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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.41  Bogotá Jan./Dec. 2005

 

RESEÑAS

POWER, COMMUNITY AND THE STATE. THE POLITICAL ANTHROPOLOGY OF ORGANISATION IN MEXICO

MONIQUE NUIJTEN

Pluto Press. Londres. 2003.


EN EL DEBATE ACTUAL DE LAS CIENCIAS SOCIALES, UNA DE LAS MATERIAS favoritas de los investigadores es la transformación de los modos de intervención estatal en las dos últimas décadas. El argumento que estructura la discusión afirma que el estado contemporáneo ha perdido su fuerza en la medida en que muchas de las funciones para las que fue creado ya no son satisfechas exclusivamente por este. A esta lectura, que podríamos calificar de normativa, en la medida en que define el poder estatal en función de un modelo preestablecido -ya sea en lo referente a su soberanía, su legitimidad o su autoridad-, es necesario contraponer otras visiones más descriptivas. El interés por el estudio del estado ha comenzado a permear a los antropólogos que, más que interesarse por el funcionamiento o efectividad del sistema político, se preguntan por el significado de las interacciones diarias entre la gente y las burocracias estatales. Esta visión, que busca describir más que prescribir, permite replantear conceptos clave de las ciencias sociales y ofrece datos empíricos para replantear el supuesto retiro estatal. Tal es el caso del libro de Monique Nuijten, Power, community and the State. The political anthropology of organisation in Mexico (2003), descripción etnográfica excelente de las relaciones entre ejidatarios y burócratas estatales, en la que se interroga sobre la idea de estado en tanto entidad concreta, racional y monolítica, poniendo en cuestión los éxitos obtenidos por su reforma. El interés de Nuijten es observar la política "en pequeño", tomando tres dimensiones de análisis: 1) el papel desempeñado por los mediadores políticos; 2) el funcionamiento de la burocracia estatal en la resolución de conflictos locales; 3) la cultura de estado o conjunto de prácticas de representación y de interpretación mediante las cuales se elabora la idea del estado.

El trabajo etnográfico de Nuijten se desarrolla en un ejido1 ubicado en Jalisco, que por su carácter anodino -ausencia de conflicto o suceso de trascendencia nacional-, resulta un lugar privilegiado para observar el funcionamiento normal de la burocracia. La autora toma como eje de su investigación los conflictos agrarios, que le permiten hacer una historia de las interacciones entre los burócratas estatales y los ejidatarios, y comprender cómo se ha modelado la idea de estado2 en una región periférica del México rural.

En lo referente a asuntos tan debatidos y difíciles de abordar como la ontología y epistemología del estado, el método antropológico desarrollado en la investigación de Nuijten tiene mucho que ofrecer. Su gran mérito es el de posar la mirada sobre lo aparentemente banal y obvio, otorgándole importancia a las contradicciones, incoherencias y ambigüedades en la acción y discurso de los actores involucrados en el conflicto agrario de una región. La empresa de Nuijten resulta novedosa por varias razones. Una de ellas es que al tomar el punto de vista de los que representan al estado y el de los que están fuera de éste, rompe con la distinción clásica entre sociedad y estado, haciéndonos ver que la frontera no es tan clara como suponíamos. La lectura del libro vuelve evidente también la poca claridad que existe tanto dentro como fuera de la "máquina burocrática". Los funcionarios saben a veces tanto o poco más que la gente, y ambos grupos imaginan al estado como un cuerpo integrado y coherente que actúa bajo ciertos criterios de racionalidad; para Nuijten, es en este imaginario en donde el estado como entidad discreta cobra existencia.

Adentrándonos en estas reflexiones, nos damos cuenta que el control estatal pocas veces se ejerce de manera absoluta y constante en el tiempo y el espacio. El trabajo de Nuijten muestra cómo el estado mexicano, conocido por su fortaleza y centralismo, es tan sólo una imagen que oculta una realidad en la
que el funcionamiento de la burocracia es fragmentario y disperso, constituido por miles de acciones descoordinadas y sin centro, enfrentado a la permanente negociación, resistencia, alianza o indiferencia por parte de los ciudadanos. Este libro es una buena puerta de entrada para reflexionar sobre la noción de hegemonía, en la medida en que muestra que la fuerte presencia estatal no significa, forzosamente, más control sobre cada aspecto de la vida de los individuos, sino tan sólo la formalización de más asuntos y más influencia de la burocracia sobre las formas de organización comunitaria. Uno de los ejemplos ofrecidos es el de las transacciones agrarias ilegales del ejido. A pesar de que hasta 1992 la constitución prohibía la venta y renta de las parcelas ejidales consideradas como propiedad de la nación, los ejidatarios realizaron dichas transacciones, apegándose a una serie de reglas locales y transgrediendo, así, la ley constitucional. Lo que observamos es que dentro del ejido existía una autonomía relativa y una seguridad con respecto a la tenencia de la tierra que no contaba con un registro oficial o protección por parte de las agencias del gobierno, lo cual muestra que ciertos ámbitos de la vida de los ejidatarios se han mantenido relativamente independientes de la burocracia estatal. Por otro lado, Nuijten pone en evidencia cómo, cuando se trata de inmigrar o de defender las tierras de los inmigrantes temporales3, los ejidatarios tienen formas informales de organización, es decir, poseen redes personales que están fuera del control estatal. De estos ejemplos y algunos más se desprende una pregunta presente a lo largo de todo el libro: ¿en dónde se encuentra, entonces, la fuerza del estado? La respuesta es ambigua en la medida en que un mismo fenómeno puede ser su fortaleza o su debilidad. Tomemos el caso de los caciques planteado por Nuijten: se dice que los caciques locales fueron el medio por el cual el estado mexicano posrevolucionario pudo ejercer control incluso en los lugares más distantes y apartados del país. Sin embargo, los caciques son vistos también como la muestra de la debilidad e ineficiencia del estado en la medida en que es imposible implementar programas de gobierno sin que ellos tengan un rol importante.

Cercana al trabajo de J. Ferguson, para quien los programas de desarrollo son parte de una máquina despolitizadora (The antipolitics machine), Nuijten concibe a la burocracia mexicana y sus múltiples programas de desarrollo como una máquina generadora de fantasías y expectativas. De ahí que en su investigación se dedique a identificar algunas de sus mecanismos generadores de deseos. Entrevistando a los funcionarios de la Secretaría de la reforma agraria (SRA), ella observa que en México las disputas por la tierra nunca son casos cerrados así lleven años esperando a ser revisados y resolverlos sea muy difícil4. Aun cuando los ejidatarios son concientes de las relaciones de poder necesarias para la resolución de muchos de estos conflictos, conservan la esperanza de hacerlo, suponiendo que los trámites burocráticos son el medio más indicado. Lo interesante del asunto es que esta esperanza o fe en el sistema no es exclusiva de los ejidatarios, sino que es compartida por los funcionarios, quienes tienen un discurso doble: por un lado, afirman que el trámite es indispensable para lograr algún éxito, pero por otro reconocen que sin palancas -intervención de algún político- es casi imposible lograrlo. Más que una actitud cínica o hipócrita, Nuijten encuentra en este doble discurso una de las características del sistema político mexicano. Al enfatizar en la importancia de los procedimientos legales, la burocracia sugiere que existe una lógica en el funcionamiento del aparato burocrático y genera expectativas entre los ejidatarios; al mismo tiempo, supone que frente al estado todos los ciudadanos tienen los mismos derechos. Sin embargo, por otro lado se sabe que más allá de los procedimientos, quienes no tienen conocidos o relaciones en el gobierno consiguen pocas veces y con gran dificultad lo que desean. Es decir, que en la sociedad mexicana la esfera pública está profundamente personalizada y el ciudadano no es nadie a menos que tenga relaciones.

A fin de comprender las contradicciones que surgen en la interacción con el poder, Nuijten se nutre de las inconsistencias en las narraciones de la gente. En su investigación se comprende el tipo de relación complicada y contradictoria que guardan los campesinos con el estado mexicano. Mientras el estado ha sido un aliado en su lucha contra los hacendados y ha sido el proveedor de los servicios -escuelas, agua y electricidad-, en otros aspectos ha sido un enemigo al que se teme o se enfrenta.

De la lectura de Power, community and the State. The political anthropology of organisation in Mexico se desprenden muchas conclusiones. No abundaremos en ellas, ya que es tarea del lector hacerlo. Nos interesa, sin embargo, señalar una de ellas y regresar al punto de partida de esta reseña. La idea de que el estado se está retirando presupone una clara distinción entre la sociedad y el estado. La lectura de Nuijten muestra, por el contrario, que eso que llamamos estado no es una entidad concreta e integrada que puede ser aprehendida como externa a la sociedad; los límites no son claros cuando el nivel de análisis es el de la vida cotidiana. Desde esta perspectiva, más que su retiro observamos la institucionalización progresiva y la formalización de ciertas actividades de los habitantes rurales de la región, que hasta entonces se habían mantenido independientes del aparato burocrático.


Gabriela Torres Mazuera
Estudiante de doctorado, Universidad de la Sorbona
torresmaz@hotmail.com


Notas

1. Unidad territorial de propiedad colectiva dirigida a la producción agrícola, que se instituyó con la reforma agraria en 1917 tras la revolución mexicana.

2. Siguiendo las reflexiones del ya clásico texto de Philiph Abrams (1977) "Notes on the difficulty of studying the State", para Nuijten el estado no es un objeto asible que se pueda estudiar en sí mismo. Desde esta perspectiva, existe por medio de las prácticas de las instituciones que fungen como actores en los procesos negociados de la construcción de un marco político.

3. Según la constitución de 1917, la tierra debe ser trabajada por el titular de la parcela; en caso contrario es posible su expropiación.

4. Según le explican a Nuijten en la SRA, muchos de los conflictos agrarios pendientes involucran a grupos de elite con buenas relaciones en el gobierno, por lo que es casi imposible que sean resueltos a favor de los ejidatarios.


BIBLIOGRAFÍA

1. ABRAMS, P. 1988 (1977). "Notes on the difficulty of studying the State". Journal of Historical Sociology. (1).         [ Links ]

2. FERGUSON, J. 1990. The antipolitics machine: Development depolitization and bureaucratic power in Lesotho. Cambridge University Press. Cambridge.         [ Links ]

3. NUIJTEN, M. 2003. Power, community and the State. The political anthropology of organisation in Mexico. Pluto Press. Londres.         [ Links ]