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Revista de Estudios Sociales

versión impresa ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.50 Bogotá set./dic. 2014

 

Encontrar la cultura: estrategias de indagación para el análisis sociopolítico*

Laura Fernández de Mosteyrín** – María Luz Morán***

** Doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid (España). Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid (España). Miembro del Grupo de Investigación "Grupo de Estudios sobre Sociedad y Política" (UCM-UNED). Entre sus últimas publicaciones están: Rodea el Congreso: un caso para explorar las bases del Estado Securitario. Anuari del Conflicte Social (2013): 1129-1152, y Las demandas de seguridad y las políticas antiterroristas tras el 11-S. En Actores y demandas en España. Análisis de un inicio de siglo convulso, ed. María Luz Morán. Madrid: Los Libros de la Catarata – Colección Investigación y Debate, 2013. Correo electrónico: lauramaria.fernandez@udima.es

*** Doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid (España), profesora de la misma Universidad. Codirectora del Grupo de Investigación "Grupo de Estudios sobre Sociedad y Política" (UCM-UNED). Entre sus últimas publicaciones están: De la integración adaptativa al bloqueo en tiempos de crisis. Preocupaciones y demandas de los jóvenes (en coautoría con Jorge Benedicto). En Actores y demandas en España. Análisis de un inicio de siglo convulso, ed. María Luz Morán. Madrid: Los Libros de la Catarata – Colección Investigación y Debate, 2013, y ¿Otra clase de politización? Representaciones de la vida colectiva y procesos de implicación cívica de los jóvenes en situación de desventaja (en coautoría con Jorge Benedicto). Revista Internacional de Sociología 72, n° 2 (2014): 429-452. Correo electrónico: mlmoran@cps.ucm.es

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res50.2014.07


RESUMEN

El objetivo de este artículo es profundizar en los modos de investigar la cultura y el discurso público. Para lograrlo, la primera parte del texto está dedicada a situar los discursos y prácticas en el seno de una concepción amplia de cultura. Se trata de una concepción que, más allá del giro cultural, se centra en la cultura en acción, así como en el diálogo dinámico entre la estructura y la acción. Con el fin de avanzar en una propuesta metodológica, se analizan cuatro trabajos que proponen estrategias diferenciadas para hacer operativo el concepto de cultura.

PALABRAS CLAVE

Cultura política, discurso público, prácticas sociales, investigación social.


Finding Culture: Research Strategies for Sociopolitical Inquiry

ABSTRACT

This paper is intended to explore modes of inquiry into culture and public discourse. To this end, the first part of the paper is devoted to situating discourses and practices within a broad notion of culture, a notion which goes beyond the cultural turn and focuses on culture in action, as well as on the dynamic dialogue between structure and action. In order to advance in a methodological proposal, the paper examines four different studies that propose differentiated strategies for making the concept of culture operational.

KEY WORDS

Political culture, public discourse, social practices, social research.


Encontrar a cultura: estratégias de indagação para a análise sociopolítica

RESUMO

O objetivo deste artigo é aprofundar nos modos de pesquisar a cultura e o discurso público. Para atingi-lo, a primeira parte do texto está dedicada a situar os discursos e práticas no seio de uma concepção ampla de cultura. Trata-se de uma concepção que, mais além do giro cultural, se centra na cultura em ação, bem como no diálogo dinâmico entre a estrutura e a ação. A fim de avançar numa proposta metodológica, analisam-se quatro trabalhos que propõem estratégias diferenciadas para fazer operativo o conceito de cultura.

PALAVRAS-CHAVE

Cultura política, discurso público, práticas sociais, pesquisa social.


The difficult of studying culture begins with the problem of finding it.

(Swidler 2003, 11)

Desde mediados de los años ochenta, el "giro cultural" afectó de lleno al análisis sociopolítico y situó en el centro del debate la naturaleza lingüística y discursiva de la acción social. Los esfuerzos por profundizar en el papel de la cultura en las prácticas sociales hicieron hincapié en los discursos públicos y las narraciones colectivas. Ello obligó a retomar algunas cuestiones clásicas del análisis social, así como a abrir nuevos campos de trabajo para hacer posible tanto la imprescindible renovación teórica como el diseño de nuevas metodologías para aprehender "la cultura en acción".1

Pero el objetivo de este texto es mucho más modesto de lo que parece anunciar el párrafo anterior. No ilustraremos los debates que marcan el reciente desarrollo de una perspectiva cultural en sociología política, que se erige trabajosamente sobre el agotamiento del modelo clásico de la cultura política.2 Aunque las referencias a ciertas discusiones teóricas sean inevitables, nuestro propósito es considerar las estrategias de indagación planteadas en algunos trabajos relevantes en este campo; es decir, el modo en que se ha concretado en la investigación empírica la búsqueda de los marcos culturales de lo político y de la política. De ahí, el énfasis prestado a distintas propuestas de desarrollar una sociología aplicada de los discursos públicos, en la medida en que, dentro de la considerable diversidad de los análisis, este concepto parece haber operado como eje integrador.

Para ello, procederemos a situar el estudio de estos discursos en los debates más amplios sobre la cultura y, a continuación, exploraremos algunas estrategias a través de las cuales entendemos que se puede encontrar la cultura con propósitos analíticos. Dichas estrategias se desprenden del examen de cuatro trabajos concretos pero son, sin embargo, compartidas por muchas otras investigaciones recientes.

Discursos y prácticas: más allá del "giro cultural"

El hombre es un animal inserto entre tramas de significados que él mismo ha tejido; considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significados.

(Geertz 1990, 20)

Esta afirmación, formulada en 1973 por el antropólogo Clifford Geertz en La interpretación de las culturas, expresaba una profunda ruptura con la tradición antropológica clásica y, además, se convirtió en el punto de partida del llamado "giro cultural" de las ciencias sociales.3 No podemos profundizar en la aportación de Geertz, ni tampoco detenernos en las críticas que ha suscitado. Para nuestro propósito, basta con recordar que, enfrentándose a los dos paradigmas entonces hegemónicos -marxismo y funcionalismo-, abrió nuevas líneas de análisis que superaran la vinculación entre cultura y valores postulada por la concepción psicosociológica clásica, y trascendieran la perspectiva positivista.

Aun así, el impulso que originó el "retorno de la cultura a un primer plano" no provino únicamente de la antropología. Un buen número de filósofos y científicos sociales influyeron en la dirección que adoptó este vuelco,4 aunque con enfoques muy diversos e importantes desacuerdos en cuestiones básicas. Por ello, no se puede hablar de una escuela, aunque sí se puede realizar un esfuerzo por señalar sus principales puntos en común.5

Ante todo, se cuestionó si se podía seguir operando con las categorías de la teoría sociológica clásica. En palabras de Sewell: "There was more to life than the relentless pursuit of wealth, status, and power" (Sewell 1992, cit. en Bonnell y Hunt 1999, 7). Paralelamente, se desplazó el interés desde la estructura social a cuestiones relacionadas con los símbolos, rituales, discursos y prácticas culturales. Pero, además, recogiendo el énfasis semiótico del estructuralismo y el posestructuralismo, la cultura fue considerada como textual y representacional. En definitiva, las categorías sociales no se entienden como previas a la conciencia, la cultura o el lenguaje, sino dependientes de estos últimos.6

A partir de lo anterior, los trabajos de los últimos veinticinco años7 comparten una definición mínima de cultura, entendida como conjunto de códigos o repertorios públicos comunes que intervienen en la capacidad de las personas de pensar y comunicar ideas. Las culturas, por tanto, son sistemas simbólicos compartidos por ciertos grupos o incluso por sociedades, pero, además, son también prácticas semióticas. Esta apuesta por unas ciencias sociales más "blandas" generó importantes dilemas epistemológicos y metodológicos, entre los que destacan la reconsideración de las relaciones entre cultura y estructura (Sewell 1992; Archer 1988) y una nueva evaluación de los estándares que permiten juzgar la interpretación de los significados (Biernacki 2012). Pero, sobre todo, situó en el centro de la investigación el análisis de las dimensiones culturales de la praxis social. Finalmente, todos estos rasgos permiten entender por qué dio lugar a un realineamiento de las disciplinas, al tiempo que una difuminación de sus fronteras.8

Pero, a pesar del impulso del "giro cultural", desde finales de los noventa sus propios defensores advirtieron sus limitaciones. Ello los obligó a reconsiderar algunas certidumbres, concretamente a retomar la dialéctica entre estructura e interpretación (Maines 2000). Se admitió que contemplar la cultura pública como un conjunto de códigos lingüísticos compartidos reducía las prácticas culturales a una mera "lectura de signos". Se había dado por sentado que éstas constituyen una parte de la disposición natural del mundo, ocultando que, en realidad, son formas históricamente creadas de "verlo" (Biernacki 2000, 293). "We argue that such an emphasis on codes glosses meaning by reducing culture to the operation of a fundamental structure enacted by historically situated actors engaged in public debate" (Battani, Hall y Powers 1997, 782).

Incluso, quienes siguieron defendiendo un enfoque lingüístico (Fairclough 2006) reconocieron que la estructura sólo limita parcialmente a unos agentes que, de hecho, confieren textura a los textos y establecen relaciones entre sus elementos. Había que superar el nuevo dualismo creado entre lo textual y lo material, replanteando los problemas que suscita el análisis de unas culturas enraizadas en la acción social. Así, al ubicarlo en el seno de las prácticas sociales, el viejo problema de la construcción de significados se tornó más complejo. "Speech and action are no longer the surface manifestations of firmer, deeper, and more dependable foundational values. For values themselves are now said to be constructed in speech and actions" (Wuthnow 1992, 1).

En consecuencia, se difundieron estudios empíricos que, en lugar de presumir la existencia de códigos de significados básicos, consideraron cómo los actores, enfrentados a cuestiones públicas, emplean una multiplicidad de significados a la hora de establecer sus interacciones. No se trataba ya de entender la puesta en práctica de una estructura cultural o de un sistema de códigos específicos, sino de analizar la diversidad de formas a través de las cuales los individuos y grupos recurren a distintos significados a lo largo de estos procesos, creando otros nuevos, reinterpretando los antiguos, e incluso equivocándose a la hora de emplearlos.9 En definitiva, este nuevo giro explica el énfasis en la "cultura en acción", que dio lugar a un conjunto notable de investigaciones empíricas, en las que los discursos públicos siguen constituyendo una pieza clave del análisis. El cambio fundamental es que se apuesta por una concepción dinámica y conflictiva de la elaboración de dichos discursos, así como de las formas en que son empleados por los actores.

Aun así, persiste buena parte de la indefinición conceptual, que es especialmente patente cuando se consideran aquellos términos que aluden a las dimensiones lingüísticas de las culturas: discursos, narraciones, relatos, textos... Con frecuencia, se reconoce su escasa teorización, y tampoco es infrecuente que en un mismo trabajo se empleen casi como sinónimos.

Para avanzar en nuestro argumento, nos atreveremos a realizar una mínima aclaración sobre dichos términos. La pieza clave es, ciertamente, el texto; remite a la naturaleza lingüística de la cultura y, por tanto, a un científico social que desentraña los significados contenidos en él con las mismas técnicas del crítico literario. Aunque la referencia primera sean los textos escritos o hablados, el sesgo semiótico permite extender el concepto a otros elementos de la cultura: imágenes, gestos, música... Pero, frente al interés de los lingüistas por su estructura y contenido, los estudios sociológicos prestan mayor atención al mundo social que describe y a la relación entre ambos, texto y contexto. Por otra parte, enfatizan la complejidad de códigos, distinciones y normas, y el juego entre forma y contenido que permite que una declaración pública se articule con su entorno (Wuthnow 1992).

A su vez, el término narración sugiere un tipo de texto en el que los acontecimientos están organizados en una secuencia, y configurados en una trama (Maines 2000). Son historias, trozos de discurso, que subrayan la centralidad del lenguaje literario en la propia actividad humana de dotar de significado al mundo que nos rodea (Polletta 2008). Admitir que en la acción se construyen narrativas para atribuir sentido a las prácticas sociales reafirma la conveniencia de recurrir a los conceptos acuñados por los críticos literarios; en concreto, a las normas inherentes a toda narración.

Finalmente, un discurso es un texto que se expresa en público y, por lo tanto, presupone una audiencia. En suma, es un acto de comunicación en sentido estricto, por lo que hablar de discurso público sería redundante, ya que no cabría referirse a discursos íntimos o privados. Para el análisis sociológico, los discursos forman parte de las prácticas sociales, constituyendo modos de actuar, de representar, y modos de ser o identidades (Fairclough 2006). Al ser construcciones intencionadas, poseen reglas, instrumentos y estrategias específicos para cumplir su propósito:

    It does not simply articulate a theme, but coaches that theme in a framework of parallels and contrasts, frames it within certain categories that deny others, and implies various relations between the speaker and an audience. (Wuthnow 1992, 10)

Las investigaciones aplicadas han considerado el discurso público desde dos ópticas diversas. La primera lo entiende "desde arriba": es aquel producido y transmitido por las élites y por los expertos; el que conforma los "marcos" de significado que operan en la opinión pública (Gamson y Modigliani 1989; Scheufele 1999; Schudson 1989). Se trata de la posición más difundida en los estudios de comunicación, pero también entre los herederos del neomarxismo (Somers y Block 2005).10 Los estudios abordan el papel del poder, la dominación y la hegemonía, incorporando también las reapropiaciones, transformaciones y resistencias de los actores a estos discursos.

El análisis de contenido es la técnica predominante en estos trabajos, aunque progresivamente haya cobrado peso el recurso a técnicas retóricas. Así, los temas y argumentos de los discursos públicos constituyen el principal objeto de estudio. Para estas propuestas, además, las grandes ideologías -como el conservadurismo, el liberalismo o el socialismo- constituyen lenguajes compuestos por discursos específicos. A partir de aquí, la mediación de los discursos públicos por parte de los medios de comunicación y de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), los cambios de géneros y retóricas en la era de globalización, y su papel para generar o reproducir la desigualdad social -mediante el establecimiento de fronteras simbólicas-, aparecen como las principales cuestiones abordadas desde esta perspectiva.

La segunda óptica de estudio, que podemos denominar "desde abajo", está estrechamente asociada con el concepto habermasiano de esfera pública, entendida como lugar de deliberación ciudadana en el que se construyen significados compartidos sobre temas de interés común. El discurso público aquí es un elemento central para la construcción de una cultura pública, y la principal pregunta a responder es:

    How can we communicate with one another about the basic values, the collective symbols on which our society rests, the goals and ambitions to which we aspire as a people? (Wuthnow 1992, 8)

Los análisis de la construcción de las culturas públicas insisten en su carácter dinámico y conflictivo, y su principal interés es considerar el modo en que operan los discursos en la construcción de representaciones comunes acerca de lo colectivo. Así, los discursos públicos son más que simples instrumentos de comunicación: son fundamentalmente textos simbólicos enraizados en el contexto social en el que operan.

    Questions arise, therefore, about the internal contrasts that give structure to this language, about recurrent scripts that familiarize arguments to the listeners, and about the mechanism that allow speakers to leap from one script to another and either integrate or compartimentalize their arguments. (Wuthnow 1992, 11)

Al tiempo, esta segunda óptica sigue remitiendo a cuestiones centrales sobre la naturaleza de la vida política contemporánea. Por ello, no desaparece la preocupación por el poder y la dominación, ni por las mediaciones ejercidas por los medios de comunicación y las TIC. De aquí que incorporen el papel de las culturas públicas en la definición de las estrategias de acción de grupos y movimientos, así como en la reproducción, institucionalización o resistencias frente a la desigualdad social.

Los avances de estas propuestas de estudio de las culturas públicas frente a las primeras versiones del giro cultural son innegables. No obstante, junto a una cierta indefinición teórica y conceptual, comparten algunos problemas importantes que podemos resumir de forma muy breve. En primer lugar, el propio impulso que animó al "giro cultural" obliga a trabajar con una concepción muy laxa de lo público y de lo político. Ello no sólo es debido al reconocimiento de que en las sociedades contemporáneas las viejas fronteras entre lo público y lo privado, lo político y lo social, o el Estado y el mercado, son inadecuadas para ilustrar el funcionamiento rutinario de las sociedades y sus conflictos. A ello se suma la convicción de que no es posible trazar fronteras claras entre las culturas que se generan y operan en los ámbitos de las vidas cotidianas de los ciudadanos, y aquellas que afectan al ámbito de la vida pública. De aquí que sea inevitable trascender el ámbito de la vida política institucionalizada.

    Conventional political analysis should move beyond the study of official rhetoric by looking at the ways in which it resonates (and, in the process, is transformed) in the everyday life of ordinary folks [...]. (Auyero y Joseph 2007, 5)

Por otro lado, admitir que es inevitable incorporar la doble naturaleza del discurso público "desde arriba" y "desde abajo" conlleva enfrentarse a muchas dificultades para articular los tres niveles de análisis que se desprenden de dicha asunción: a) los discursos producidos por las élites y los expertos, y su transmisión; b) su recepción por los ciudadanos y grupos sociales, sometida a diferentes mediaciones, resistencias y reapropiaciones; y c) la propia producción de nuevos y distintos discursos públicos por parte de estos últimos. En la medida en que se entiende que en los tres escenarios los discursos están indisolublemente vinculados a las prácticas sociales de los actores, desentrañar sus movimientos e influencias mutuas -de ida y vuelta- se convierte en una empresa extraordinariamente compleja.

Todos estos riesgos y complejidades son asumidos en distintos trabajos, cuyos autores plantean diferentes estrategias de indagación que les permitan "encontrar la cultura" en acción. Como veremos en el siguiente apartado, afrontan dicha empresa como una tarea en la que la renovación teórica y la metodológica están indisolublemente unidas. Todo ello, sin olvidar que el análisis cultural debe seguir esforzándose por responder a las preguntas centrales de análisis sociopolítico.

Buscando la "cultura en acción"

En la primera parte de este trabajo hemos situado los discursos públicos como elemento central del estudio de las culturas políticas. A partir de aquí, resulta necesario abordar de qué manera estos mapas conceptuales pueden convertirse en esquemas de trabajo empírico. Nos referimos al problema básico de convertir un planteamiento en una estrategia de investigación. Por ello, pretendemos ahora considerar algunas de las estrategias a través de las cuales convertir las culturas en una realidad más operativa, más tangible, con propósitos analíticos. Retomamos, así, la constatación de Ann Swidler con la que iniciamos nuestro texto: cómo encontrar la cultura seleccionando las instancias más apropiadas para examinarla y los modos más adecuados para interpretarla.

Con el fin de ilustrar la diversidad de estrategias, nos centraremos en cuatro trabajos que consideramos especialmente significativos por el modo en que responden a los retos del nuevo análisis cultural. Consideraremos cómo, situando el foco analítico en la cultura en la práctica, resuelven de forma distinta las dificultades teórico-metodológicas, al tiempo que incorporan en el centro de su mirada el análisis de los discursos públicos. Tres son las razones que nos llevaron a su elección. Ante todo, se trata de contribuciones ampliamente difundidas entre quienes trabajan en esta línea. En segundo lugar, las cuatro son investigaciones aplicadas; son estudios de caso en los que, sin embargo, el papel de la reflexión teórico-metodológica es muy significativo. Por último, hemos aplicado un criterio de heterogeneidad. Los casos que analizan son muy dispares y, además, pueden entenderse como ejemplares, en la medida en que apuestan por diferentes estrategias de análisis.

La primera obra elegida es Domination and the Arts of Resistance (1990), de James Scott, quien se aproxima al papel de la cultura en las estructuras, los procesos y las relaciones de clase. Su principal argumento es que la resistencia de los desposeídos, de quienes carecen de poder -que en contadas ocasiones genera acción o violencia colectivas-, es mucho más perceptible en sus prácticas cotidianas. El análisis de las relaciones de dominación en el ámbito de la vida del día a día permite establecer que, aun legitimando en el discurso y la práctica públicos el orden de dominación, la resistencia se produce a través de prácticas y discursos "ocultos" que se generan en el ámbito de la "infrapolítica". Se trata de un trabajo representativo de la relación entre los discursos "desde arriba" y "desde abajo", que incorpora el papel mediador de los medios de comunicación y de la cultura popular. Examinarlo nos permite, además, considerar cómo se reformulan dos cuestiones clásicas: la relación cultura/ideología y la hegemonía cultural.

Para incorporar la concepción de cultura entendida como conjunto de códigos simbólicos y lingüísticos compartidos, y representaciones de la realidad, nos basaremos en el trabajo de Robin Wagner-Pacifici y Barry Schwartz, The Vietnam Veterans Memorial: Commemorating a Difficult Past (1991). Este extenso estudio de caso reconstruye el proceso de construcción de un monumento conmemorativo de la guerra de Vietnam. Centrándose en el campo discursivo que generó una decisión políticamente controvertida, examina cómo visiones sociales contrapuestas articularon estas ambivalencias al poner en acción memorias diferenciadas sobre el propio acontecimiento histórico.

Encounters with Unjust Authority (1982) de William Gamson, Bruce Fireman y Steven Rytina es un trabajo paradigmático de la comprensión goffmaniana sobre la escenificación de la cultura. Aplicando una técnica experimental de producción del discurso -someter a grupos a situaciones de injusticia "artificialmente" creadas-, los autores captan, en la interacción "cara a cara", el modo en que se generan y negocian nuevas definiciones de lo legítimo y lo ilegítimo, y se improvisan estrategias de acción individual y colectiva en respuesta a elementos estructurales.

Finalmente, el texto de Ann Swidler, Talk of Love (2003) se toma como investigación de referencia sobre la cultura en la práctica. Al estudiar la cultura del amor de la clase media estadounidense, la autora examina cómo las personas "usan" la cultura para interpretar el mundo que las rodea y para desarrollar y justificar sus propias estrategias de acción. Se trata del concepto más sensible a la acción de todos los propuestos, llevando al extremo la concepción utilitaria de la cultura como "caja de herramientas". A través de un caso enormemente original, el amor, explora dimensiones de la cultura que van mucho más allá del mismo para adentrarse en las relaciones entre la estructura y la agencia. Además, evidencia el gran potencial de las biografías como estrategias de captura de narraciones que, siendo aparentemente personales, están atravesadas por las lógicas y los contenidos discursivos de lo público.

El discurso en movimiento, la cultura en acción

El primer rasgo de la visión compartida por estos cuatro trabajos, aparentemente tan dispares, es que incorporan una concepción matizada de la dimensión lingüística de la cultura y, por lo tanto, de los instrumentos para aprehenderla. Así, los conceptos de discursos y narrativas desbordan los límites del lenguaje verbal o escrito para aplicarse a una amplia gama de formas que enmarcan las acciones individuales y colectivas (Battani, Hall y Powers 1997; Alexander y Smith 1993; Swidler 2003).

Pero, además, la cultura es una práctica, por lo que la "cultura en acción" está "situada"; es decir, debe aprehenderse en procesos sociales que ocurren en contextos específicos (Silbey 2010). Ello explica, en concreto, sus evidentes puntos de contacto con la etnografía política y el recurso al "truco" de Howard Becker, en virtud del cual "things are just people acting together" (1998, 46) y "everything has to be someplace" (1998, 51). Una argucia que conduce necesariamente a espacios y lugares significativos en los que individuos y grupos utilizan la cultura de forma diversa.

Scott trata de comprender el modo en que las relaciones de poder son visibles y afectan al discurso, en la medida en que están vinculadas a espacios concretos de resistencia. Al centrarse en el poder, suscita un dilema metodológico fundamental: ¿cómo captar dichas relaciones cuando quienes carecen de él -los subordinados- expresan públicamente discursos de sometimiento? En esta disyuntiva, puede que el discurso público no sea la instancia más apropiada para examinar la dominación y la resistencia. Su estrategia traslada el análisis al espacio de la "infrapolítica", y busca la cultura allí donde se cruzan la dominación y la resistencia. Así, define el "guión público"11 como el conjunto de interacciones visibles entre subordinados y dominadores, al que se adhieren los primeros abiertamente, por medio de representaciones que evidencian de manera convincente la hegemonía de las culturas dominantes. En este sentido, argumenta, cuanto más fuerte sea la dominación y más amenazante el poder, mayores serán la representación pública y la adhesión al discurso dominante: "the more menacing the power, the thicker the mask" (Scott 1990, 3).

Pero en este "teatro" se escenifica también el "guión oculto", constituido por los discursos y prácticas producidos "entre bambalinas", de manera encubierta y fuera de la observación directa de los poderosos. Los discursos y prácticas que genera este guión son específicos y dependientes del contexto y de los actores, y, además, están dirigidos a una audiencia diferente.12 Scott discute, pues, la concepción marxista clásica de la dominación y la resistencia, según la cual los discursos y narrativas hegemónicos generan la aquiescencia social (Gramsci 1977), por lo que el peso de la estructura constriñe cualquier estrategia de acción o inacción. Por el contrario, su aportación abre el concepto de cultura a un mayor peso de la acción social y a la capacidad de los actores para desarrollar sus propias estrategias:

    [...] to the degree structures of domination can be demonstrated to operate in comparable ways, they will, other things equal, elicit reactions and patterns of resistance that are also broadly comparable. Thus, slaves and serfs ordinarily dare not contest the terms of their subordination openly. Behind these scenes, though, they are likely to create and defend a social space in which offstage dissent to the official transcript of power relations may be voiced. (Scott 1990, 11)

En una línea bien distinta, el proceso de creación y recepción pública del "Vietnam Veterans Memorial" (Washington D.C., 1982) sirve también a Wagner-Pacifici y Schwartz, para teorizar sobre la incorporación de los marcos dominantes. ¿Cómo se construye la memoria colectiva? ¿Cómo se genera el consenso sobre un monumento que rememora un pasado políticamente controvertido y moralmente cuestionable? Al responder a ambas preguntas, el trabajo plantea una concepción de lo social y de la cultura más "plural" que la dualidad de Domination -discursos desde arriba vs. discursos desde abajo-, que incluye un amplio conjunto de actores y niveles en la construcción de la memoria.

Su principal aportación metodológica es buscar la cultura allí donde se evidencia su carácter conflictivo: en su enraizamiento en las estructuras sociales, en los entramados institucionales, en las prácticas sociales y en los universos simbólicos de grupos sociales, políticos y expertos. Su estrategia consiste en construir un caso en profundidad con el fin de elaborar, siguiendo a Geertz (1990), no una codificación de regularidades sino una "descripción densa", rastreando las trayectorias sociales, políticas y culturales de la negociación que generaron dicho monumento. Este proceso demuestra la naturaleza conflictiva de la cultura y de los productos culturales, y cuestiona el carácter consensual atribuido por Durkheim (2007) a los mismos.

Este caso-proceso "aísla" y reconstruye la dinámica de una negociación multidimensional en torno a la propia conmemoración, que pone en juego concepciones e intereses distintos. Este "acto de memoria" es inevitablemente conflictivo porque los monumentos conmemorativos:

    [...] are not self-created; they are conceived and build by those who wish to bring to consciousness the events and people that others are more inclined to forget [...]. To understand memorial making in this way is to understand it as a construction process wherein competing "moral entrepreneurs" seek public arenas and support for their interpretations of the past. These interpretations are embodied in the memorial´s symbolic structure. (Wagner-Pacifici y Schwartz 1991, 382)

Pero además, las interpretaciones sobre el pasado -dominantes o conflictivas- se materializan en objetos culturales concretos y en las estructuras simbólicas que éstos adoptan. El método que emplean se centra en reconstruir lo que dicho objeto representa. Volviendo a Becker, podemos decir que recurren al truco de buscar en el objeto: "all the traces of how it got the way, of who did what so that this thing should now exist as it does" (Becker 1998, 50).

Así, el esfuerzo por conectar objetos culturales con experiencias personales permite "decodificar" la construcción social de sus significados. Ello se realiza mediante una etnografía que descubre las "estructuras conceptuales que informan los actos de los sujetos" (Geertz 1990, 27): un análisis del discurso sensible a la inscripción de significados verbales y visuales del monumento y sus alrededores, así como al debate y los gestos sociales que lo constituyen e interpretan en el espacio y en el tiempo. Se trata de un proceso colectivo de creación cultural que, a partir de elementos estructurales (géneros, discursos oficiales, diseños institucionales...), es apropiado, negociado y empleado por múltiples agentes. Pero es también un proceso político que implica visiones y demandas conflictivas en un contexto concreto. La producción colectiva del significado conmemorativo logra que la guerra menos prestigiosa, más controvertida y más disputada en Estados Unidos tenga el monumento más visitado y más "usado" creativamente por los ciudadanos. Ello evidencia que las múltiples capas de discursos y prácticas reposan sobre una red de interacciones; su capacidad para lograr la conmemoración de un acontecimiento histórico concreto descansa en las interacciones sociales con el propio monumento y su contexto. Así, este estudio de caso revela la conjunción de voces y prácticas que -a partir de esquemas, marcos culturales, géneros y objetos culturales dados- construyen la memoria y, con ella, parte fundamental de la cultura política.

Pero las prácticas y los discursos también pueden buscarse en el nivel microsocial, como muestra el trabajo dirigido por Gamson, retomando la tradición interaccionista y dramatúrgica de Goffman (2006). El ámbito de la acción política está repleto de encuentros "cara a cara" en los que se generan intercambios simbólicos y discursos. El análisis dramatúrgico ayuda a comprenderlos, al desentrañar los microeventos en los que las personas cuestionan el sentido común y los consensos sobre la política, y al descifrarlos atendiendo al papel mediador de los medios de comunicación en la definición de las realidades políticas (Gamson 1985). Si los individuos son "procesadores activos" que decodifican la realidad de modos distintos, conocer el proceso de decodificación es fundamental para entender las culturas políticas.

Se trata, pues, de aproximarse al proceso por el cual los individuos y grupos sociales elaboran sus propios marcos de significado, desarrollando sentimientos de injusticia y estrategias de acción conjunta sobre cuestiones y situaciones políticas específicas. Uno de sus argumentos fundamentales es que, aun siendo fuertes las fuerzas culturales que inhiben la aparición de sentimientos e impulsos para actuar, el individuo no es tan pasivo como los argumentos más convencionales sugieren. En el espacio mayoritario entre la pasividad y la rebelión emergen los discursos y prácticas de la resistencia cotidiana (sobre los que hemos reflexionado con Scott). Y a pesar de que la mayor parte de éstos son individuales, contribuyen a crear "subculturas" de resistencia que generan contextos favorables a la acción colectiva. ¿Cómo captarlas? En Encounters, su estrategia consiste en analizar "encuentros"13 -situaciones en las que se expone a las personas a escenarios evidentes de injusticia social-, entendidos como parte de los procesos de la conciencia social y la conciencia política, desde los cuales se dibujan eventuales líneas de respuesta y acción. Las "definiciones legítimas" -o "marcos legítimos"- a partir de las que los individuos se topan con las autoridades pueden ser desafiadas por "nuevas definiciones". Éstos son los procesos que se trata de captar: el modo en que, en momentos concretos, se rompe la hegemonía del marco legítimo y los "resistentes" tienen que adoptar un enfoque alternativo. Para ello, la investigación crea situaciones de injusticia de manera artificial. Así, los sujetos de estudio se someten a un verdadero experimento que los sitúa frente a unas circunstancias injustas y autoritarias. Con ello, se comprende cómo se rompe la legitimidad del marco consensuado y se abre un proceso de definición de lo injusto y de reacción, sometimiento o pasividad ante el mismo.14

La cultura política, en el juego entre estructura y agencia

La segunda cuestión recurrente en nuestros cuatro trabajos deriva de una concepción dinámica de la construcción de las culturas en las prácticas sociales. En la medida en que la cultura da forma al mundo que nos rodea, y contribuye a definir las posibles líneas de acción de los actores, es imprescindible volver a indagar sobre las relaciones entre estructura y agencia.

A partir de aquí, las distintas estrategias adoptadas se diferencian, primero, por el grado de agencia que se concede a la cultura (a los marcos culturales, a los discursos). Y, en segundo lugar, discrepan también sobre el peso concedido a los elementos estables, duraderos, de las culturas. Éste es mayor en los trabajos de la corriente neodurkheimiana, frente a la mayor flexibilidad y variación de aquellos que entienden las prácticas sociales en términos de "bricolaje cultural". Si, como hemos visto, los individuos no son pasivos ni siquiera en condiciones de dominación extrema, es en los espacios y momentos en los que emergen los discursos y prácticas de la resistencia cotidiana (Scott 1990; Auyero y Joseph 2007) en donde se comprueban el procesamiento activo de la cultura y los distintos modos en los que los individuos la decodifican, se apropian de ella, la movilizan, y la vinculan a sus experiencias (Swidler 2003, 5).

En este mismo sentido, predomina también una concepción compleja de los marcos culturales que subraya la inevitable innovación y los cambios sufridos, en la medida en que son empleados por actores muy diversos que deben enfrentarse cotidianamente a entornos cambiantes y a problemas complicados. Aunque no se abandonan los elementos más estables de las culturas -claramente perceptibles, por ejemplo, en el peso de las memorias compartidas y en el recurso a géneros narrativos establecidos-, se enfatizan los usos inéditos que hacen los actores de los viejos y nuevos elementos culturales y las contradicciones con las que los emplean. En consecuencia, la innovación y el cambio predominan frente a la tradicional concepción de la consistencia y perduración de las culturas políticas, porque "There are not simply different cultures: there are different ways of mobilizing and using culture, different ways of linking culture to action" (Swidler 2003, 23).

Talk of Love es interesante porque su concepto de la cultura es flexible y abierto. Swidler se aproxima al modo en que un grupo concreto -la clase media estadounidense- piensa y habla del amor. Y lo hace con el propósito de explorar cómo funciona "de facto" la cultura cuando las personas la llevan al centro de sus experiencias cotidianas, y el modo en que la conectan con la acción; cómo argumentan y usan sus ideas del amor cuando tratan de resolver problemas concretos. En definitiva, se trata de comprender no sólo "qué" piensan del amor sino "cómo" lo hacen. Este planteamiento, eminentemente práctico, lleva al postulado de que la cultura es diversa en su contenido y en el modo de ponerla en práctica. Por esta razón, el mejor modo de observarla como repertorio15 es examinando situaciones en que se movilizan distintas partes del mismo a la vez.

El trabajo es ilustrado combinando narraciones de los entrevistados sobre el romance, el matrimonio y el divorcio, con el fin de argumentar que la cultura opera dando forma a cómo se entiende el amor. Se examina la manera en que las personas usan distintos significados, aparentemente contradictorios, para comprender e interpretar sus propias situaciones: se invocan mitos e imágenes de Hollywood, a la vez que expresan una imagen escéptica del ideal romántico; se recurre al imaginario colectivo de una "historia del ideal del amor", y al tiempo, a visiones alternativas mucho más realistas y prosaicas. La naturaleza contradictoria y conflictiva del repertorio confirma que es posible pensar y actuar de manera dual (mítica y prosaica). Al considerar los argumentos, más o menos razonados, que elaboran los entrevistados, los descubre trabajando sobre sus repertorios, probando distintas lógicas y preocupándose poco sobre la coherencia de los mismos. Porque un repertorio cultural:

    [...] allows people to move among situations, finding terms in which to orient action within each situation. At the same time, cultural imagery is used somewhat the way bats use the walls of caves for echolocation. Bats know where they are by bouncing sounds off the objects around them. Similary people orient themselves partly by bouncing off the cultural alternatives made apparent in their environments. (Swidler 2003, 30)

El repertorio cultural de los individuos incluye un conjunto de opciones con las que trabajan mediante ensayos y errores. Unas funcionan y otras no; pero todas "rebotan" en las estructuras culturales del ambiente generando nuevos significados. Ello es perceptible también en el proceso de construcción del monumento de Vietnam. Entre los resultados de las interacciones sociales y las reacciones públicas que generó su creación reside la propia "negociabilidad" del género conmemorativo. El hecho de que la esencia del monumento estuviera en debate -¿para qué debe servir?, ¿cómo puede conmemorar y unir en torno a un pasado entendido de manera conflictiva?-, y con ella, los elementos duraderos y estables de las culturas, permite transponer la lógica de Swidler e interpretar cómo el género conmemorativo se reinterpreta en función de los intereses y usos de los actores sociales.16

Buscar el discurso en momentos de conflicto o "allí donde no pasa nada"

Tratando de mantener nuestro esfuerzo de síntesis, podemos decir que, además de privilegiar el análisis de las prácticas y de enfatizar el vínculo dinámico entre la estructura y la agencia, existe otra estrategia clara para analizar empíricamente la cultura: ésta se busca en momentos de crisis, allí donde hay un claro conflicto -visible o no tanto-, e incluso en momentos de intenso debate público.

En la medida en que se delimiten con precisión la génesis, el desarrollo y el desenlace de un conflicto, la investigación podrá seguir con mucho detalle la evolución de los debates, las voces -armónicas o cacofónicas- de los distintos actores implicados, las etapas del conflicto, sus puntos de inflexión y la huella que deja su desenlace. Quizá esta opción sea la más efectiva para captar el complejo juego de interrelaciones de los tres niveles del discurso público mencionados en páginas anteriores (el discurso "desde arriba", el discurso "desde abajo" y sus mediaciones). Ésta es la elección realizada en The Vietnam Veterans Memorial, que analiza el proceso de producción y desarrollo del debate en el momento y lugar concretos en los que adquirió especial significación.17 Por medio del caso -que podemos llamar extenso (Burawoy 1998)-, se capta la dimensión diacrónica que se perdería recurriendo a métodos tradicionales,18 a través de siete fases definidas por una actividad en la que concurren diferentes individuos e instituciones: 1) la decisión del Pentágono de poner una discreta placa en el cementerio de Arlington; 2) la actividad del Congreso que culmina en una "semana de los veteranos" y una serie de programas de ayuda a los mismos; 3) la generación del concepto "excombatiente de Vietnam" y la propuesta de un monumento tangible; 4) un profundo debate sobre diseños de monumentos alternativos y no tradicionales por parte de una Comisión de Bellas Artes; 5) la modificación de este diseño alternativo para incluir elementos tradicionales; 6) la extraordinaria -y no esperada- reacción pública al monumento; y, finalmente, 7) la controversia, vigente diez años después, sobre su futura modificación.

En definitiva, lo que comenzó como un discurso "desde arriba" terminó convirtiéndose en un monumento negociado a través de las prácticas, en cuya estructura simbólica están materializadas las diferentes interpretaciones que entraña. Sólo a través del examen de todo el proceso es posible comprender la compleja relación entre dicha estructura simbólica y los valores y memorias que suscita el recuerdo de la guerra.19

Otra posibilidad es provocar una crisis, un conflicto, por medio de un experimento. Como ya hemos constatado, ésta fue la elección de Gamson y de su equipo, quienes recuperaron una técnica de análisis muy poco utilizada en el reciente análisis sociopolítico, pero con una larga historia en la investigación social aplicada. El experimento está destinado a provocar un conflicto que quien participa no puede evitar. En este caso, se crea una situación ficticia, pero extrema, en la que éste se ve obligado a poner en juego sus propias concepciones de justicia y de autoridad. El entorno controlado del "laboratorio" permite analizar con extremado detenimiento las distintas formas en que las personas se enfrentan al conflicto a través de sus reacciones, resistencias y discursos. El foco analítico se centra en una situación en la que los actores entran en un conflicto de definiciones de la realidad, y estudia cómo en dicho proceso definen estrategias de acción individual y colectiva (aceptación, evasión, disenso, resistencia o lucha). En la microinteracción contenciosa entre estructuras injustas e individuos activos, se encuentran los elementos fundamentales de la cultura política "practicada".

No obstante, hay también un conjunto de trabajos que buscan la práctica de la cultura política lejos del ámbito público, y se centran en las experiencias cotidianas de la gente común, pero, sobre todo, allí donde aparentemente no ocurre nada. Aquí, el recurso al estudio de caso se combina con el renacer de la etnografía política (Cefaï et al. 2012; Auyero y Joseph 2007). Esta opción puede parecer más arriesgada o, incluso, a primera vista, más desconcertante, pues se opta por alejarse lo más posible de cualquier tipo de conflicto o debate, y también de las esferas de lo público o de lo político.

El hilo conductor de todo el trabajo de Scott es preguntarse por lo que ocurre cuando aparentemente no existe nada más que una dominación extrema. Es decir, en aquellos casos que el análisis político convencional consideraría como ejemplos máximos del triunfo de un único discurso dominante y hegemónico. Pero la apuesta de Swidler es, aun si cabe, más radical, en la medida en que entiende que el estudio de las concepciones y los discursos sobre el amor -una cuestión en principio estrictamente confinada en el ámbito privado- le permite seguir avanzando en su larga línea de trabajo sobre "la cultura en acción". La apuesta de ambos autores se traduce en una búsqueda de lo que Scott denomina "infrapolítica". Observan lo que ocurre entre bambalinas, haciendo hincapié en el juego de espejos y en las prácticas de ocultamiento y de disfraz. Ello les lleva a centrarse en narraciones y prácticas sociales alejadas de los ámbitos clásicos de la vida pública. Y, así, también han venido trabajando más recientemente los "nuevos" enfoques etnográficos de la vida cotidiana (Polletta 2008; Cramer 2004; Auyero y Joseph 2007), tratando de extraer de lo más micro regularidades en el modo en que la cultura entra en acción y es apropiada y negociada en la vida común de las personas. Personas que, como los murciélagos de Swidler, hacen rebotar sonidos contra los elementos estructurales de la cultura para ensayar lo que funciona y lo que sirve para sus estrategias cotidianas individuales y colectivas. Por esta razón, lo político puede ser también abordado examinando las experiencias cotidianas:

    Ethnography [...] is useful for understanding how political hegemony is constructed, challenged, and reconstructed, how political habits are constructed, how activists make (or fail to make) choices, how "culture" enables and constrains individual and collective actions, how party or social movement politics connect (or disconnect) from everyday life, and so on. (Auyero y Joseph 2007, 6)

Avances para una agenda de investigación

El propósito de nuestro trabajo ha sido examinar el modo en que, a lo largo de algo más de dos décadas, se ha desarrollado una sociología aplicada de los marcos culturales de lo político. Entendemos que este esfuerzo ha tenido lugar sobre la quiebra de los modelos clásicos de análisis de las culturas políticas y, además, ha seguido el impulso que provocó el "giro cultural" de las ciencias sociales, al tiempo que ha asumido la necesidad de superar los problemas y limitaciones de dicho movimiento. Estamos convencidas de que este ejercicio es valioso porque puede contribuir a establecer algunos elementos de una agenda de investigación, en un campo relevante para comprender la naturaleza y las transformaciones de la vida política contemporánea.

Recordemos brevemente que las cuatro investigaciones en las que nos hemos centrado emplean una concepción de cultura que busca matizar el determinismo introducido por el anterior sesgo lingüístico. Ciertamente, los discursos y narraciones siguen ocupando un lugar central, pero se amplía el significado de dichos conceptos y se flexibilizan los esquemas analíticos con los que se abordan. Por otra parte, la cultura se busca siempre "en la práctica"; es decir, el objeto de estudio son los múltiples actores que, insertos en situaciones y contextos complejos y constreñidos por factores estructurales, operan con marcos culturales de manera dinámica, flexible, e incluso contradictoria. De ahí el énfasis en los procesos de innovación y de "bricolaje" cultural.

Bajo la diversidad de nuestros cuatro estudios de caso, o precisamente por ella, pensamos haber hallado estrategias significativas de análisis; "pistas" que contribuyen a dibujar una agenda de investigación. A partir de un factor en común -la exigencia de captar la cultura "en acción"-, son tres las estrategias que hemos identificado en nuestro análisis.

La primera de ellas, es que se trabaja siempre con una cultura "situada", enraizada en contextos y situaciones específicos. Existen, al menos, tres formas de concretar esta dimensión. En primer lugar, el modo en el que se practica la cultura está indisolublemente asociado a los espacios en los que se desarrollan las vidas de los actores. Por consiguiente, se presta atención a los lugares físicos, visibles, de la cotidianeidad, pero también a los de la vida pública institucional. Pero, además, se consideran los espacios ocultos -entre bambalinas- alejados del poder y de la dominación: los lugares de la "infrapolítica". En segundo lugar, las culturas se ubican en el seno de controversias particulares sobre cuestiones relevantes para la comunidad, en las que se encuentran implicados un buen número de actores. Finalmente, prestar atención a las formas singulares con las que ponen en escena -se representan- los marcos culturales permite también mantener el vínculo entre las culturas y los espacios de la vida social.

La segunda estrategia que hemos reconocido, es la búsqueda de los momentos y situaciones en los que se encuentran la estructura y la agencia, siempre desde una perspectiva dinámica que recalca la flexibilidad y variación de los marcos culturales, frente a la vieja concepción de la persistencia y resistencia al cambio de las culturas. Se trata, pues, de estudiar las intersecciones entre las constricciones estructurales, los discursos "desde arriba" -que transmiten marcos culturales hegemónicos- y las elaboraciones que se producen "desde abajo" -definidas por negaciones, cambios de significado, innovaciones y, por qué no, contradicciones-. Sin duda, es una opción con muchos puntos de contacto con el método del caso extendido de Burawoy (Eliasoph y Lichterman 1999), que, en la práctica, exige examinar minuciosamente los procesos a través de los cuales los actores piensan/conciben una situación concreta, la hablan/narran, le confieren significado y, por último, actúan/se abstienen de hacerlo.

De las dos estrategias mencionadas, se desprende una tercera, que remite a la elección del caso por analizar. Consiste, a nuestro entender, en situarse en dos posiciones extremas especialmente apropiadas para "encontrar" la cultura. O bien se busca allí donde se produce una controversia pública significativa -provocada o no por el investigador- en la que se cuestionan elementos clave, que se dan por sentados, de un determinado marco cultural. O bien se opta exactamente por lo contrario: se escogen espacios en los que parece no suceder nada y, además, supuestamente alejados de la vida pública. De ahí, que se analicen los espacios de lo cotidiano o de los estilos de vida, en los que se cuestiona la tradicional delimitación entre lo público y lo privado.

Estas tres estrategias metodológicas implican también recurrir a ciertas técnicas de análisis y olvidar -o rechazar- otras. Nuestros cuatro trabajos optan por distintos tipos de estudio de caso (Ragin y Becker 1992), pero en todos ellos el análisis microsociológico es compatible con la pretensión de "extender" el caso no sólo a otros similares sino, esencialmente, a la reflexión teórico-metodológica. Además, la centralidad de los discursos y prácticas sociales justifica emplear todas las fuentes capaces de proporcionar información relevante sobre los casos. Recurren, así, a cualquier tipo de medio o documento que permita captar discursos y representaciones en los múltiples lugares en los que se desarrolla el caso analizado. Por lo tanto, recogen los discursos de la cultura hegemónica -noticias de prensa, discursos políticos, literatura técnica, etcétera-, los textos que generan estos marcos culturales en la práctica -literatura de ficción, cuentos populares, chistes, canciones, películas, etcétera- y, para finalizar, emplean técnicas que capten las prácticas y reapropiaciones que realizan las personas comunes -observación participante, entrevistas en profundidad, experimentos, etcétera-.

Esta flexibilidad a la hora de manejar todo tipo de fuentes disponibles se ve atemperada, sin embargo, por una cierta cautela a la hora de emplear las técnicas clásicas del análisis cualitativo (entrevistas en profundidad y grupos de discusión o focales). La exigencia de aprehender los discursos y las representaciones en el seno de los contextos y situaciones en los que se producen explica la frecuente utilización de técnicas etnográficas.20 Al tiempo, persiste la prevención del análisis cultural frente a las técnicas cuantitativas, aunque no es infrecuente su empleo a la hora de estudiar los elementos del contexto.21 En todo caso, la multiplicidad de fuentes y de técnicas es perfectamente compatible con el rigor metodológico y con el esfuerzo teórico que hemos tratado de ilustrar en las páginas anteriores.

Las estrategias de análisis que hemos identificado en nuestro trabajo deben entenderse como elementos de una agenda de investigación que, con dificultades y desde una posición periférica frente a las corrientes dominantes, está contribuyendo al fortalecimiento de una perspectiva cultural del análisis sociopolítico. Ciertamente, la mayor parte de los trabajos hasta ahora publicados se limitan al ámbito anglosajón, pero confiamos en que vayan adquiriendo mayor presencia en las ciencias sociales iberoamericanas (Auyero y Joseph 2007; García 1990).


Comentarios

* Este trabajo forma parte de la investigación "¿Redefiniendo la ciudadanía? El impacto de la crisis socioeconómica en las bases de legitimación del Estado de bienestar", financiada por el Ministerio de Economía y Competitividad de España, de cuyo equipo investigador forman parte las autoras. Una primera redacción de este trabajo fue presentada en el XI Congreso de la Federación Española de Sociología (Madrid, julio de 2013). Agradecemos a los participantes en el grupo de Sociología Política, y los comentarios y críticas que realizaron a nuestra ponencia. Asimismo, queremos agradecer a los dos evaluadores anónimos de la Revista sus sugerencias a la versión definitiva del texto.

1 Tomamos este término de Swidler (1986).

2 Para un análisis detallado de la crisis del modelo clásico de la cultura política y de las nuevas perspectivas de análisis, pueden consultarse Lichterman y Cefaï (2006) y Morán (2010).

3 Tomamos la expresión "giro cultural" del trabajo de Bonnell y Hunt (1999), a partir del cual se ha difundido tanto en el análisis sociopolítico como en el histórico.

4 Entre ellos, destacan las aportaciones de J. Lacan (1999), J. Derrida (1984) y M. Foucault (1969), pero también los trabajos de R. Barthes (2009), P. Bourdieu (1985), M. Sahlins (1988), R. Williams (1981) y M. de Certeau (1999).

5 Para ello, seguimos a Wuthnow (1992) y Bonnell y Hunt (1999).

6 "Social categories only came into being through their expressions or representations" (Bonnell y Hunt 1999, 9).

7 Algunos de los más relevantes son los de Swidler (1986 y 2003), Wuthnow (1988), Wuthnow y Witten (1988), Bellah, Madsen y Sullivan (1985), Bellah (1992), Somers (1995 y 1999), Eliasoph (1998), Eliasoph y Lichterman (2003) y Sewell (1992 y 1999).

8 Sobre este punto, véase Sewell (1999).

9 Véase, por ejemplo, la crítica de Battani, Hall y Powers (1997) a la perspectiva neodurkheimiana de Alexander y Smith (1993), quienes aplican un esquema de códigos binarios en su estudio de la cultura política estadounidense.

10 Para una crítica de esta concepción "arriba-abajo", véase el trabajo de Cramer (2004).

11 Scott no utiliza el término "discourse" sino "transcript" (transcripción); un concepto que remite a la idea de texto, sobre la que ya hemos reflexionado. Nosotras lo hemos traducido como "guión".

12 El concepto "discurso oculto" o "discurso encubierto" es, sin duda, una aportación fundamental al análisis del discurso "desde arriba", toda vez que los estudios de la hegemonía y la ideología dominante se han centrado en las relaciones formales y oficiales.

13 El término "encounters" es tomado del lenguaje de Goffman. Alude a la producción de sentido en los episodios de interacción microsocial. Sin embargo, en el trabajo de Gamson adquieren una especial connotación de confrontación a partir de la cual se rompen y redefinen las realidades sociales. Lo traducimos por "encuentros" recuperando el legado de estos autores.

14 El método sigue los experimentos de los psicólogos sociales Milgram (1974) y Zimbardo (1972) sobre la autoridad y la obediencia. Se idean situaciones forzadas en las que se configura un sistema de autoridad y se implica a individuos que han decidido cooperar voluntariamente en la investigación. Los participantes, supervisados por un controlador, deben juzgar una situación concreta. En el curso de los acontecimientos, las condiciones se transforman y los participantes se enfrentan a una supervisión injusta y autoritaria. Esta situación prefabricada permite observar cómo en el proceso de interacción individual y colectiva se produce el acatamiento o la deslegitimación de una "autoridad injusta".

15 El concepto repertorio ha sido ampliamente utilizado en las ciencias sociales para referir al conjunto -el stock- de conocimiento disponible. En concreto, es muy frecuente en la literatura sobre movimientos sociales, siguiendo a Tilly. Para éste, el término alude "al conjunto de medios que un grupo tiene para hacer visibles demandas de distinta naturaleza sobre distintos grupos de individuos" (Tilly 1993, 265). El uso particular de Swidler remite al carácter diverso y utilitario de la cultura. La cultura es como una "caja de herramientas" que los individuos usan en determinadas situaciones y de distinta manera. Este enfoque confiere a los actores una mayor autonomía.

16 Los significados atribuidos al monumento y al propio género son diferentes, según se analicen los discursos oficiales, las noticias en los medios de comunicación, los mensajes individuales que los visitantes del monumento -familiares de caídos, quizá- dejaban allí, o los propios objetos culturales (banderas, objetos privados, souvenires, postales...) de los curiosos.

17 Esta misma estrategia aparece en los trabajos de Battani, Hall y Powers (1997) Polletta (2008) y Robinson (2008).

18 Encuestas, entrevistas o grupos de discusión.

19 Entre las técnicas concretas con las que trabajan para construir el caso están la descripción etnográfica densa, el análisis del discurso sensible a la inscripción de significados o la comparación sistemática con procesos similares.

20 Se puede hablar de un reciente renacimiento de la etnografía política, en el que, junto a las clásicas técnicas etnográficas, se están aplicando otras nuevas como la etnografía "on line" y las desarrolladas por la sociología visual.

21 Éste es el caso del trabajo de Cramer (2004).


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Fecha de recepción: 13 de octubre de 2013 Fecha de aceptación: 21 de abril de 2014 Fecha de modificación: 18 de mayo de 2014