacoari cara mefᵾ vacoari cara ñami fᵾ vado, bi ofa oferi coara coara tiricujana cᵾ̃jaca nijatere coamaĩra cᵾ̃ja manirõ ñami fᵾ tuaeara, cᵾ̃ja baio bayiro vimagõ utiricufõ vimagõ tᵾ̃jago, cõcã utiri iña ñeno funiti, coca ñe ᵾ̃tã jifaoferi coca coarique amocajeri jita jãrique ᵾ̃tã ñe cõcã coarique niri bayiro cõre te vigiogo uti ñamiri fetiricujacufo. Ñeno ĩgo utiti cõ mᵾ baio ĩ jaĩñaja cufo, tero ĩcogõ timoafeyeno nicu cõre ĩjacᵾ, aferᵾ mᵾ mefᵾ vacoari cujana, aferimᵾ mefᵾ bari mera bari mera viti yaicoaricujana. Ti jicarimᵾ tuadoo bijacufa, biri iña, yoqueri maja nima cᵾ̃jã, yoquera dora tiufãra bᵾri cõre.

Que dᵾfᵾri ijeri, yutá, vãrõjoa cᵾ̃jaca vamajate jevajacufa cᵾ̃ja yua itĩara fura jevá ti, vamajate wᵾ ñacõa ti, cᵾ̃ja que dᵾfᵾri ticõa, vevororibirije ñe ticõa wᵾ ñacõa, añu to ĩ, ewá ije jᵾririje cᵾ̃ja ñe tijate vamajatere jevajacufa, wᵾ ñacõa, viré biro bireje ĩjaco ĩ, ĩjacufa cᵾ̃ja, utirimera ĩvã mᵾ̃ ĩmijacufa cᵾ̃ja baiore, cõre yoqueradora vi dᵾfᵾafᵾ eafea eafea: “watibokᵾre maĩgõ jãre tutimõõ”, ĩjacufa.

Jicatira ĩ añuro, añurora ĩricumᵾ ĩjacufa cõ jõᵾ vimagõre, jaᵾ ĩjaco, utirime ĩvã mᵾ̃ cõre imijacᵾ̃. Vi ñafeagora cᵾ̃jaca ĩricora yua: “watibokᵾre maigõ jãre tutigo biavemõ” ĩjõjacufo. “Jõõ” ĩcõjaco, yoquego ĩjacufo, mecᵾaca binᵾnᵾ̃a vajatere ĩgo.

Bi biarᵾ baradoya mᵾ̃ja ñenore ĩ nucᵾyujura ñañarofeti titi mᵾ̃ja cᵾ̃jare ĩjacufo cõ, ᵾtafericaro joacõri cᵾ̃jare baradoya ĩmijacufo, ñucafiyari joaricaro vᵾca cᵾ̃jareami vitivari baradoya cᵾ̃jare ĩ omanᵾ̃nᵾ̃ jemifacufo, vᵾbatecoajana vᵾbateri iña dero ti majĩati, cᵾ̃ja ñe tiva ri iña utí, ba ñe ᵾtafericarore ñera jubia ñeti diacoaofo cõ jĩ. Cᵾ̃ja nicuma cᵾ̃ja ᵾ̃tawijeri fᵾre.

Entonces, la mujer, luego de dejar el cadáver, se enojó de nuevo con los niños y los rezongó otra vez. En ese tiempo, ella estaba embarazada del watibocú. Todos los días regañaba a los hijos y se iba para la chagra. Después tuvo el hijo. Nació el niño que era un venado rojo. Ella se iba a la chagra, luego de dejar al hijo en el techo de caraná.12 Lo colgaba del techo y se iba. Los niños bajaban al venadito de arriba, lo encerraban en un cerco y jugaban con él. Lo hacían saltar y estaban contentos con el venadito rojo, cuando era pequeño. Antes de que la madre regresara, los niños lo volvían a subir a donde lo había dejado ella. Todos los días los niños jugaban con el venadito. Ella llegaba de la chagra, bajaba al bebé y le daba teta. Un día los niños lo bajaron y se pusieron a jugar, pero el venado había crecido y pudo saltar el cerco y salió de la casa y se puso a correr fuera de la maloca.13 Llegó enseguida a donde estaba la mamá en la chagra y se fue al sembrado de ají y empezó a comer las hojas. Cuando ella se dio cuenta, se enojó mucho y recordó que ella les había dicho a los niños que no jugaran con él. Ella pensó que eran los niños los que lo habían soltado. Llegó de la chagra, los rezongó y les pegó como siempre y, desde ese regaño, ellos decidieron irse de la casa porque no querían vivir más con ella.

Los niños salían temprano y regresaban de noche. Iban a escarbar en unos huecos donde iban a vivir. Hacían su casa. Eso era lo que hacían todo el día. En las noches, la hermanita menor lloraba de dolor. La madre se preguntaba por qué lloraba la niña. Lo que pasaba era que le dolían los dedos y las uñas de tanto escarbar la tierra. La mamá le preguntó a uno de los hermanos por qué lloraba la niña y ellos evadieron la pregunta diciendo que de pronto a ella algo le pasaba. Al otro día salieron temprano sin comer. Un día regresaron a la casa. Estaban a punto de convertirse en coconucos.14 Ya iban a hacerle mala señal o mal agüero a la madre.

Los niños comenzaron a hacer sus alas para volar con cumare.15 También se pintaron la cara con carayurú,16 con las figuras que tiene ahora el pájaro. Los tres llevaban esas pinturas y las alas. Luego de construir sus alas, las probaron y encontraron que funcionaban bien. El color amarillo lo fabricaron de ewá,17 con el que se hicieron las marcas que tienen los coconucos. Los tres hermanos acordaron decir algo cuando llegaran a la casa de la madre. Prepararon a la hermana menor para que dijera las palabras convenidas sin llorar. Llegaron a hacer mala seña a la mamá. Los hermanos se pararon encima de la puerta de la casa y dijeron: "ella por proteger y cuidar ese watibokú nos maltrataba".

A pesar de que los hermanos le habían advertido a la niña que no llorara al recitar las palabras que habían convenido decirle a la madre, a ella se le hizo un nudo en la garganta cuando estaba arriba de la casa y, en el momento de decir: "ella por proteger y cuidar ese watibokú nos maltrataba y nos echaba ají en los ojos", dijo: "Jóó, Jóó". Desde entonces, los niños se convirtieron en pájaros coconucos. Estos pájaros hoy emiten ese sonido que es de mala seña porque con esa intención le salió a la hija.

La madre les rogó que comieran lo que ella había preparado, pensando que ellos estaban pasando malos momentos. "¿Por qué andan haciendo eso?", les preguntó. Les llevó casabe de venado mojado18 con quiñapira de ñucafiyarí,19 pero los niños convertidos en coconucos salieron volando y nunca regresaron. Estas aves viven en los huecos de las elevaciones rocosas y en los tepuyes.20

1 Transcripción y traducción de Lubio Lara de Trinidad, Tiquié, Vaupés. Lengua: bará (waimaja o waifinofona). Grabación, edición y notas por Laura Almandós. Video: https://www.youtube.com/watch?v=WWh9q31hpuI&ab_channel=CentroEditorialFCH

2Watibocú es el espíritu o espectro de un muerto y el muerto mismo. Muchas veces, en el territorio del Vaupés, se vierte al español como "diablo", término que hemos evitado por las connotaciones religiosas que tiene en nuestra lengua que no son las del uso en la selva.

3Tipo de pescado del Vaupés. Gymnotus cf. Tiquié.

4Las serpientes cazadoras no son comestibles en la vida cotidiana del Vaupés.

5Canasto para cargar comida que se lleva en la espalda.

6Wasaí o asaí: palma amazónica cuyo fruto es comestible. Hoy la pulpa es apetecida por el mercado norteamericano. Euterpe precatoria.

7Caldo que se prepara con pescado y mucho ají para mojar el casabe.

8Bebida que se prepara con el agua del filtrado de la yuca y se hierve varias horas. Antes de cocinarse el líquido es venenoso.

9 Bañarse implica bajar hasta el río.

10Veneno proveniente de la raíz cubé, barbasco. Lonchocarpus utilis.

11Árbol de cuya fruta se extrae la exquisita mantequilla de la selva. Esta mantequilla se le puede agregar a la quiñapira. Erisma japura.

12Hoja de una palma que se usa para techar las viviendas. Lepidocaryum tenue.

13La vivienda.

14Estas son aves amazónicas consideradas de mal agüero. Nothocrax urumutum.

15Fibra proveniente de una palma que sirve para elaborar prendas de vestir, bolsos y cabuyas. Astrocaryum aculeatum.

16Tintura roja de origen vegetal. Fridericia chica.

17Barro que cuando se esparce por una superficie pinta de amarillo.

18Casabe amarillo.

19El ñucafiyarí es una quiñapira (agua, ají y pescado, básicamente) que se hace del jugo de yuca (manicuera) hervida y reducida por varios días. Es dulce y de color marrón por la reducción.

20Montaña o morada de los dioses, meseta con paredes altas y verticales de formación rocosa, geológicamente las más antiguas del planeta.

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