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Sociedad y Economía

Print version ISSN 1657-6357On-line version ISSN 2389-9050

Soc. Econ.  no.42 Cali Jan./Apr. 2021  Epub Mar 15, 2021

https://doi.org/10.25100/sye.v0i42.8973 

Artículos

Afinidades violentas: la evolución de la red de narcotraficantes del norte del Valle

Violent Affinities: The Evolution of the Norte del Valle Drug Trafficking Network

Boris Salazar-Trujillo1  1
http://orcid.org/0000-0003-1872-7956

María Isabel Caicedo-Hurtado2  2
http://orcid.org/0000-0001-5395-8966

Gildardo Vanegas-Muñoz3  3

1 Universidad del Valle, Cali, Colombiaboris.salazar@correounivalle.edu.co http://orcid.org/0000-0003-1872-7956

2 Universidad del Valle, Cali, Colombiamaria.caicedo.hurtado@correounivalle.edu.co http://orcid.org/0000-0001-5395-8966

3 Universidad del Cauca, Popayán, Colombiagildardov@unicauca.edu.co http://orcid.org/0000-0003-3627-4516


Resumen

Este artículo reconstruye y explica el ascenso y decadencia de la red de narcotraficantes del norte del Valle durante el período 1994-2011. Argumenta que la convergencia de las fuerzas centrífugas, propias del carácter volátil de las agrupaciones de narcotraficantes, la afinidad violenta que unía a sus jefes, la guerra contra las drogas, y los choques informativos generados por la nueva estrategia de negociación con la justicia estadounidense condujeron a su destrucción por mano propia y a la fragmentación de su estructura. Este artículo sugiere que el carácter óptimo de las estrategias de remoción del jugador clave funcionan para una red específica, pero no es efectiva en lo absoluto para las redes mutantes que surgen de los restos de las destruidas.

Palabras clave: violencia criminal; redes sociales; carteles de narcotráfico; homicidios

Abstract

This article recounts and explains the rise and fall of the Norte del Valle drug trafficking network during 1994-2011. It contends that centrifugal forces inherent in the volatile nature of drug trafficking groups, an affinity towards violence that united its leaders, the war against drugs, and information clashes created by the new negotiating strategy with the U.S. Justice Department led to its self-destruction and the fracturing of its structure. This article suggests that the best strategies for removing the key player function for a specific network but are not effective whatsoever for mutant networks that emerge from the remains of destroyed networks.

Keywords: organized violence; social networks; drug cartels; homicides

1. Introducción

Junto a los carteles de Cali y Medellín prosperó, desde los años setenta en el norte del departamento del Valle del Cauca, otra organización de narcotraficantes que se articuló, sin disputas, alrededor de la figura de Orlando Henao Montoya. Empezó sus negocios a finales de los años setenta y expandió, con discreción y velocidad inusitadas, sus redes, contactos y formas violentas de regulación, durante los años ochenta. Mientras sus célebres antecesores libraban una guerra a muerte, con sicarios que operaban en distintos espacios del territorio colombiano y ponían en jaque la autoridad y soberanía del Estado, esta organización no dejó de crecer, haciendo lo que mejor hacía: enviar la mayor cantidad posible de droga a Estados Unidos y Europa, y garantizar el cumplimiento de contratos y el pago de deudas mediante la violencia. Lo logró al generar y mantener nuevas rutas, y al poner en marcha métodos regulatorios que superaban -tanto en el ejercicio de la violencia, como en su efectividad para cooptar y poner a su servicio a las autoridades estatales, y usar información privilegiada para adelantar sus planes- a quienes fueron sus modelos en el crimen, los negocios y la violencia.

Tras la desaparición de los carteles de Cali y Medellín, sobrevino el enfrentamiento del cartel del norte del Valle contra el Clan Herrera y en esa disputa, el jefe del primero, Orlando Henao, fue asesinado. De inmediato empezó la lucha para reemplazar la figura todopoderosa del jefe del cartel del norte. Se presume que cinco fuerzas distintas pujaron por ocupar el lugar del capo. La primera, representada por sus hermanos, Fernando, el más cercano al perfil de Orlando, y Arcángel Henao, herederos naturales por el derecho que imponía la sangre. La segunda, conformada por Hernando Gómez, alias Rasguño, y Víctor Patiño. Gómez era contemporáneo de Orlando y compañero temprano en muchas de sus aventuras ilegales. Patiño, por su parte, se había fortalecido, tanto en lo económico como en lo militar, gracias a su control sobre el puerto de Buenaventura.

La tercera era liderada por Wílber Varela, alias Jabón, uno de los sicarios más temidos de Orlando Henao, un heredero que reclamaba su lugar por los servicios prestados, y tenía el control sobre el aparato militar del malogrado capo. A Varela lo acompañaban Luis Alfonso Ocampo, Juan Carlos Ramírez, alias Chupeta, y el coronel Danilo González. La cuarta estaba conformada por Iván Urdinola y sus hermanos. Aunque Urdinola estaba en la cárcel, su poder seguía casi intacto, y sus aspiraciones estaban reforzadas por el hecho de estar casado con Lorena Henao, hermana de Orlando. La quinta fuerza en disputa estaba encarnada en la figura de Diego Montoya Sánchez, quien había prosperado a la sombra de Iván Urdinola y contaba con mucho dinero y poder militar.

Después del asesinato de Orlando Henao, las redes múltiples que unían a los distintos grupos de narcotraficantes del norte del departamento del Valle del Cauca (en adelante norte del Valle), terminaron por conformar una red más grande, producto de la interconexión y superposición entre las redes más pequeñas. Ya no era una red jerárquica, con un nodo o núcleo central que ordenara las acciones y arbitrara las diferencias de sus miembros, sino una red cambiante que se expandía y encogía de acuerdo con las presiones, conflictos, diferencias y alianzas que emergían y desaparecían en el día a día de sus operaciones.

La organización que, con tanto éxito, se había apoderado de la producción y distribución internacional de cocaína, y había aniquilado sin piedad lo que quedaba de los señores de Cali, sucumbió, en algo más de una década, ante la presión combinada de la guerra contra las drogas de Estados Unidos y de sus disputas internas. Es tentador entender la implosión de la red de narcotraficantes del norte del Valle como el resultado de un proceso natural de auge y caída de una organización criminal, impulsado por la convergencia de las fuerzas centrífugas internas propias de las redes de narcotraficantes, de la tradición violenta de la región y de la creciente presión ejercida por las autoridades estadounidenses y colombianas.

Tentador pero no suficiente. El problema está en la magnitud de lo ocurrido. Tanto la violencia letal desatada, como la destrucción total del cartel, son eventos cuya magnitud no puede ser explicada como un efecto inevitable de la necesidad de regular los contratos, las transacciones y las deslealtades asociadas a una actividad económica ilegal. Tampoco pueden ser explicados como efecto de procesos esperables de reacomodamiento y sucesión, que siguen a la desaparición del jefe de jefes en este tipo de organizaciones.

Este artículo presenta una explicación alternativa de la magnitud de la violencia interna que condujo a la destrucción autoinfligida del cartel del norte del Valle. Sostenemos primero que, con el asesinato de Orlando Henao, el cartel del norte pasó de ser una organización jerárquica, con un orden basado en la existencia de un jefe único, a ser una agrupación desordenada de jefes iguales, cada uno al mando de sus propias redes productivas, comerciales, militares y políticas. Como la organización no contaba con reglas explícitas para reemplazar al jefe desaparecido, la coexistencia de varios jefes iguales, con poderes económicos y letales similares, condujo a un estado de guerra permanente4.

Es natural que en una situación como esa, los agentes involucrados busquen llegar, a través de la interacción estratégica, a un nuevo tipo de orden. Pero en un mundo pequeño, sometido a poderosos choques externos, la interacción estratégica entre fuerzas iguales, basada en la percepción que cada uno tenía de las intenciones y capacidades de los demás, puede conducir a un mayor desorden. La clave de todo está en la percepción que cada uno de los jefes tenía de lo que sus pares querían y podían hacerles. Cada uno sabía que los demás podían ejercer la violencia contra él y sus asociados, y los demás sabían lo mismo con respecto a las intenciones y capacidades del primero. Esas creencias no eran imaginarias: estaban basadas en el conocimiento que cada uno tenía de lo que los demás habían hecho en el pasado, de la violencia que habían ejercido para conservar su vida y posición con respecto a los demás, de sus potencialidades para hacerlo de nuevo cuando lo juzgaran conveniente.

Cuando jefes criminales, con fuerzas letales similares a su disposición, convergen en sus percepciones acerca del ejercicio de la violencia, emerge una situación en la que:

Uno mata para no ser asesinado. Matar protege frente a la muerte. Cuanto más violento se es, cuanto más se mata, más invulnerable se siente uno. La violencia sirve como una técnica tanática, que sirve para la supervivencia frente a la muerte amenazadora (Han, 2016, p. 30, énfasis propio).

Si cada uno previene su asesinato matando antes de que lo maten y si, además, cada uno cuenta con suficientes hombres, armas, municiones, y poder económico para financiar la violencia, el resultado será la posposición de la muerte de los jefes, el incremento de las bajas en sus ejércitos privados, familias y asociados, y una violencia de la magnitud de la desatada por los jefes del norte del Valle. Detrás de todo estaban las afinidades violentas: además de su deseo de hacerse muy ricos, lo que unía a los jefes del cartel del norte, era la percepción mutua de que todos eran capaces de ejercer la violencia contra los demás, en cualquier momento. Todos venían de pasados violentos y habían crecido en territorios en los que la violencia había sido legitimada, dos o tres décadas antes, por razones políticas. Y aunque también compartían otro tipo de vínculos, todos eran superados, en fuerza y consecuencias, por las afinidades violentas que los unían de forma estratégica y agonística.

Consideren ahora el efecto explosivo que, sobre una red basada en afinidades violentas, podía tener un cambio radical en la estrategia con la que la justicia de Estados Unidos enfrentaba a las grandes organizaciones de narcotraficantes. En la segunda mitad de la década de 1990, la guerra de aniquilación total que había acabado con Pablo Escobar y enviado a la cárcel a los señores de Cali, fue sustituida por una política de negociación de las penas de traficantes individuales a cambio de la delación de socios, conocidos y enemigos, y de la entrega de propiedades y dinero. La amenaza de la delación mutua condujo a una violencia creciente, que se extendió a las redes de amigos, socios, familiares y conocidos de los delatores, presuntos o reales, alcanzando registros de varios centenares anuales, en los peores años.

Debemos recordar que esto ocurrió cuando el cartel del norte del Valle estaba disfrutando de un mundo de ensueño, resultado de la desaparición de las organizaciones de Rodríguez Gacha, Pablo Escobar y de los señores de Cali. Los negocios se hacían más rápido y a una escala impensable en los mejores tiempos de los carteles, con exportaciones miles de veces más grandes que las de sus predecesores y con ganancias que alcanzaban cientos de millones de dólares anuales. El control ejercido sobre altos y bajos oficiales de la Policía y del Ejército, de las autoridades y de los políticos regionales, era mucho más profundo y funcional que el alcanzado por sus predecesores. Además, la alianza con las bandas de paramilitares5 auguraba una ventaja militar insuperable y una seguridad a toda prueba.

Pero el cambio en la política de los Estados Unidos convirtió lo que, hasta el momento, parecía ser una relación funcional con la violencia en una fuente inagotable de conflictos, antagonismos y disputas. Relaciones, estructuras, personas, rutas, propiedades, extraordinarias ganancias y experticias en los negocios fueron permeadas por una violencia creciente que acabó con el negocio mismo. Los narcotraficantes, en su afán por sobrevivir, encontraron en su enemigo más temible, el gobierno de los Estados Unidos, un inusual aliado contra sus propios socios y colegas. La posibilidad de negociar disminuciones de penas a cambio de la delación de socios y enemigos aceleró el proceso de violencia sistémica, desatado tras la desaparición de Orlando Henao. La delación, la cooperación en operaciones policiales y la colaboración en procesos judiciales, se sucedieron una tras otra, hasta el punto en que el cartel del norte alcanzó el título simbólico de “cartel de los sapos”.

La mutación radical en las interacciones entre los jefes del norte del Valle, iniciada por la desaparición de Orlando Henao, y profundizada por el giro en la política de Estados Unidos, condujeron a un proceso espontáneo de autodestrucción, cuya base nunca dejó de ser el estado de guerra permanente en el que interactuaban jefes violentos iguales, sin ningún tipo de jerarquía. La ambigüedad generada por la ausencia de jerarquía (Gould, 2003) multiplicó la violencia inherente a un negocio ilegal, de la magnitud del narcotráfico de la época. Jefes violentos con poderes iguales, amenazados por las delaciones reales o imaginadas de sus enemigos, y de amigos convertidos en enemigos, no tenían otra opción que ejercer la violencia letal. Lo podían hacer cuándo quisieran: no tenían que pedir permiso ni a un jefe único -primus inter pares- ni a una comisión de jefes, como ocurría en las mafias italianas, para ejercer la violencia. La retroalimentación positiva entre ausencia de orden y el estado de guerra permanente solo cesó una década después, con la total autodestrucción de la muy poderosa red del norte del Valle.

Esta situación no fue exclusiva del norte del Valle. En general, el narcotráfico colombiano nació violento, porque el uso de las armas y de la amenaza letal estuvo presente desde sus inicios, a través de vínculos personales y familiares, que lo unieron a la Violencia y a la delincuencia organizada. En el libro Operación Pablo Escobar de Germán Castro (2012) el capo antioqueño afirmó:

Es que en este país uno se hace es en la guerra. Yo me hice en la guerra: en una guerra muy violenta que fue la guerra del Marlboro. Le juro que ni los mismos paisas -a menos que hayan sido bandidos en aquella época- saben que existió ese tropel. Digamos que fue lo que hubo antes de comenzar la coca y que fue de donde salieron los primeros capos y de donde salieron los primeros sicarios. Ahí nacieron los sicarios (p. 236).

Si bien todos no se formaron en la «guerra del Marlboro», de la que hablaba Escobar, los capos que tuvieron la virtud de ser al mismo tiempo narcotraficantes y reguladores violentos, tenían en común un pasado violento. El jefe indiscutido del norte del Valle, Orlando Henao, desde muy joven había sido sicario y, junto a Hernando Gómez, conformaron un dúo temible, con Gómez al volante y Henao en el gatillo. El pasado violento de los futuros jefes de las organizaciones del norte del Valle tenía raíces cercanas en la Violencia de los años cincuenta y sesenta en esa región del país. Las líneas de continuidad entre los «pájaros»6 del pasado y los sicarios de hoy son sugeridas por Darío Betancourt (1998):

Hasta hace unos dos años nos reuníamos en bares y cafés de La Unión, Zarzal, La Victoria y el Dovio, con muchachos (pollos), que trabajaban como sicarios para las mafias, y hacíamos comparaciones entre la vida de los «pájaros», y la de los sicarios de ahora (las poblaciones que más producen sicarios son las de la cordillera y el piedemonte del Valle). Hay elementos que se mantienen o son constantes, en una y otra violencia, la diferencia es que ahora hay más plata, mejores armas y carros. Yo pienso que los «pájaros» éramos más frenteros que los de ahora, que no saben muy bien por qué es que matan, nosotros teníamos un ideal, defender la supervivencia de los conservadores (p. 149).

Este testimonio ofrece pistas para advertir la continuidad de las prácticas violentas y de los cambios que se produjeron en ellas gracias al narcotráfico. La unificación de los roles de regulación de la violencia y del tráfico de drogas en una sola persona, tal como ocurrió en los casos de Escobar y Henao, y luego en los de Wílber Varela, Diego Montoya y Juan Carlos Ramírez, contribuyó a popularizar la idea equívoca de la existencia de carteles unificados capaces de fijar precios, regular la violencia, impartir justicia y mantener el orden en el mundo del narcotráfico. Aunque los caminos que condujeron a la separación de funciones y al predominio de la violencia sobre los negocios fueron distintos en cada caso, los desenlaces fueron similares.

Henao, que había tomado el camino de la negociación con el Estado colombiano, fue asesinado en la cárcel por José Manuel Herrera, el 13 de noviembre de 1998, como retaliación por el asesinato de su hermano Hélmer «Pacho» Herrera, ocurrido el 5 de noviembre de 1998, a manos de hombres de Wílber Varela7 y ejecutado con el beneplácito del mismo Orlando Henao. Lo que siguió a la muerte de Henao fue el imparable ascenso de los especialistas en violencia, la negociación de los capos sobrevivientes con las autoridades estadounidenses, la destrucción sistemática del negocio, la desacumulación de capital y el «derrame» del crimen organizado hacia la extorsión y la protección de múltiples actividades de la vida económica legal.

2. La red del norte del Valle

La red de narcotraficantes del norte del Valle estaba conformada por múltiples subredes interconectadas y superpuestas dentro de redes sociales más amplias, resultado de la intersección y superposición de múltiples redes familiares, de negocios, de seguridad y respuesta militar, anidadas en redes más grandes para la exportación de drogas ilegales. Sus interacciones fluctuaban entre la activación y la desactivación de los vínculos que las unían, y entre la cooperación y el antagonismo. En un momento de máximo desorden, los vínculos entre las redes descendían a un mínimo y solo la guerra abierta entre bandos opuestos los hacía pertenecer a los mismos eventos. En momentos de máxima cooperación, casi todas las redes activaban los vínculos y los nodos que las unían, generando la mayor cantidad posible de exportaciones y de ingresos ilegales. Pero esos períodos eran de corta duración, y cualquier episodio o secuencia de episodios conflictivos podía hacer que la guerra volviera a desplegarse, ocupar vecindades cada vez más grandes y aumentar la violencia letal, hasta que los resultados de la confrontación llevaban a una nueva paz de duración cada vez más corta.

Los períodos de paz y prosperidad dependían de cuán estable era el dominio del regulador violento que había ganado la guerra contra sus rivales. Mientras la posición de máximo regulador estuviese en disputa, la emergencia de la prosperidad era incierta y volátil. Pero si la guerra arrojaba un ganador claro, o los rivales más fuertes peleaban entre ellos, la prosperidad no se hacía esperar. El inicio de los años noventa fue una época de máxima prosperidad para las organizaciones de narcotraficantes del norte del Valle. Mientras los capos más visibles de Cali y Medellín se trenzaban en una guerra sin cuartel, que incluyó a los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, los capos del norte del Valle se dedicaron a producir y exportar cocaína hacia México, en cantidades sin precedentes.

Aunque la prosperidad continuó por un tiempo, la guerra y las cambiantes relaciones con Estados Unidos y Colombia los llevaron a su destrucción total. Si habían crecido a la sombra de la guerra entre las dos grandes organizaciones, ¿por qué, al ser desmanteladas aquellas, los del norte no siguieron haciendo lo que con tanto éxito habían estado haciendo? ¿Qué los llevó a desviarse de una estrategia correcta y ganadora?

Desde el punto de vista económico, la red del norte del Valle estaba compuesta por múltiples redes interdependientes (organizaciones), que actuaban en forma autónoma en el negocio, ocupaba los nodos de su cadena productiva de la forma más efectiva posible, dadas las restricciones existentes. Cada una tomaba en forma independiente las decisiones correspondientes a las distintas etapas del negocio, conformaban entre todas un tipo de competencia muy particular, que no involucraba la lucha directa por el control de los mercados, sino el crecimiento paralelo de sus operaciones respectivas, con la posibilidad de compartir algunos de sus nodos, como ocurría muy a menudo con el módulo de transporte desde el Pacífico colombiano.

En ocasiones, debido a la emergencia de oportunidades y circunstancias, o al desarrollo de vínculos de confianza entre capos de distintas organizaciones, dos o más de ellas conformaban coaliciones para exportar droga, compartir los riesgos del negocio o aportar capital para operaciones de mayor tamaño. Estas coaliciones pasajeras dependían en forma directa de la evolución de las relaciones de confianza y desconfianza entre narcos y, en últimas, a movimientos impredecibles en el cambiante espectro amigo/enemigo. En momentos de máximo auge de las exportaciones, los grandes capos del norte del Valle desarrollaron métodos de cooperación efectivos y prácticos. El confeso narcotraficante Andrés López (2010) describe así la cooperación entre los grandes capos:

Rasguño, Chupeta, Arcángel Henao y Diego8 ponían la mercancía en partes iguales, y los mexicanos la logística para recibirla. Aviones de cuatro motores despegaban de un pueblo cercano y surcaban los cielos con 7,000 kilos de cocaína rumbo a México (p. 58).

La vía aérea era combinada con la marítima para garantizar la colocación de más cocaína en las costas mexicanas:

7,000 kilos por aire y 7,000 por mar, todo un consorcio del hampa que a principios de los años 90 solo tenía un propósito: inundar a Estados Unidos con su preciado alucinógeno. No era aventurado asegurar que tenían razón todos aquellos que se ufanaban diciendo que Colombia era una especie de portaviones del narcotráfico (López, 2010, p. 59).

Los procesos de cooperación más efectivos fueron generados por casualidad. Cuando Víctor Patiño, Juan Carlos Ramírez y Jorge Eliécer Asprilla fueron enviados a la cárcel de Villahermosa en Cali, a cumplir sus condenas por narcotráfico, la oportunidad para organizar negocios en una escala nunca vista fue bien aprovechada por los tres. Mientras que Patiño y Ramírez eran grandes productores y vendedores de cocaína, Asprilla era el máximo transportador por el océano Pacífico, mediante una flota de barcos, submarinos y lanchas rápidas, con la que había enviado miles de toneladas de cocaína a México y Estados Unidos. En la red de distribución de cocaína, Asprilla ocupaba el lugar de nodo central que garantizaba las relaciones de Chupeta y Patiño con los grandes compradores mexicanos: Vicente Carrillo Flórez, el señor de los cielos; el clan de los hermanos Beltrán y Nacho Coronel.

La reproducción que hace López (2008) del relato de Asprilla refleja cómo lo que parecía un incidente menor puede convertirse en un evento focal9 que conduce a saltos inesperados en la cooperación de los grandes capos del narcotráfico:

Eso fue lo mejor que me pudo pasar porque en Villahermosa empaté bien con Víctor y con Chupeta y en esos 16 meses cuántos barcos mandamos a México. Que pa’ Vicente Carrillo, que pa los Beltrán, que pa Nacho Coronel, mejor dicho lo que hicieron fue centralizarnos la oficina y ahí sí fue que traficamos bien duro (p. 55).

La red total del norte del Valle fue producida por los vínculos entre miembros de organizaciones económicas distintas, e incluía las redes sociales a las que pertenecían. Eran vínculos gremiales, sociales, por procedencia, amistad y enemistad. En el caso del norte del Valle, se trataba de vínculos de amistad y procedencia fundamentados en una geografía y en una posición política comunes. Sus miembros estaban unidos por un territorio similar, pasados comunes, genealogías violentas y adhesiones políticas conservadoras. Su posición política común iba más allá de su identidad conservadora y de sus vínculos con los pájaros de la Violencia, como señalaron Betancourt (1998) y López (2010). En lo que luego probaría haber sido una decisión política y económica brillante, los líderes del norte optaron por no participar en la guerra entre las organizaciones de Cali y de Pablo Escobar.

3. Construcción de la red

Pero ¿de qué red estamos hablando? Para contestar esa pregunta fue preciso construir la red resultante de los eventos ocurridos10. No es una construcción obvia. Al recurrir a los eventos, se reconoce la ausencia de un conjunto de datos que codificarían las interacciones permanentes entre narcos y violentos. Ese tipo de datos solo es posible derivarlo del seguimiento policíaco de la actividad y de las relaciones entre narcos y sicarios11, o de los documentos legales de los juicios o procesos legales contra los narcos sometidos a ellos (Garay y Salcedo, 2012). Dada esa restricción, usamos como fuentes publicaciones de prensa, revistas, libros, documentos de internet y entrevistas. Mediante el análisis documental extrajimos eventos, acciones, actores, vínculos y resultados.

Por tanto, la red que aquí se estudia está conformada por los vínculos que se hacen visibles a partir de los eventos en que interactúan narcotraficantes y pistoleros, comprometidos en la producción, transporte, almacenamiento, distribución y venta de drogas ilegales, y en su regulación violenta. Cada evento registrado en el tiempo compromete a un cierto número de individuos, involucra interacciones violentas o cooperativas, y determina el estado de la red a partir de los vínculos activados por cada uno de ellos. Según la intuición de Harrison C. White (2009), la red que emerge de la secuencia de eventos es un trazo en cada momento de la red subyacente en la que interactúan narcotraficantes y reguladores violentos.

El trazo de la red subyacente solo es posible por la ocurrencia de los eventos que la hacen visible. De hecho, la red no es perceptible por el ojo humano más educado para su detección, ni tampoco mediante un programa computacional con la capacidad de detectar redes criminales en el mundo real. Cuando se estudia una red, solo los eventos permiten visibilizar los trazos. “Un evento es como un rayo que ilumina todo por unos segundos y permite descubrir qué hay detrás y cómo nodos y vínculos son afectados por su ocurrencia” (María del Pilar Castillo, comunicación personal, 2013).

El enfoque aquí propuesto comparte con el de Brandes et al. (2009) la intuición de que, en las redes dinámicas, son los eventos los que permiten captar la evolución de la red a través de las interacciones registradas entre sus miembros: “Los eventos codifican quién le hizo cuándo y qué a quién y, por lo tanto, describen interacciones diádicas, de tipos específicos, etiquetadas temporalmente” (p. 200)12. En consecuencia, solo se registran los eventos cooperativos y los eventos violentos. Los primeros, son aquellos en los que miembros de la red se unen o forman coaliciones para financiar, producir, transportar, distribuir y vender drogas ilegales, legalizar los ingresos obtenidos o tomar posiciones conjuntas frente a las autoridades nacionales y extranjeras. Los segundos, son aquellos en los que uno o varios miembros de la red ordenan la eliminación de uno o varios de sus miembros. Para hacerlo, recurren a los servicios de hombres armados, especialistas en violencia y seguridad, que actúan como reguladores de los conflictos propios de los negocios ilegales (Raffo y Segura, 2015).

Las relaciones cooperativas permiten financiar, producir, transportar, almacenar, vender y distribuir una droga ilegal. Ocurren dentro de redes con una clara división del trabajo, altos niveles de confianza y un grado relativo de autonomía con respecto a la regulación violenta de la actividad. Tanto los financiadores como los intermediarios, que cierran las transacciones de intercambio con los compradores extranjeros, gozan de una cierta inmunidad frente a la violencia inherente al negocio. Pero el conflicto atraviesa todas las interacciones entre narcotraficantes. Todos saben que en cualquier momento pueden ser el objetivo de un antiguo amigo, colega, socio o conocido. Es decir, todos saben que un narco indiferente, socio o conocido, puede devenir enemigo y está dispuesto a devenir enemigo cuando lo juzgue conveniente. Y saben que cada uno de ellos puede convertirse en enemigo de antiguos socios y colegas. Ni los lazos de consanguinidad son un seguro contra la violencia: entre parientes, la traición, la delación y la violencia también tienen lugar.

Una secuencia de eventos cooperativos puede ser finalizada por un único hecho de violencia en el que uno de los agentes comprometidos en la interacción es asesinado. Pero su ejecución no puede ser compensada por acciones cooperativas que fundamenten la existencia de relaciones cooperativas. De la misma forma que los agentes violentos sustituyen a los traficantes, los eventos violentos tienden a desplazar a los económicos, a menos que algunos narcotraficantes puedan operar por fuera del imperio de la violencia, lejos del alcance de los ojos y de las armas de sus colegas, como si no estuvieran involucrados en el negocio.

La tensión entre relaciones conflictivas y cooperativas va de la mano con la competencia reproductiva entre violentos y narcos. Las acciones violentas vienen en clusters o en agrupaciones de eventos que afectan en forma directa el perfil violento o narco de la población de miembros de la red. Dado que una ejecución puede conducir a una cadena de acciones violentas que no pueden ser compensadas por actos equivalentes de cooperación, los narcos también tienden a desaparecer más pronto.

Todos los eventos precipitan cambios en la estructura de la red subyacente y sus efectos varían de acuerdo con el tipo de evento ocurrido. Los eventos de cooperación implican la suma de nuevos vínculos a la red y, desde una perspectiva más general, el crecimiento de la actividad económica y de la seguridad de la coalición de narcotraficantes involucrados en el evento, en el caso de que sea un evento con efectos políticos. La red que aquí se presenta tiene una particularidad: sus miembros mantienen relaciones que fluctúan entre la cooperación y el conflicto, de una forma no balanceada. Es una red que contiene la semilla de la inestabilidad en el tipo de relaciones establecidas entre pares, triples o clusters de agentes. El punto decisivo es que las relaciones violentas no pueden ser balanceadas por relaciones cooperativas equivalentes. La dinámica de la regulación violenta conduce a que las relaciones conflictivas, a diferencia de las relaciones cooperativas, tiendan a unir a un mayor número de pares de nodos y a conformar un estado de guerra permanente.

Para aproximar la red en el tiempo, construimos primero una red total, conformada por todos los vínculos y nodos activados por cada uno de los eventos registrados en la base de datos. Esa red es la unión de todas las redes activadas por cada uno de los eventos a lo largo del período estudiado. Luego analizamos la evolución de las poblaciones de narcos y violentos y de sus vínculos, desde un punto inicial en el tiempo hasta culminar con la red correspondiente al último evento registrado. En cada momento, un evento activará a un subconjunto de nodos y de vínculos, y conformará una red equivalente a la instantánea de la red total en ese tiempo13.

La Figura 1 muestra la red total del cartel del norte del Valle entre 1994 y 2011. Los agentes con el mayor grado de centralidad son Wilber Varela y Diego Montoya. Los agentes están clasificados de acuerdo con su actividad en las redes del narcotráfico: en color azul, quienes participaban como narcotraficantes y también cumplían el rol de reguladores violentos; en azul claro, los que se dedicaban solo a la regulación violenta; en verde claro, los que se dedicaban solo al narcotráfico y, en gris, todas las redes de familiares u otro tipo de agentes asociados a la actividad de narcotráfico.

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 Red total con las interacciones del cartel del norte del Valle 1994-2011. Nota: Los círculos representan a los traficantes. El tamaño de los círculos, la centralidad y la magnitud de la actividad de cada uno. Las líneas son los vínculos entre ellos.  

Cada evento no solo activó los nodos y vínculos directamente en él involucrados, sino también los vínculos y nodos conectados con los primeros eventos. En la red total se capta el conjunto de todos los vínculos unidos por trayectorias, en todos los eventos, en distintos momentos del tiempo. La activación de las vecindades situadas a dos, tres o más vínculos del núcleo activado en forma directa por cada evento, dependió en forma decreciente de la distancia entre cada uno de los nodos activados y sus vecinos indirectos. Es decir, la magnitud de la amenaza derivada de una acción violenta depende de qué tan lejos o tan cerca la perciban los nodos que están a una distancia mayor a un contacto de los nodos activados por el evento. Al percibir la amenaza, los amenazados decidieron actuar en el periodo siguiente, y se unieron a uno de los bandos en conflicto, buscaron protección externa o realizaron una acción violenta contra el factor de amenaza.

3.1 Afinidad violenta

Para entender los vínculos entre narcotraficantes y los tipos de interacción que pueden resultar de ellos, se propone el concepto de afinidad violenta. Esta es la respuesta a una pregunta crucial: ¿por qué individuos que saben que son un peligro letal el uno para el otro deciden iniciar y mantener vínculos entre ellos? En términos racionales, la conducta óptima para un narcotraficante sería evitar cualquier vínculo con sus iguales en el ejercicio de la violencia letal, pero la atracción producida por la afinidad violenta y la necesidad de estar informados acerca de los planes de sus iguales llevan, en forma inevitable, a que los narcotraficantes terminen unidos por vínculos que contienen el riesgo de ser eliminados por sus colegas.

El concepto de afinidad violenta aquí propuesto no es igual al de afinidad de Gavrilets et al. (2008, p. 2), aunque vienen de la misma idea básica de relaciones diádicas que conducen a la formación de coaliciones agresivas. En esta versión, se supone que los vínculos entre los nodos de la red pueden pasar de la cooperación y la amistad, al conflicto y la violencia, porque uno y otro se perciben como una amenaza letal. Los une el conocimiento que cada uno tiene de la capacidad del otro para ejercer la violencia, y la necesidad imperiosa de conocer los planes del otro para conservar su posición en la red y en el negocio. La afinidad tiene dos caras: permite el trabajo conjunto y la cooperación durante cierto período, o lleva en forma instantánea al ejercicio de la violencia letal contra el otro. El paso de la cooperación al conflicto conduce a la violencia, a través de la movilización de todas las conexiones que unen a los ahora enemigos con sus aliados, socios y especialistas en violencia. A pesar de ser enemigos, los jefes del narcotráfico son afines tanto en su forma de actuar, como en sus capacidades para ejercer la violencia y en la percepción mutua de su poder letal.

Si todos fueran iguales en términos de su capacidad para la violencia letal y se vieran a sí mismos como absolutos iguales, no debería pasar nada en teoría. Todos esperarían armados hasta los dientes y rodeados de sus servicios de seguridad, hasta que la imposibilidad de actuar se impusiera y cada uno pudiera seguir sus negocios de forma autónoma. Pero la violencia puede ser ejercida cuando hay la oportunidad de hacerlo en una situación específica de desigualdad. En ese momento particular, un agente puede creer que está en una situación superior a la de otro en el ejercicio de la violencia letal14. Aquel que tiene ventajas en el ejercicio de la violencia intentará usar cualquier oportunidad, provocación, irrespeto, probable delación o simple ofensa personal para atacar al ofensor y eliminarlo de la lucha por la sucesión.

En general, la activación o desactivación de las relaciones entre narcotraficantes dependía de las expectativas de cada uno con respecto al poder relativo y a la lealtad de los otros. Las relaciones entre los jefes del narcotráfico estaban dominadas por una afinidad modulable, que las hacía pasar de la amistad y la cooperación a la enemistad y al conflicto violento. La afinidad estaba fundamentada en la percepción que cada uno tenía del otro como una amenaza letal para su supervivencia. El dominio público de la situación por parte de todos los llevó a extremar sus gastos de seguridad y a contratar y desarrollar grandes aparatos sicariales y de protección, con capacidades ofensivas y defensivas15. Como la habilidad para la violencia y su ejercicio real no estaban distribuidos en forma homogénea, las ventajas iniciales en el uso de la violencia se convirtieron, con el tiempo, en ventajas permanentes que se expresaron en la eliminación de algunos de los jefes más ricos y exitosos, y en la repartición posterior de sus propiedades como botín de guerra entre los guerreros victoriosos.

Dada su función inicial en la red como cobrador y secuestrador, Wílber Varela, un exsargento de la Policía Nacional, tuvo ventajas iniciales en el ejercicio de la violencia. Las supo usar con alta efectividad, pero nunca llegó a consolidar su posición como protector único en la red de narcotraficantes del norte del Valle.

El poder relativo de cada narcotraficante y, por tanto, su capacidad de supervivencia, no dependía ni de una jerarquía natural heredada, ni de su riqueza material, ni de su habilidad y éxito económicos, sino de la tecnología de la violencia que cada uno tuviera a su disposición y de la voluntad para usar la violencia en el momento apropiado. El que tuviera en sus manos la mayor capacidad para infligir violencia y disuadir las acciones violentas de los otros era quien ejercía un poder relativo mayor en cada momento. El punto es quién sería ese quién. En principio, todos -de acuerdo con su poder económico y a su capacidad para contratar y convocar operadores violentos- habrían estado en capacidad de pagar por su protección, eliminar a sus enemigos y sobrevivir a la guerra inevitable. Pero ni todos tenían la misma dotación para la violencia, ni tenían la capacidad de contratar y convocar especialistas en la aniquilación de enemigos y obstáculos ni, mucho menos, alcanzaban la misma efectividad en su ejercicio.

La situación de muchos narcos, protegidos por sus propios aparatos de seguridad, en un mundo en el que nadie se atrevería a atentar contra otro, dada la fuerza disuasiva de su poder de fuego y de inteligencia, es insostenible. Los que demuestran ventajas efectivas tempranas en el ejercicio de la protección y la violencia, tienden a sostener esas ventajas y a ejercer la violencia y exigir tributación a otros, a partir de la fuerza creciente adquirida mediante sus propias acciones y del prestigio derivado de ellas. Los otros jefes tienden entonces a formar coaliciones para sobrevivir a la violencia de los más efectivos en el uso de las armas. El resultado es, otra vez, un estado de guerra permanente.

4. Violencia y coaliciones

Cuando el protector o regulador único de una red desaparece -como ocurrió con la eliminación de Orlando Henao- los aspirantes a la sucesión preparan sus movimientos y tienen en cuenta las acciones más probables de sus competidores. En términos de la fuerza que el dinero permite comprar, todos pueden ser considerados, en principio, como iguales. Con las cantidades de liquidez derivadas del negocio todos pueden comprar los mejores servicios de seguridad y pagar desde sicarios hasta oficiales del Ejército y de la Policía, e incluso los servicios de grupos paramilitares. Pero no todos tienen la misma capacidad para ejercer la violencia letal, ni todos han seguido la misma trayectoria para llegar al lugar en el que se encuentran en el momento de la sucesión. Aquellos con las trayectorias más sangrientas y con una mayor especialización en el ejercicio de la violencia tendrán ventajas en el momento de considerar quién podría ser el apropiado para suceder al capo desaparecido.

En una situación típica, las interacciones conflictivas se organizan de manera espontánea en díadas: pares de jefes que se consideran una amenaza el uno para el otro y ambos saben que quieren matar al otro y lo pueden hacer. Es decir, ambos saben que el otro lo quiere matar y lo puede hacer si tiene la oportunidad. No son necesarios motivos distintos a la mutua amenaza de muerte. Por eso, la búsqueda de motivos más profundos resulta inútil en este punto. Los más débiles tienen una opción natural: formar coaliciones para eliminar a quien es la mayor amenaza para sus vidas y aspiraciones. La díada se convierte en una tríada: dos de los individuos más débiles se unen contra el más fuerte para eliminarlo y disipar las amenazas sobre sus vidas. Es el tipo de coalición propio de la etología: dos individuos se unen para agredir a un tercero (Mesterton et al., 2011). Pero esas coaliciones son en extremo inestables. La coalición entre dos jefes que quieren eliminar al más duro en el ejercicio de la violencia siempre puede ser bloqueada por una coalición con el más fuerte, como ocurrió de hecho en los momentos decisivos de la lucha de todos contra todos por la sucesión del capo asesinado.

La doble amenaza de fallar y de ser aniquilados antes por el más fuerte, llevó a los más débiles a romper sus coaliciones y aliarse con el más fuerte, aceptar en silencio su dominio o retirarse del todo del juego, tal como lo hicieron muchos de los que sabían que la guerra a muerte por la sucesión de Henao podía llevar a su rápida desaparición. En los momentos decisivos, el heredero natural de Henao, su hermano Fernando, optó por la salida, negoció su entrega con las autoridades estadounidenses y se refugió en Miami (López, 2008).

Las peripecias de la formación y destrucción de alianzas, en la lucha por la supremacía en la red del norte del Valle, pueden ser leídas en clave de conflictos diádicos que se convierten en triádicos, para dejar de serlo de nuevo, al calor de los acontecimientos. Las súbitas alianzas, seguidas de traiciones y cambios de coalición, entre los jefes del norte del Valle, muestran como farsa los movimientos realizados por todos para sobrevivir en el estado de guerra permanente (López, 2008, pp. 130, 137). Lo que todos compartían era una conjetura fundamental: Wílber Varela los iba a matar y podía hacerlo si así lo quisiera. El propio Varela compartía esa conjetura. Esa coincidencia conjetural no era producto ni de la casualidad ni del error, sino de la trayectoria violenta de Varela y de su éxito evidente, primero como cobrador y luego como regulador violento.

Pero los jefes no actuaron solos, ni como individuos aislados. Estaban conectados a grupos armados que obedecían sus órdenes. Cada jefe estaba relacionado, a través de distintos vínculos, a pistoleros, sicarios y especialistas en violencia. Cada uno, también, podía comprar la mejor seguridad disponible en el mercado. Por tanto, los conflictos diádicos se ampliaron a lo largo de las trayectorias que unían a un jefe con sus hombres, y lo enfrentaban a otro con sus hombres, de acuerdo con el patrón de vínculos que los unía. A diferencia de las redes económicas o sociales, las redes de narcotraficantes incluyen vínculos entre enemigos, entre amigos y enemigos, y entre amigos. Los primeros son vínculos de carácter negativo: a pesar de que dos individuos o agrupaciones se consideran enemigos y un peligro para la supervivencia del otro, su relación no desaparece, se mantiene y genera actividad. Incluso genera actividad conjetural: cada uno intenta saber lo que el otro pueda y quiera hacer contra él y sus aliados. Escaramuzas, combates, amenazas, rumores, trampas, hacen parte de las relaciones que mantienen las agrupaciones enfrentadas.

La historia de la red del norte del Valle es la de la extensión de los conflictos entre jefes a todos sus hombres (violentos o no), asociados, familiares, amigos y colaboradores. La guerra no fue entonces una guerra entre individuos, que un duelo personal podía resolver, sino entre agrupaciones complejas que no dejaron de enfrentarse, siguiendo los eventos que comprometían a miembros de ambas agrupaciones. En general, las guerras del narcotráfico pasan de ser conflictos entre individuos (jefes) para convertirse en conflictos entre coaliciones, cuyo número de miembros varía de acuerdo con los resultados obtenidos en las confrontaciones reales.

5. Estructura y violencia

Si la violencia era la actividad fundamental que ocupaba las interacciones entre los agentes de la red de traficantes, es necesario estudiar sus efectos sobre la estructura de la red y sus propiedades fundamentales. Se trata de una red particular en la que las relaciones entre sus miembros pueden cambiar de estado en cualquier momento, pasan de la amistad a la enemistad y de la cooperación al conflicto violento. Cambios tan extremos en individuos y agrupaciones, conectados entre sí, implican la emergencia de una red inestable y poco común, en la que las transformaciones en el carácter de los vínculos que unen a sus miembros pueden conducir a explosiones de violencia que cambian, de forma inevitable, tanto la estructura de la red, como sus propiedades básicas.

En otros tipos de red, las interacciones repetidas entre sus agentes conducen al orden. En las redes de modulación violenta, las interacciones repetidas pueden conducir al desorden o al orden entendido como destrucción total de la red. Lo segundo fue lo ocurrido en la red del norte del Valle. Las explosiones de violencia generadas por cambios en el carácter de los vínculos, entre miembros con alto grado de la red, no condujeron ni a la emergencia de un protector único ni de una coalición dominante. Por el contrario, la división de la red entre dos grandes coaliciones violentas enfrentadas tuvo como efecto la destrucción de sus vínculos, la caída del grado promedio de sus nodos. En conjunto, la evidencia sobre la evolución liderada por la violencia sugiere un proceso de destrucción de la red por el despliegue de conflicto endógeno, acelerado por choques informativos externos.

En forma consistente, el número de nodos activos no dejó de crecer a lo largo del período considerado para la red de eventos violentos. Es decir, un número creciente de nodos fue activado por la violencia y por las relaciones antagónicas entre jefes afines. Al mismo tiempo, los vínculos entre los agentes de la red no dejaron de disminuir por efecto de la fragmentación y destrucción de vínculos generadas por la violencia. Por otra parte, la proporción de cierres triádicos sobre el número total de triples, es decir, el coeficiente de clustering se incrementó en los momentos más álgidos de la lucha violenta: un número mayor de cierres triádicos emergió de la interacción violenta entre traficantes. Los bandos de Diego Montoya y Wílber Varela lograron reunir las coaliciones más grandes para enfrentar a su enemigo y, al hacerlo, propiciaron una mayor densidad de relaciones dentro de cada una de las coaliciones generadas por la guerra entre las dos facciones. La Figura 2 muestra las redes de narcotráfico del cartel del norte del Valle en 1996 y en 2006. Como se observa, en ese último año, la red de narcos tenía un menor número de agentes, y de vínculos, producto de las interacciones letales entre ellos.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2 Redes de narcotráfico del norte del Valle, 1996 y 2006. Nota: Visualización de la red de narcotraficantes del norte del Valle en 1996 y 2006. Noten la caída en el número de nodos debido a la violencia generalizada ocurrida en el interim 

El efecto de la eliminación de Varela, la detención y extradición de Diego Montoya y de Chupeta, y la entrega de Víctor Patiño, sobre la estructura de la red, es similar al efecto producido por una estrategia deliberada de buscar los nodos más conectados (hubs) de una red para removerlos y fragmentar la red. Es la estrategia de la búsqueda del llamado jugador clave estudiada por Calvó-Armengol y Moreno-de-Barreda (2005), Ballester et al. (2006) y por Borgatti y Everett (2006), y considerada seriamente por las agencias estadounidenses de control del terrorismo, después del ataque de 2001 a Manhattan y al Pentágono. Son estrategias óptimas para esa red en particular y resultan exitosas en la medida en que los nodos clave o jugadores clave, son los conectores exclusivos entre distintas agrupaciones menores o nodos sueltos16.

De hecho, la fragmentación de la red de narcotraficantes del norte del Valle, tal como era conocida, fue el efecto de una estrategia de búsqueda, persecución y acecho de los jefes visibles, u objetivos de alto valor, de esa red. Cuando cayeron los nodos clave, la conectividad de la red cayó de inmediato, afectando incluso al coeficiente de clustering (un indicador que tiende a ser estable en redes no violentas). Pero la caída y fragmentación de esta red en particular no es equivalente al fin de las redes ligadas al narcotráfico y a la extorsión. Por el contrario, estas pueden mutar en otros tipos de redes, con estructuras más planas, mayores niveles de violencia local y menores coeficientes de clustering global.

La situación de hoy, caracterizada por múltiples redes locales y por intentos de las organizaciones más grandes por alcanzar, a través de la violencia, su control global, recoge muy bien los efectos de estrategias óptimas de destrucción de una red específica en un momento del tiempo, y su inutilidad para tratar la mutación en otras redes de los fragmentos que quedan de las intervenidas. La Figura 3 muestra la evolución de la violencia por evento a lo largo de la ventana de observación elegida. Hay muchos eventos de tamaño pequeño y unos pocos eventos de gran magnitud, lo que permite sospechar una distribución de probabilidad del tamaño de los eventos que seguiría una ley de potencia.

Fuente: elaboración propia a partir de la base de datos del proyecto.

Figura 3 Redes de narcotráfico del norte del Valle, 1996 y 2006 

El número de vínculos activados por cada evento refleja los procesos dinámicos que ocurrían en ella. En la red del norte del Valle, dos procesos interdependientes dominaron la activación de vínculos: la lucha violenta por la posición de protector único o dominante, de la red y las relaciones estratégicas con los gobiernos de Estados Unidos y Colombia. A pesar de que todas las acciones ocurridas en la red son locales, en principio, sus consecuencias se extienden a través de fracciones cambiantes de la red, en la medida en que interfieren con la supervivencia de narcos y violentos.

La evolución de la violencia anual presentó un pico en 2004, reflejo de los efectos destructores de los choques informativos, inducidos por la política de negociación con Estados Unidos. Desde 2003, Chupeta había iniciado una vendetta contra Víctor Patiño, su antiguo amigo y socio, convertido en un informante de la justicia estadounidense. La venganza de Chupeta arrasó no solo con los familiares de Patiño, sino con sus abogados, contadores, testaferros y amigos. La magnitud de la violencia desatada por Chupeta guardó una relación directa con la cercanía e intensidad de la relación sostenida con Patiño. En general, entre más cercano es el vínculo entre dos narcotraficantes, más grandes y letales serán los efectos de pasar de la cooperación a la guerra o de la amistad a la enemistad. Entre más información compartida y más amplio conocimiento de la organización y de las rutas de un colega, mayor el daño causado por una delación, y mayor también el alcance y la crueldad de la venganza. El paso de la cooperación a la guerra implica desatar la violencia más atroz, con una efectividad proporcional al estado de indefensión de las víctimas, desprotegidas después de la entrega del jefe a la justicia estadounidense. La Figura 4 muestra la evolución de la violencia en las redes múltiples que unían a los distintos grupos de narcotraficantes del norte del departamento del Valle del Cauca.

Fuente: elaboración propia a partir de la base de datos del proyecto.

Figura 4 Evolución de la violencia 1996 - 2009 

Como ya se había dicho, Ramírez, Patiño y Asprilla habían cooperado para exportar cientos de toneladas de cocaína en la década de 1990. La conversión de su antiguo socio en un informante de la justicia estadounidense precipitó el arrasamiento de casi toda la antigua vecindad de Patiño. De paso, la matanza reveló las conexiones de Patiño con distintos profesionales y funcionarios de la justicia. Algunos de esos contactos habían sido compartidos por los dos en otras épocas. Los picos menores registrados en 1999 y 2001 son consecuencia de la guerra de exterminio librada por Wílber Varela contra los restos de la organización de Pacho Herrera y el inicio de la violenta confrontación que mantendrían durante casi toda la década Varela y Montoya. Es también el inicio de las confrontaciones diádicas entre varios de los jefes del norte del Valle, y Wílber Varela emergía como el rival más duro y mejor preparado para ejercer la violencia letal y aspirar a la posición de protector único que antes ostentaba Orlando Henao.

Hasta 1999, la activación de vínculos y la violencia que la acompañaba, sugerían la consolidación de la red del norte del Valle y la aniquilación de los narcos de Cali. La destrucción sistemática de la organización de Pacho Herrera y de sus hombres, familiares y asociados es quizás el proceso más relevante de la consolidación de la fuerza de los jefes del norte del Valle, como reguladores violentos de la actividad. Hacia finales del siglo pasado, ese proceso estaba por terminar. La riqueza, las propiedades y los contactos de la organización de Herrera fueron repartidos entre los nuevos jefes en ascenso, en particular por Wílber Varela, el especialista en el cobro de dinero y en la recuperación de deudas a través de la violencia. Como siempre, Herrera golpeó primero, pero esta vez, al contrario de lo ocurrido con Pablo Escobar, no pudo sobrevivir a la confrontación con Varela, quien era apoyado por Henao.

6. Ley de potencia y afinidad violenta

Al estudiar el número de vínculos activados por cada evento, se advierte que unos pocos eventos concentran un número mayor de vínculos activados, mientras que un número mucho más grande de eventos solo activa un número mucho menor de vínculos (ver Figura 5).

Fuente: elaboración propia a partir de la base de datos del proyecto.

Figura 5 Eventos vs. número de vínculos activados por evento 

En términos de probabilidades, la probabilidad de que un evento active un número k de vínculos cae de acuerdo con una cierta potencia α. Esta evidencia se puede observar en la Figura 6. Para estudiar este fenómeno, se propone el concepto de grado de un evento. El grado de un evento es el número de vínculos que un evento activa con su ocurrencia. Su introducción implica cambiar la unidad básica de observación. En redes normales, la unidad básica es el nodo y los vínculos de cada uno con el resto de los nodos de la red. Pero en una red como la observada, surgida de los eventos ocurridos, lo que importa es el número de vínculos que cada evento activa, es decir, las agrupaciones y coaliciones que el evento pone en movimiento.

Figura 6 Probabilidad de ocurrencia de un evento de grado k 

A cada evento se asocia, entonces, el concepto de grado de un evento: el número de vínculos que un evento activa con su ocurrencia. Este concepto es una consecuencia de la forma en que se recupera la red de narcotraficantes a partir de los eventos (arreglos y coaliciones), en los que habían participado distintos miembros de la red. Obsérvese que no se trata del grado de los nodos individuales, sino del número de vínculos que cada evento activa y, por tanto, del tamaño y de la actividad de las coaliciones puestas en marcha por el conflicto entre miembros de la red. Es una medida de la actividad colectiva de la red que refleja, además, toda la actividad subyacente que debe haber ocurrido para que los eventos violentos pudieran ocurrir: inteligencia, seguimiento, transferencia de información, comunicación indirecta entre miembros de coaliciones opuestas, traición.

Al establecer la probabilidad del tamaño de un evento (el número de vínculos activados por cada evento), encontramos que la relación entre la probabilidad de ocurrencia de un evento de tamaño k y el tamaño k de un evento siguió, en efecto, una ley de potencia, lo que puede ser observado en la Figura 5 y Figura 6.

¿Cómo explicar la aparición de una ley de potencia en la distribución de probabilidad de grado de los eventos? A partir de la base de datos, se sabe que la mayor parte de los eventos registrados fueron el resultado del desenlace violento de conflictos diádicos entre jefes que se percibían como una amenaza real el uno para el otro, creían tener fuerzas letales y de inteligencia similares y buscaban usar las pequeñas oportunidades temporales que brindaba su rival para eliminarlo, o por lo menos para intentarlo. Los eventos que activaron un mayor número de vínculos exigieron invertir una mayor cantidad de recursos y asumir un riesgo mayor. El tamaño de la inversión y del riesgo dependía de la fuerza letal del objetivo: entre más fuerte era, con más hombres y vínculos a su disposición, mayor debería ser el esfuerzo realizado. La probabilidad de que ocurriera dependía, en forma negativa, del costo, y positiva, de la magnitud de la ofensa o de la amenaza proveniente del objetivo.

Al estudiar el número de vínculos activados por cada evento y por año, se advierte que, en periodos muy específicos del tiempo, unos pocos eventos concentraron un número mayor de vínculos activados, mientras que un número mucho más grande de eventos activó un número mucho menor de vínculos (Figura 7). En términos de probabilidades, la probabilidad de que un evento activara un número k de vínculos caía de acuerdo con una cierta potencia α.

Figura 7 Vínculos activados por año 

Este concepto está ligado al del componente más grande de la red. Es evidente que el conjunto de todos los pares de nodos conectados por al menos una trayectoria puede resultar afectado por los eventos ocurridos, aunque no toquen en forma directa a una proporción grande de los nodos incluidos en él. El impacto de un evento es más grande en la medida en que un número creciente de miembros de la red deciden realizar acciones cuando ese evento ocurre. En la situación de guerra generalizada que estudiamos, un número creciente de nodos consideró que debía realizar acciones violentas para sobrevivir y salvar su posición en el negocio. Al hacerlo, entraron a formar parte de coaliciones enfrentadas que, al final, dividieron la red en dos partes antagónicas. El proceso que llevó a ese enfrentamiento global es descrito mediante el crecimiento del número de vínculos indirectos activados por cada evento. Dado que un número creciente de nodos se sintió afectado por las acciones de otros, la situación de conflicto violento se extendió y todos debieron tomar posición en la confrontación, o retirarse de ella, o en algunos casos negociar con el gobierno de Estados Unidos (lo que los situaba de nuevo en la confrontación). Los tres tipos de eventos ocurrieron en el proceso de autodestrucción del cartel del norte del Valle.

Todos los conflictos diádicos en la red de narcotraficantes se convirtieron en conflictos entre coaliciones, que sumaban hombres de acuerdo con su éxito relativo en la contienda y a las conexiones existentes en la red de narcotraficantes en la que viven. Cada evento de violencia del que salía una coalición victoriosa implicó sumar un mayor número de hombres y poder de fuego para un próximo evento. A pesar de que ambos bandos podían percibirse como equivalentes en su capacidad militar, los resultados de enfrentamientos reales mostraron ventajas pequeñas para un bando, que se convirtieron en un mayor poder de fuego, vía el reclutamiento de nuevos pistoleros y agentes de inteligencia (Gavrilets et al., 2008).

La ley de potencia encontrada refleja ese proceso de formación de coaliciones, uso de oportunidades derivadas del alcance de sus redes, pequeñas ventajas militares y rendimientos crecientes para el éxito militar. De ese proceso, Wílber Varela pareció emerger como gran triunfador: había matado más rivales, se había apoderado de los bienes de sus víctimas, y había impuesto su ley a sangre y fuego. Pero ese estado de guerra permanente terminó afectando a su coalición: sus mejores sicarios, los hermanos Calle Serna, terminaron ejecutándolo en Venezuela, en donde se encontraba refugiado.

7. Destrucción de la red

Desde el punto de vista económico, la probabilidad de cooperación entre redes distintas disminuirá y aumentará la de la violencia. Cada organización intentará mantener su actividad económica en forma autónoma, pero deberá hacerlo con la restricción impuesta por la violencia: deberá dedicarle una cantidad creciente de recursos a la guerra con otros grupos rivales y disminuirá la inversión. Además, si nodos importantes de su red económica son aniquilados, su reemplazo será costoso y la eficiencia de la operación económica caerá.

Cada vez que un narcotraficante ordenó el asesinato de otro narcotraficante, el número total de narcotraficantes disminuyó en la red común que los unía. Aun suponiendo, por ahora, que no hay reemplazo para el narcotraficante muerto, el número de agentes violentos es ahora relativamente más grande que el de narcotraficantes. La eliminación de narcotraficantes por orden de sus colegas ocurrió en diversas vecindades de la red, pero siempre tuvo como resultado la eliminación de individuos de su tipo y la caída de su población con respecto a la de agentes violentos. Aun en una situación sin reemplazo y sin tener en cuenta el crecimiento de la población de sicarios, la caída de la población relativa de narcos es un hecho sólido.

Sus consecuencias no fueron solo poblacionales. Los efectos de la interacción entre agentes violentos y económicos desbordaron sus límites contractuales y comprometieron la supervivencia, la riqueza, los capitales y el poder relativo de los protagonistas. La interacción en el tiempo entre narcos y sicarios trastocó las relaciones de poder, al cambiar las probabilidades de supervivencia de ambos, e incentivar la expropiación y el flujo de propiedades y capitales desde los operadores económicos hacia los violentos.

La violencia en la red de traficantes del norte del Valle es discontinua, con explosiones concentradas en ciertos momentos en el tiempo. La Figura 8 registra las oscilaciones en el número de nodos activados cada año por eventos de carácter violento. No hay una tendencia definida, en tanto el número de nodos activados no guarda relación directa con los resultados de la violencia en términos de bajas. Las variaciones en el número de personas comprometidas en los distintos eventos de violencia guardan relación con las fuerzas relativas movilizadas, y con el costo asociado a la eliminación de un rival. El número de personas comprometidas en la ejecución de un enemigo varía con su fuerza militar relativa, modificando la estructura y la densidad de la red.

Figura 8 Número promedio de nodos en el tiempo 

La eliminación de los jugadores clave o de los nodos más conectados de la red llevó al derrumbamiento efectivo de la conectividad de la red y a su fragmentación total. La pérdida permanente de nodos y de conectividad de la red, derivada de la violencia y de las interacciones letales entre nodos, pertenecientes a coaliciones enfrentadas, llevó a la destrucción de la red. Aunque el ejercicio de la violencia había aumentado las relaciones entre los hombres situados a ambos lados de la confrontación, sus efectos letales condujeron a la destrucción de la red y hacia una transición hacia un nuevo estado, en el que la red fragmentada más tarde mutaría hacia otros tipos de redes criminales. Esto explica el incremento o reducción del número de personas que participan de la red en los diferentes momentos del tiempo.

8. Conclusiones

El ascenso y la caída de la red de narcotraficantes del norte del Valle fue el efecto de la conjunción de varias fuerzas interdependientes que llevaron a su fragmentación y destrucción, y a su sustitución por nuevas redes mutantes, dotadas de propiedades distintas de las que caracterizaron a la red del norte. La red total conformada por todas las redes activadas por los eventos en el período 1994-2011, reflejaba un sistema complejo en el que las interacciones entre sus nodos dependían de la atracción y repulsión generadas por la afinidad violenta que los unía y enfrentaba.

La concurrencia en una misma red de jefes iguales, unidos por relaciones de afinidad violenta, precipitó una situación paradójica: la oscilación entre períodos de cooperación y de guerra. Al final se impuso el estado de guerra permanente. La modulación de la afinidad violenta estuvo en el centro de la dinámica de la red. La activación o desactivación de la percepción mutua de los agentes como una amenaza letal determinaba la factibilidad de los procesos de cooperación y de crecimiento económico o el desencadenamiento de la violencia generalizada. Era una violencia discontinua, concentrada en ciertos eventos y momentos, como reflejo del carácter discontinuo de la confrontación entre narcotraficantes. La posibilidad de realizar una operación violenta contra un enemigo dependía de circunstancias y oportunidades aleatorias, que no eran controladas por los participantes. Desde un punto de vista técnico, los vínculos de afinidad violenta atravesaron toda la red y condujeron a narcotraficantes y violentos (aunque en menor proporción) al retiro o entrega a Estados Unidos, de un lado, o a la confrontación violenta de otro. Todos los jefes terminaron eliminados o encarcelados en Estados Unidos.

La mezcla explosiva de las afinidades violentas que unían a los jefes del norte del Valle, la guerra contra las drogas, y el giro hacia la delación en la justicia de Estados Unidos, desencadenó una larga y sangrienta confrontación cuyo resultado fue la destrucción total de la red de tráfico de drogas más productiva de la historia colombiana. De ese estado de guerra permanente no emergió ni un jefe único, ni una gran organización de traficantes violentos que reemplazara a las redes desaparecidas. En su lugar, múltiples agrupaciones más pequeñas conducen un negocio más local y de menor escala, en el que la violencia ha pasado a regular el tráfico y la extorsión urbanas.

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White, H. (2009). Identity and Control. Princeton University Press. [ Links ]

Notas:

4Un estado de guerra permanente es el resultado de la existencia de comunidades autónomas cuya independencia y unidad interna depende de su capacidad para conducir la guerra contras las demás. Solo la guerra permanente garantiza su existencia autónoma: “En resumen, la capacidad guerrera de cada comunidad es la condición de su autonomía” (Clastres, 1994, p. 164). Si bien en el caso del cartel del norte del Valle no había comunidades, sí había agrupaciones cuya autonomía y supervivencia dependía de conducir la guerra contra sus iguales. En ese sentido, la violencia que destruyó al cartel del norte del Valle era arcaica.

5Gracias a las relaciones fluidas, permanentes y cercanas de los jefes paramilitares (los Castaño, Macaco, Cuco Vanoy) con los narcotraficantes del norte del Valle, los paramilitares actuaron como árbitros en sus disputas internas, y fueron sus protectores militares a cambio de dinero (López, 2008; 2010).

6Asesinos al servicio de los directorios conservadores de los municipios del departamento del Valle del Cauca, durante la Violencia. Gracias a las directrices de los grandes jefes conservadores, el norte del Departamento se convirtió a sangre y fuego en un territorio conservador. Los pájaros fueron decisivos en la realización de esta estrategia.

7Orlando Henao fue policía. Luego de ser expulsado, usó todos sus contactos para favorecer sus negocios, eliminar enemigos y controlar los flujos de información de la propia Policía, con respecto a las estrategias puestas en marcha contra su organización. Wilber Varela, un exsargento de la policía, se inició con los Rodríguez Orejuela. Luego trabajó con Orlando Henao, se especializó en secuestrar, torturar, expropiar y asesinar a traficantes con deudas sin pagar. El éxito en esa tarea le permitió acceder a una inmensa fortuna y a un gran poder militar. Varela logró la transición de especialista en violencia a capo del narcotráfico mediante el uso de la violencia y de la fuerza militar. A su sombra crecieron otros pistoleros que luego se convertirían en los nuevos y efímeros capos del narcotráfico.

8Diego Montoya combinó la violencia y el narcotráfico, pero terminó atrapado en la primera. Fue el rival de Wílber Varela, otro aspirante a regulador único del norte del Valle.

9Un evento focal es aquel en el que más de dos personas, sin relaciones directas anteriores, se encuentran y pueden iniciar vínculos que terminan en cierres triádicos o en cliques (agrupaciones en las que todos tienen vínculos con todos). Ver el uso del concepto en el trabajo pionero de Gueorgi Kossinets y Duncan J. Watts (2006).

10La base de datos que se utilizó se construyó a partir de un ejercicio de revisión documental, que incluyó libros y prensa escrita, transcripciones de entrevistas, entre otros. En la base de datos se registraron todos los eventos en los que participaron los agentes que componían las redes, sus roles, las conexiones o relaciones de amistad o enemistad y los roles de sus contactos. Luego se procesó toda la información con un software especializado en el análisis de redes sociales.

11 Mastrobuoni y Patacchini (2010), por ejemplo, obtuvieron los archivos del seguimiento que el antiguo Federal Bureau of Narcotics (Oficina Federal de Narcóticos de Estados Unidos) hizo de las actividades (reuniones, visitas, entrevistas, negocios) de 800 miembros reconocidos de la mafia italiana en Estados Unidos. Por supuesto, dicha red sufre del sesgo derivado de una actividad discontinua de vigilancia, que no puede captar sino una proporción de todas las interacciones ocurridas. De ese archivo surge una red fija o singular, sobre la que el autor infirió el orden de los capos y el impacto de la violencia, los lazos familiares y la cultura mafiosa sobre el número de conexiones. Los autores encontraron el número óptimo de conexiones. Es un ejercicio que establece la conectividad óptima de los mafiosos de acuerdo con el riesgo de ser detenido y a la influencia derivados de realizar conexiones adicionales. Pero su trabajo no estudia la dinámica de esas conexiones.

12Con una diferencia fundamental, esta red no es una red de eventos, sino que es inducida por los eventos registrados; la red de Brandes, Snijders y Lerner es una red de eventos.

13Para una revisión de los distintos métodos existentes para la recuperación de redes temporales y dinámicas, y una alternativa innovadora de recuperación de redes temporales, ver el trabajo de Rémy Cazabet (2013).

14Desde el punto de vista de la etología y de la biología evolutiva, la capacidad o habilidad para pelear es denominada “potencial para la retención de recursos” (resource holding potential) o RHP, por sus iniciales en inglés (Mesterton et al., 2011). De hecho, la forma en que los autores modelan la formación de coaliciones es similar a la que aquí se propone en el sentido de hacerla depender de su RHP, el concepto equivalente a la capacidad para la violencia letal. La desigualdad en las dotaciones y trayectorias de capacidad para ejercer la violencia es lo que determina quién predomina en las guerras del narcotráfico.

15Los jefes del norte del Valle terminaron pagando millones de dólares a jefes paramilitares, como Carlos Castaño, para que los protegieran de sus iguales.

16En este caso, sin embargo, no se trató de una estrategia directa, sino indirecta: los incentivos generados por la nueva política de rebaja de penas, a cambio de delación y propiedades, condujeron a la eliminación de esos nodos centrales.

Notas:

Financiacion: Este artículo es producto del proyecto de investigación Evolución de una red de narcotraficantes en un contexto de mundos pequeños, financiado por la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Valle.

1Magíster en Economía.

2Magíster en Economía Aplicada.

3Doctor en Sociología.

Recibido: 02 de Marzo de 2020; Aprobado: 27 de Mayo de 2020

Conflicto de interés

Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.

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