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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.12 no.25 Medellín Sep./Dec. 2020

https://doi.org/10.15446/historelo.v12n25.85105 

Artículos

Infancia, comunidad y prensa en el interior de la provincia de Buenos Aires (Argentina, 1950-1960)

Childhood, Community and Press in the Interior of the Province of Buenos Aires (Argentina, 1950-1960)

Infância, comunidade e imprensa no interior da província de Buenos Aires (Argentina, 1950-1960)

Celeste De Marco* 

*Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en el Centro de Estudios de la Argentina Rural, Universidad Nacional de Quilmes. El artículo es resultado de avances del proyecto de investigación: "En el campo y más allá de la ciudad. Condiciones de vida y cotidianidad de familias y niños rurales en la zona pampeana (Décadas 1950-1970)", financiado por el Conicet, bajo la dirección de la Dra. Talía Gutiérrez. Agradezco a quienes evaluaron el manuscrito por sus valiosos comentarios, y especialmente a la museóloga Clara Rodríguez por su inestimable colaboración en el acceso a las fuentes periódicas. Correo electrónico: rdemarco@conicet.gov.arl © https://orcid.org/0000-0001-5382-5143


Resumen

El presente artículo parte de la preocupación por indagar históricamente en aquellas infancias que transcurrieron en espacios distantes de las capitales y grandes ciudades, atravesadas por realidades, dinámicas y cotidianidades diferentes. En ese sentido, se propone estudiar el tratamiento de cuestiones relacionadas con la niñez y la infancia en la prensa de localidades rurales extracéntricas en la provincia de Buenos Aires (Argentina). Se toma el periódico El Imparcial de General Belgrano (Buenos Aires) entre las décadas de 1950-1960, una etapa atravesada por la pervivencia de aspectos tradicionales en la vida familiar, social y también en el ámbito productivo, así como avances modernizadores en el marco de una comunidad reducida. Se parte de un abordaje metodológico cualitativo, a través de una estrategia de análisis de contenido, para reconocer representaciones subyacentes, temáticas recurrentes y ciclos de atención. Se descubre un discurso infantocéntrico con miradas moralizantes que polarizaban y jerarquizaban el universo infantil, cuyas temáticas, además, funcionaban como un punto de consenso en la comunidad.

Palabras clave: historia; infancia; prensa; Argentina; siglo veinte

Abstract

This article stems from the concern of investigating from a historical perspective those childhoods that took place in spaces far away from large and capital cities, affected by different realities, dynamics, and daily life situations. In that regard, it aims at analyzing how issues related to childhood were addressed by the press of non-central rural towns in the Province of Buenos Aires (Argentina). We take the case of El Imparcial newspaper, from General Belgrano (Buenos Aires) during the 1950s - 1960s, a time marked by the continued existence of traditional aspects in both family and social life, and also in the productive sphere, as well as by modernizing advances within the framework of a small community. It starts from a qualitative methodological approach, through a content analysis strategy, to identify underlying representations, recurrent topics, and attention cycles. Finally, it discloses a child-focused discourse with moralizing views that used to polarize and impose a hierarchy on the children's universe, whose topics also worked as a point of consensus within the community.

Keywords: history; childhood; press; Argentina; twentieth century

Resumo

O presente trabalho tem como ponto de partida a preocupação de indagar historicamente naquelas infâncias que transcorreram em espaços afastados das capitais e grandes cidades, atravessadas por realidades dinâmicas e cotidianidades diferentes. Nesse sentido, propõe-se estudar o tratamento de questões relacionadas com a meninice e a infância, na imprensa de localidades rurais extracêntricas na província de Buenos Aires (Argentina). Leva-se em consideração o jornal "El Imparcial" de General Belgrano (Buenos Aires) entre as décadas de 1950 e 1960, uma etapa atravessada pela sobrevivência de aspectos tradicionais na vida familiar, social e também no âmbito produtivo, mesmo como os avanços modernizadores no marco de uma comunidade reduzida. Parte-se de uma abordagem metodológica qualitativa, através de uma estratégia de análise de conteúdo, para reconhecer representações subjacentes, temáticas recorrentes e ciclos de atenção. Finalmente, descobre-se um discurso infantocêntrico com olhares moralizantes que polarizavam e hierarquizavam o universo infantil, cujas temáticas, ademais, funcionavam como um ponto de anuência na comunidade.

Palavras-chave: história; infância; imprensa; Argentina; século XX

Introducción

Entre las décadas de 1950-1960, General Belgrano -ubicado a unos 162 kilómetros de la Capital Federal y a otros 110 de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires- se presentaba como un partido no tan extenso, con una configuración que no parecía diferir demasiado de otros del interior bonaerense. Con un núcleo urbano circundado por actividades agropecuarias, pervivía allí una ruralidad todavía vital que; sin embargo, presentaba sangrías y retrocesos frente a un mundo cada vez más moderno y urbanizado.

La vida social, como era común en ese tipo de espacios, se veía descrita en periódicos locales que parecían detenerse en cada detalle, incluyendo eventos de la esfera pública y privada. Pero, incluso en ese trajín de crónicas cotidianas, existían momentos que expresaban a la comunidad con mayor vivacidad, como solía suceder con la particular impronta de los carnavales.

En un contexto alejado de las dinámicas metropolitanas, con vínculos estrechos y una prensa local imbuida en las rutinas, en este artículo se propone reflexionar sobre el tratamiento de temáticas vinculadas con la infancia y la niñez en el marco de pequeñas localidades que conformaban un importante entramado social y productivo primario en el período analizado.

En este sentido, el presente estudio se inscribe en el interés general por realizar una reconstrucción de las características de la niñez en pueblos de impronta rural al promediar el siglo XX en la provincia de Buenos Aires. También, entender de qué modo la prensa de partidos extracéntricos configuró a los sujetos infantiles en sus páginas, en tanto que "diferentes prácticas discursivas producen diferentes infancias, todas y cada una de las cuales son 'reales' dentro de su propio régimen de verdad" (James y Prout 1997, 27).

El planteamiento parece sugerente en un contexto de importantes avances regionales en el conocimiento histórico de las infancias.1 En este derrotero, sin embargo, es posible advertir -quizá como réplica de una historiografía esencialmente centrada en lo urbano- la necesidad de prestar más atención sobre bordes y periferias, en especial aquellas de raigambre rural que también compusieron el complejo tejido del pasado infantil.2 En esa línea, es sugestivo remarcar que la infancia es "el verdadero eslabón perdido" que conecta lo personal y lo público, lo psicológico y lo sociológico, lo doméstico y el Estado (Mintz 2012), en sus diferentes gradientes y tonalidades.

Estas ideas se inscriben en el interés por reconocer que la infancia no tiene rasgos transhistóricos o transculturales, como una mera etapa de desarrollo biológico. Más bien, la historiografía especializada reconoce que se compone de múltiples experiencias definidas socioculturalmente, en diferentes momentos y espacios. Por eso los estudios a pequeña escala aparecen como enfoques ricos para explorar diversidades en marcos locales y completar, confirmar o refutar lecturas generales (Rhodes 2000).

En efecto, más allá de la "gran ciudad", e incluso de las localidades que configuraban sus adyacencias en asombrosa expansión, existieron niñeces atravesadas por realidades, dinámicas y cotidianidades diferentes. Reconocer sus particularidades no solo significa, en cierto sentido, una reparación histórica. Implica reconocer su condición como "cajas de resonancia" (Carli 2011), y supone, además, una apertura para comprender qué aspectos compusieron la idea de infancia y cuáles fueron las prácticas de esos niños y niñas en espacios aún poco vislumbrados que formaron parte de un pasado provincial, nacional y regional.

Con base en estas ideas, en esta oportunidad se considera el caso de General Belgrano, cuyas condiciones en la etapa propuesta expresan rasgos comparables con otras localidades de partidos de la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires, que permiten pensar un entramado comunidad-prensa-infancia que se ubica más allá de la órbita de influencia capitalina.3

En esta tarea aporta su riqueza como fuente primaria El Imparcial, un reconocido periódico4 en el ámbito belgranense. A partir de una estrategia de análisis de contenido, se examinan notas periodísticas con el propósito de indagar en modos de referencia, tratamiento y apelación sobre temáticas infantiles con énfasis en épocas paradigmáticas, como las fechas de carnaval, que aquí se toman como ejemplo. La periodización atiende más bien a aspectos socioculturales que de orden político. Resulta sugerente pues permite encontrar persistencias o posibles quiebres en espacios atravesados por una impronta rural que se encaminaba hacia una modernización que afectaría tanto a familias urbanas como del campo.

Finalmente, se sostiene que es posible identificar una presencia significativa de discursos con rasgos infantocéntricos que; sin embargo, no interpelan a la niñez, sino que la mediatiza por y para los adultos. De este modo, lo infantil asume un valor específico, configurándose como un punto de consenso, e incluso, un dispositivo regulador de conflictos, reales o potenciales. Lo anterior descubre, finalmente, una tensión entre el aliento al protagonismo infantil y su subsidiaridad, vinculada a lo femenino.

Buenos Aires, escenario de cambios

Durante el período analizado, en Buenos Aires -provincia rica, urbanizada y concentrada demográficamente- pervivía un mundo rural disperso y mayormente aislado que se transformaba sin desaparecer. Aun así, el empleo en industria y comercio había crecido a costa de un campo que cada vez ocupaba a menos familias -más reducidas, alfabetizadas, urbanizadas en sus estilos de vida-, especialmente a partir de los impulsos tecnificadores de la década de i960 (Balsa 2006; Gutiérrez 2009, 2012).

En este escenario, más allá de grandes centros urbanos, como Bahía Blanca o Mar del Plata, o el Gran Buenos Aires (GBA) y la capital federal, se extendían ciudades medianas y pueblos pequeños, que configuraban un Buenos Aires distinto (ver figura 1). Estas localidades, en ocasiones atravesadas por una trama industrial irregular, se nutrían de la producción agropecuaria. Sus dinámicas estaban impregnadas por vínculos estrechos que se afianzaban en cines, confiterías, clubes sociales o deportivos, como también en reuniones hogareñas (Gallo y Míguez 2014).

Fuente: República Argentina. 1962. Secretaría de Estado de Hacienda. Censo Nacional de Población. Buenos Aires: Dirección Nacional de Estadística y Censos, 24. N de A: ubicación de General Belgrano (rojo) respecto de la Capital Federal (azul).

Figura 1 Centros poblados en la Provincia de Buenos Aires (Argentina), 1960 

Esta vida apacible, rutinaria, pero al mismo tiempo intensa en términos de cercanía -deseada o no- se desarrollaba en un marco de transformaciones de la vida familiar. En principio, la prevalencia de un modelo donde la autoridad paterna, la sumisión femenina y la rígida tutela filial eran irrefutables, coincidió con la consolidación de un modelo familiar de clase media que fue "fruto del proceso de urbanización, movilidad social, de la diversificación de los consumos, del sincretismo étnico, de la escolarización, de la construcción de la identidad nacional, de la fijación de nuevos estándares de corrección social" (Míguez 1999, 22).

Sin embargo, frente a este modelo tradicional que había prevalecido en décadas previas y que en ocasiones difería de la realidad de las familias, desde mediados del siglo XX y sobre todo en la década de 1960, se vislumbró una reconfiguración de la institución matrimonial traducida en discursos y prácticas sociales. La percepción de menores controles habilitaba nuevas formas de experimentar la vida íntima, la crianza, el rol de los progenitores -incluyendo el paterno, resignificado en términos de mayor vinculación afectiva y participación-, de pensar a los infantes y sus necesidades (Cosse 2008; 2009). Aunque es cierto que en el apogeo de la "revolución sexual" en Argentina las rupturas no fueron necesariamente excesivas. Si bien hubo una apertura, continuaron manifestándose continuidades en los roles como la maternidad, así como en los valores asignados a los géneros y sus relaciones (Cosse 2008, 132-138).

En los hogares, que transitaban la modernización y, en no pocos casos, la urbanización de sus estilos de vida, se verificaban también cambios. A partir de mediados de la década de 1930 se había planteado una creciente racionalización de las tareas hogareñas y un rediseño interior a partir del desembarco de electrodomésticos. Esta tendencia impactó en los patrones de consumo familiares tanto como en sus dinámicas internas, en coincidencia con el creciente espacio que la mujer comenzó a ocupar en el mercado laboral y cambios en las pautas de los roles masculinos en la esfera intradoméstica (Pérez 2011).

En el campo las familias vivían transformaciones propias. Todavía envueltas en discursos que trasfundían en ellas las supuestas virtudes físicas, morales y espirituales propias del espacio que habitaban; durante el siglo XX habían sido vistas por el Estado y diferentes sectores como un elemento, acaso el más importante, que podía refutar un éxodo rural por entonces ya irreversible (De Arce 2014; Gutiérrez 2009).

En este sentido, se fundamentaron ciertas líneas de colonización agrícola, posiblemente una de las escasas políticas dirigidas específicamente a este invisibilizado sujeto social. Tanto en zonas típicas de producción agraria como en otras cercanas a las ciudades se instalaron colonias sustentadas en el trabajo de la unidad familiar (De Marco 2018a). Pero a pesar de algunos intentos estructurados de forma irregular y esporádica, se desató un proceso de gradual desvanecimiento del estilo de vida chacarero que acercó a las familias a un mundo urbano que se les hacía ineludible, por gusto o necesidad; por ejemplo, por el acceso a una mayor oferta educativa o de servicios de salud (Balsa 2006).

Las localidades bonaerenses medianas y pequeñas estaban configuradas por este complejo y dinámico escenario familiar urbano-rural. Y en este entramado, donde muchas veces el aislamiento se imponía, surgía el importante rol cumplido por la prensa. En casi todas existía al menos un periódico local que era incorporado en la lectura semanal. Aunque sin desplazar a otros de tirada nacional, como La Nación o Clarín, estos productos impresos agrupaban contenidos locales y regionales, relativos a la política municipal o aspectos productivos, y en menor grado aparecían notas de alcance nacional e internacional. Los acontecimientos sociales tenían un espacio destacado, con referencia a la vida privada o eventos que transcurrían.

Sin embargo, hacia las décadas de 1960 y 1970 comenzaron a desaparecer las novedades sobre figuras destacadas o cambios en la rutina cotidiana de los vecinos, como viajes, enfermedades, visitas de familiares (Míguez y Spinelli 2014). Aun así, más allá de estas transformaciones, los periódicos locales mantenían a la comunidad informada y, sobre todo, apretaban las distancias para aquellas que vivían desplazadas del núcleo urbano.

En los márgenes del río Salado

En el marco provincial reseñado se ubica la cuenca del río Salado. Aunque con capacidades productivas algo inferiores respecto de otras zonas, en este espacio proliferaron pueblos y parajes de diferentes características rurales, incluyendo a General Belgrano, surcado por un río que tempranamente le dio identidad.

Este partido tiene sus orígenes en una fragmentación del partido de Las Flores y Pila (1892), impulsada por un agrupamiento de población atraído por la presencia del ferrocarril en un escenario típicamente campestre. A finales del siglo XIX, unas siete de cada diez personas vivían en el campo. En similar situación con otros pueblos de la cuenca, su población rural era, además, generalmente joven -un 40.97 % estaba representado por niños y niñas hasta 14 años-, en correspondencia con la presencia de familias extendidas dedicadas a las labores rurales cotidianas, con escasa proporción de inmigrantes.5

En pleno proceso de expansión urbana en Buenos Aires, los comienzos del siglo XX encontraron un escenario rural belgranense fortalecido, pues congregaba a ocho de cada diez habitantes en un partido de 8328 personas. Sin embargo, la incorporación de las masas infantiles a las escuelas era todavía difícil. En conjunto, estos datos devuelven la imagen de un mundo rural con explotaciones divididas entre la ganadería y la agricultura: disperso, aislado, donde todavía predominaba el analfabetismo.6 Para ese entonces, El Imparcial, el principal periódico del partido, hacía más de una década que se encontraba en circulación y a pesar de contar con mejor acogida en el espacio urbano, comenzaría a ganar terreno también en los hogares rurales.

En las décadas de 1930 y 1940 la actividad ganadera estaba consolidada en el partido, en tanto General Belgrano continuaba creciendo (República Argentina 1932, 95). Para ese entonces varias familias rurales, muchas arrendatarias, todavía se encontraban en los contornos productivos, aunque un poco menos que en décadas anteriores.

A su vez, para 1947 la población era de 11 092 personas (Presidencia de la Nación 1952, 169). En esta etapa sí se notaban los logros del impulso escolarizador, en tanto la población infantil escolarizada era mayor y, en general, los mayores de catorce años sabían leer y escribir, incluso en zonas rurales. De hecho, casi nueve de cada diez belgranenses eran potenciales lectores de la prensa local.7

Sin lugar a dudas, General Belgrano era una comunidad que había elaborado su identidad a la vera del río y del campo. Hasta qué punto los rasgos rurales trascendían este partido lo apunta el hecho de que durante el peronismo (1946-1955) -que encontró tanto una buena acogida como un interesante bastión político es ese escenario- el Instituto Autárquico de Colonización (IAC) de la provincia de Buenos Aires decidió expropiar tierras pertenecientes a una conocida estancia llamada "Santa Narcisa" (1950). La creación de una colonia agrícola justicialista un año más tarde señaló cómo el partido había sido considerado un espacio ideal radicar familias, en un claro interés por interpelar poblaciones rurales.

No obstante, en 1960, cuando General Belgrano contaba con 10 856 personas, el desguace de espacios rurales era un hecho corroborado en diferentes localizaciones de la zona pampeana. La modernización del campo y su tecnificación, impulsada en esferas institucionales y políticas, había tenido su correlato en el abandono de numerosas familias de sus hogares en el campo. De esta realidad se hacía eco también un escenario belgranense con retroceso poblacional, escaso elemento inmigrante y tasas de alfabetización sostenidas. En ese contexto se registraba una tendencia a la reducción de los núcleos familiares con una concentración urbana notable.8

Se trataba, entonces, para la etapa estudiada, de un partido atravesado por la migración rural y un despliegue del centro urbano. Lo anterior, en sintonía con la existencia de una masa de personas capaces, en mayor o menor medida, acorde a sus recursos y posibilidades, de consumir productos impresos en una etapa en la que los periódicos, revistas y diferentes tipos de publicaciones contaban con una notable consolidación.

Estas condiciones en el partido analizado encajaban en un escenario más amplio. Durante la primera mitad del siglo XX, en la metrópoli porteña y sus inmediaciones, se identificó una transformación en el formato de la prensa y un despliegue de publicidades que acompañó un mercado editorial expandido que ponía a disposición del público -a través de suscripción, quioscos o canillitas- materiales de lectura más accesibles, acorde a géneros y edades. Incluso la niñez tenía ofertas de lectura de interés (Bontempo 2015).

Estos cambios tenían su correlato en locaciones más dispersas donde, además de publicaciones de amplia circulación, los vecinos podían hacerse de un periódico local que en ocasiones funcionaba como una ventana para observar los acontecimientos internacionales y las notas más importantes de la vida nacional; pero que, sobre todo, retrataba con vivacidad detalles de la vida social de la que algunas familias eran protagonistas.

La población urbana de General Belgrano había experimentado durante la primera mitad del siglo XX transformaciones en diferentes órdenes que afectaban su vida diaria. Si bien es cierto que el florecimiento de comercios y asociacionismo inmigrante era una realidad desde finales del siglo XIX, para la década siguiente el centro urbano contaba con una interesante gama de bienes, servicios y espacios de la que podían disfrutar sus pobladores en una etapa de despliegue de consumo y deseo de bienestar.

De este modo, en el centro las familias podían encontrar surtidos almacenes de ramos generales, mueblerías o bazares. Los jóvenes frecuentaban confiterías o se encontraban en la plaza, mientras las parejas buscaban estudios fotográficos para que sus hijos hermosearan las páginas de la sección "Galería Infantil" en El Imparcial.

También existían casas de reparación de electrodomésticos o autos, tintorerías, farmacias y un sanatorio equipado para realizar análisis clínicos y radiografías. Se encontraban profesionales de la salud, como otros que brindaban sus servicios -martilleros, contadores públicos o abogados - quienes solían atender ciertos días a la semana, a veces en locales compartidos, pues recorrían otros espacios de la cuenca. Incluso era posible contactar profesoras de música que ofrecían clases de canto y solfeo, solicitadas en especial para los niños de las familias más renombradas.

En un escenario típico de no pocas localidades del interior de la provincia, no es difícil imaginar que, en especial por las tardes, se generaran espacios para el cotilleo cotidiano. Con seguridad comentaban noticias de la política argentina, mientras se mencionaban remates en conocidas estancias, cumpleaños de vecinos o los preparativos para el de sus propios niños. Seguramente no dejarían de lado las sugerencias de películas que se estrenaban en el cine español, con funciones por la tarde y noche.

Para todo eso encontraba material de conversación gracias a las novedades de los periódicos locales, en especial El Imparcial, que ofrecía síntesis de los acontecimientos más significativos, nutridas secciones de la vida social local e incluso animadas reseñas cinematográficas a cargo de cierto cronista tan ávido por brindar primicias del mundo del entretenimiento que no en pocas oportunidades delataba los finales. Aunque más que un descuido, parecía una estrategia para poner a todo el mundo al corriente sobre las novedades más allá de los recursos de dinero o tiempo para asistir a la función, y no dejar así a nadie por fuera de los temas de conversación habituales (El Imparcial 1953e, 5).

En este escenario es posible imaginarse cómo por las calles centrales caminaban las mujeres en su recorrida por El Arca de Noé, Casa Galli o Tienda La Armonía, donde podían proveerse de materiales de costura para que sus labores "despertaran admiración" (El Imparcial 1950i, 7). No sólo encontrarían "pichinchas semanales"9 o compras "acertadas para los pibes". También podían conseguir pequeñas coqueterías, como labiales Max Factor color "orquídea salvaje", un complemento ideal para estilos logrados en salones de belleza, como Casa Gnocchi, ideales para asistir a eventos especiales los fines de semana (El Imparcial, 1953i, 5).

Porque, en efecto, los sábados en la noche las familias podían asistir a diferentes eventos que animaban la vida social con "varieté y atracciones diversas", e incluso espectáculos de patinaje en los salones del Club Belgrano o del Teatro Italiano, con frecuencia a beneficio del hospital u otra organización. En épocas estivales las familias también encontraban remanso en el balneario municipal, como también en las noches de carnaval que copaban con bailes y mascaradas las casas, clubes y calles del centro.

En suma, la rutina tranquila de sus habitantes estaba permeada por un contacto permanente con vecinos y familiares en cuya atenta mirada se estructuraba y limitaba la actuación de los sujetos. Por su parte, las familias rurales accedían con cierta regularidad al centro para abastecerse o realizar trámites, aunque su cotidianidad estaba firmemente anclada en el campo. No solo las memorias de los habitantes recomponen este lienzo, sino un periódico local que funcionaba como una auténtica usina de la vida social.

El Imparcial

En 1905 Benito Marquié, un bachiller francés con oficio de pintor y operador de maquinaria agrícola, junto con Tomás Picó, maestro de una escuela local, decidieron fundar un periódico que durante años sería uno de los más destacados en General Belgrano (El Imparcial 1954a, portada). El emprendimiento mostró una notable longevidad. En las décadas de 1950 y 1960 este periódico bisemanal, circulaba por el ámbito urbano y espacios dispersos "de la campaña" a través de una suscripción que los lectores se comprometían a sostener por seis meses como mínimo. Desde el equipo editorial declaraban ser un emprendimiento nacido con el pueblo y haber "pulsado durante 45 años la vida de la población, dando siempre la noticia exacta" (El Imparcial 1950a, 5).

A pesar de mostrar una versatilidad notable, la estructura del periódico guardaba ciertos criterios. En sus portadas se presentaban notas de política internacional o nacional, como también del ambiente local. En ocasiones se priorizaban contenidos de índole productiva de evidente interés en un partido mayoritariamente rural. Pero también había espacio para novedades sobre el inicio o final del ciclo escolar, campañas de vacunación u actos escolares, que seguramente serían de interés para las madres de la comunidad.

Pese a que los registros de suscriptores no pudieron ser reconstruidos, el contenido de sus páginas sugiere un destinatario especialmente urbano, pero también rural o con interés en actividades agropecuarias. Incluso, el periódico brindaba noticias sobre parajes pequeños y retirados del centro, dado que con relativa frecuencia se encontraban pequeñas secciones dedicadas a Ranchos y Villanueva -partido de General Paz-, Casalins -partido de Pila- o Newton -partido de General Belgrano-.

Una de las principales secciones con la cual los lectores se encontraban -siempre en páginas impares- era "Vida social", donde se registraban minuciosamente cumpleaños, aniversarios, compromisos o bailes en clubes. También se informaba sobre vecinos convalecientes o fallecimientos. Más adelante se continuaba la lectura en una sección deportiva seguida por la cartelera cinematográfica semanal. Y por último se desarrollaban notas políticas o económicas, algunas de las cuales se habían anticipado en la portada.

En adelante el orden del periódico se caracterizaba por su eclecticismo. Era posible encontrar notas parroquiales, "varieté" con anécdotas o chistes, agradecimientos, reiterados anuncios de objetos o animales perdidos y diferentes galerías de fotos. Finalmente, la contraportada mostraba anuncios publicitarios variados.

Es interesante que las notas raramente iban acompañadas de una firma, como tampoco existían editoriales. Sin embargo, detalles en la redacción, tanto como fotografías de su equipo editorial durante esta etapa, sugieren que el periódico estaba formado mayormente por un elenco masculino. De hecho, se anunció específicamente la incorporación de una mujer a cargo de la sección "Vida social" entre 1957-1958.

Este anonimato -relativo, dado el contexto- permitía resguardar una línea editorial sin demasiados estorbos, como cuando El Imparcial discutió públicamente con el párroco local, lo cual seguramente tuvo amplia repercusión. También es sugerente que el periódico careciera de un correo de lectores para hacer públicas quejas, críticas o solicitudes de los vecinos. De hecho, con regularidad se informaba la recepción de mensajes, aunque la redacción se oponía a responderlos o publicarlos si eran anónimos, a menos que fuesen declaraciones amorosas.

Como se señaló antes, no es posible reconstruir al detalle la composición de los suscriptores. Sin embargo, las temáticas abordadas y la referencia concreta a ciertos espacios permiten suponer que los lectores urbanos se sentían especialmente interpelados, pero también aquellos que vivían en el campo, aunque de diferente forma.

De modo que, los contextos de lectura apuntan centralmente a un hogar urbano de estrato medio, pero también algunos de raigambre rural donde las familias encontraban material para ponerse al corriente de las novedades, como sugiere el recuerdo de quienes crecieron en el campo leyendo el periódico.10 En un espacio donde El Imparcial tenía una importancia indiscutible, también es factible vislumbrar una niñez atravesada por su lectura, muchas veces indirectamente.

A lo largo de las dos décadas estudiadas se evidencia cómo el periódico funcionó como un dispositivo que devolvía su eco a la comunidad. Pero que, al mismo tiempo, aparecía como una caja de resonancia de la vida social al aglutinar, ordenar y jerarquizar información que sedimentaba en dinámicas cotidianas. El Imparcial en sus talleres mediatizaba voces y gestaba posibilidades que encontraban correspondencia en la vida de la localidad. En este contexto parece lógico conjeturar que aquel periódico, hecho por adultos, brindara un espacio limitado al mundo infantil en sus letras impresas. Sin embargo, suponer eso sería inexacto.

Los "seres más tiernos"

Como se adelantó, comprender de qué formas se representaba a la infancia en un periódico del interior bonaerense dialoga con el interés de profundizar en la comprensión de la peculiaridad de lo infantil en diferentes etapas y espacios; es decir, de cimentar un análisis histórico desde aproximaciones localmente situadas. Se trata de historizar las distintas representaciones que cada sociedad generó en torno de los niños porque a través "de los discursos, de las imágenes y de las estrategias que los adultos han empleado para introducirlos en su mundo" es posible perfilar marcos de comprensión sobre estos sujetos (Alcubierre 2018, 17).

En las páginas de El Imparcial las temáticas vinculadas con la infancia, lejos de aparecer de forma marginal, llegaban a ocupar portadas y páginas centrales. El formato en que se presentaban los contenidos podía abarcar desde múltiples y pequeños recuadros con recomendaciones o novedades, como también extensas notas con reconvenciones y reseñas sobre eventos.

En cuanto a los contenidos, en diferentes ediciones aparecían notas sobre actividades escolares, detalles sobre el funcionamiento del Dispensario Materno Infantil, informes sobre brotes infecciosos que afectaban a la población más joven, calendarios de vacunación, excursiones escolares, consejos para la prevención de accidentes, primeros auxilios y nutrición adecuada para bebés y niños. También se reiteraban con mucha frecuencia selecciones de textos de Constancio C. Vigil;11 por ejemplo, sobre la visita de reyes magos que animaban la inocente espera compartida por el "pequeño público" o anticipadas reflexiones sobre los "derechos del niño" (Vigil 1954, 5).12

Incluso la redacción no se privaba de dar sus apreciaciones sobre la importancia que tenía consolidar un modelo tradicional de familia, con foco en la legitimación de la prole. De hecho, en una oportunidad el periódico manifestó su alineación con la postura del Secretariado Diocesano de Prensa y Propaganda sobre la importancia de consolidar la familia legítima, en línea con el Segundo Plan Quinquenal (El Imparcial 1959, portada; 1953f, portada).

De lo anterior se infiere que las notas suponían cuestiones de interés para un público adulto, en especial madres, aunque también para padres, tutores y maestros. Pero, aunque en menor medida, el registro era variado e incluía un racconto de actuaciones infantiles, textos o consejos dirigidos a este grupo particular. Como cuando se saludaba a los "amiguitos" en el inicio escolar para pedirles que cumplieran con sus responsabilidades o cuando se les dirigía tiernas palabras en la víspera de navidad. Entretanto, estas notas se intercalaban con publicidades de libros o indumentaria escolar, calzado infantil y otros productos, a tono con un despliegue sostenido del niño como consumidor presente desde etapas previas.

De todos modos, encontrar referencias al público infantil en secciones fijas no era habitual, e incluso el registro de voces de la niñez en las páginas no era frecuente. Si bien en 1957 se comenzó a publicar un "Rincón infantil" con efemérides escolares, adivinanzas o datos curiosos, desapareció en unos pocos meses. Tampoco quedó constancia de cartas u otro tipo de contribuciones infantiles enviadas a la redacción del periódico. Aun así, se identificaba una abundante mención de temáticas relativas al mundo infantil.

La niñez, sin voz propia, pero sí con presencia, no aparecía tampoco en forma aleatoria. Por el contrario, se identifican ciclos de atención; es decir, momentos en los que estos temas ocupaban espacios con más claridad. Entre ellos las festividades navideñas y de reyes, el inicio de clases o el carnaval, donde los niños podían participar públicamente en concursos de disfraces y se convertían en un foco de atención, como se verá más adelante. Y cuanto más se avanzaba en la década de 1960, tanto más se comenzó a destacar el Día del Niño como un momento especial.

Los "pequeños belgranenses" aparecían en diferentes momentos que señalaban un pico de atención. Pero también se mostraban en diferentes escenarios. Sin dudas, su lucimiento particular se daba en la esfera privada. Los cumpleaños -esas "bulliciosas y simpáticas reuniones de gente menuda"- aparecían desmenuzados como un retrato fiel de las prácticas de estratos medios urbanos. En cada tarde de juegos o cumpleaños se manifestaba un desfile de apellidos recurrentes de familias de profesionales o comerciantes (El Imparcial 1950g, 5).

Es interesante agregar que estos festejos eran asimismo observables con similares características en otras localidades medianas o pequeñas, donde también quedaban registrados en el periódico local. En el contexto de una comunidad reducida resulta notorio el hecho de que se individualizara a ciertos niños en estas prácticas de sociabilidad, lo cual permite pensar los cumpleaños infantiles como una miniaturización del mundo adulto de estratos medios en la comunidad.

Aunque el ámbito infantil per se era el nido familiar -y este era un punto insoslayable- también se presentaba a la niñez en la esfera pública bajo estrictas normas y con ciertos cuidados, dentro de los criterios de lo aceptable. Por eso, más allá de sociabilidad en marcos familiares, los niños podían aparecer en espacios institucionales aprobados para su sana recreación, escoltados por sus padres u otros adultos a su cuidado.

En este aspecto, el periódico mencionaba excursiones infantiles organizadas por el batallón scout (El Imparcial 1950d, 5). En este cuadro también el aspecto religioso tenía su lugar, puesto en manifiesto a través de las reiteradas invitaciones de la parroquia local a una feligresía infantojuvenil, resistente a la puntual asistencia. Lo mismo sucedía con una iglesia evangélica de reciente formación en el pueblo que comunicaba sus horarios de culto, incluyendo una escuelita dominical específica para niños (El Imparcial 1953j, portada).

Además, durante la etapa peronista algunos niños participaban en el campeonato de fútbol infantil. Sobre este último, se elaboraban completas reseñas de idéntica extensión que la de los partidos de adultos, cuyas victorias se festejaban con gran esmero también. De hecho, en una ocasión se informó cómo algunos niños llegaron a copar entre vítores y cantos las calles céntricas para recibir "manifestaciones de júbilo" por su triunfo (El Imparcial 1950f, 6).

Así, a través de diferentes registros, las temáticas relativas a la infancia y las notas sobre niñez se presentaban como tópicos de interés común. Sin embargo, devolvían una cartografía desigual del tejido social. De hecho, no todas las lecturas derrochaban relajado optimismo o complacencia. Si algunos niños despertaban dulces sentimientos, otros traían consigo un abanico de sensaciones menos agradables que discurrían entre la pena, el rechazo y el miedo.

De lo anterior se desprende que no todos los "pequeños belgranenses" recibían similares cuotas de atención. Frente a temas que remitían a la escolarización, el cuidado y la recreación, donde ciertos niños eran individualizados, otros eran presentados como una masa anónima a la que se dirigían, por ejemplo, actividades benéficas, siempre que no fueran presentados como sujetos problemáticos.

El circuito familiar -escolar y la calle aparecieron típicamente como lugares de referencia antagónicos para la niñez (Ríos y Talak 2002). En cuanto a la prensa, podría decirse que con frecuencia el tratamiento que recibe la infancia implica una doble operación de victimización y demonización del sujeto infantil, acorde a sus diferentes condiciones (Ponte 2007). De este modo, es posible notar cómo el periodismo asume el rol de intérprete neutral y de un "guardián del consenso social", lo que Schudson (2000) denomina como multilenguaje.

En efecto, es posible advertir que El Imparcial también ofrecía una mirada polarizada sobre la niñez. Esta mirada dual, que establece una continuidad respecto de modos de concebir a la niñez en etapas previas en espacios urbanos y capitalinos, no se dividía tanto entre quienes experimentaban situaciones favorables -en un sentido material, físico, moral, espiritual- y quienes no, sino con base en la ubicación de esos sujetos en el espectro de lo moralmente aceptable o repudiable. La intervención en la producción de sentido resulta diáfana, en tanto se advierte una jerarquización del mundo infantil.

La niñez en condiciones desfavorables encontraba distintos rincones para su aparición en las páginas del periódico; por ejemplo, cuando hacían acto de presencia en la entrega de juguetes organizada por la Fundación Eva Perón en el correo local, durante la etapa peronista. Al respecto, todos los niños que habían accedido al reparto de juguetes eran clasificados en las páginas como "pobres" o "necesitados", lo que para sus familias equivalía a asumirse desfavorecidas ante la atenta mirada de otros, e incluso en ciertos casos seguramente conducía a limitar o disimular el acceso al beneficio (El Imparcial 1950h, 6).13

Dentro de esta otredad infantil aparecían también las "huerfanitas" del Asilo Jesús de Nazareth y "alumnos modestos" que recibían donaciones de útiles escolares, que eran invitados a actos culturales con recitado, música, proyecciones de películas infantiles bajo el auspicio de la Asociación Protectora para la Infancia (API) o el Dispensario de Higiene Materno-Infantil. Con fines benéficos también estas instituciones organizaban certámenes de dibujo, de juguetes de factura casera y audiciones de obras teatrales formadas exclusivamente por niños (El Imparcial 1952b, 6; 1953c, 5; 1954c, portada; 1958, 4; 1963, 7).

La API se proponía "cuidar el desarrollo físico y cultural de los niños para que sean buenos e inteligentes", en especial de aquellos en condiciones humildes (El Imparcial 1953g, portada). Había sido creada con fines caritativos y estaba estrechamente vinculada con el poder político y la burguesía comercial de la zona. De hecho, en otras localidades bonaerenses también se encontraban organizaciones de similar estructura y fines. Sus actividades, aunque convocadas para el cuidado de la niñez más humilde, no recogían la participación exclusiva de esos sectores. Si bien los pequeños más necesitados aparecían recibiendo dádivas o en celebraciones especiales, cuando se trataba de eventos con fines recaudatorios eran los benefactores, e incluso sus niños, quienes estaban en el centro de la escena mediática.

Precisamente porque estas cuestiones ocupaban un espacio importante, se generaban algunos debates sobre el cuidado moral de la infancia. Por ejemplo, los espacios públicos que transitaba la niñez eran objeto de preocupación. Al respecto se afirmaba que la carencia de propuestas específicas en los festejos comunitarios derivaba en "desviaciones, incorrectos procedimientos o hechos delictivos" que solo cuando se manifestaban hacían que la sociedad notara a los niños, una lectura que se orientaba a quienes no parecían tener una adecuada supervisión adulta en sus actuaciones públicas (El Imparcial 1950j, portada).

En esa línea se expresaban reflexiones acerca de la temprana exposición de niños a escenas de cuestionable moralidad. Se expresaba, entonces:

No queremos que corrompidos inoculen el virus morboso de su pecado en las mentes y corazones juveniles; que infundan su depravación y desvergüenza en aquellos que han de ser columnas de nuestras preclaras instituciones y de nuestra argentinidad (Belisario 1952, portada).

En esa línea, en 1952 la portada de El Imparcial se tiñó con la propuesta de un concejal sobre "moralidad e higiene en pro de la niñez". En concreto, se pretendía restringir el ingreso de menores de 16 años a salas de espectáculos públicos, teatros, bailes, kermeseses, circos o cines. De hecho, es evidente que los cronistas no eran ajenos a ciertas lecturas no tan recientes sobre cómo el visionado de ciertas películas; por ejemplo, de cowboys, había sido vinculado con comportamientos violentos infantojuveniles. Se buscaba de ese modo preservar "la salud física y moral de la niñez expuesta" pero también de la comunidad frente a "cátedras de sensualismo que vician las conciencias en gestación" (El Imparcial 1952d, portada).

De esta suerte, el periódico asumía que la creación de espacios de moral aséptica para los sectores más jóvenes era una responsabilidad comunitaria, en especial en fechas carnavalescas, una preocupación que sería refrendada en más de una oportunidad.

Sin embargo, frente a quienes accedían a cuidados particulares por su condición, como eran los pobres y huérfanos, el periódico enfatizaba también en otras situaciones grises que incomodaban. Porque más allá de la niñez sin nombre que transitaba marginalmente el periódico, aparecían otros, aquellos que eran presentados como menores.14 Si además estaban vinculados a hechos delictivos, representaban el más hondo de los horrores. Aún más, como el periódico expresaba, significaban un "deshonor" para la comunidad (El Imparcial 1953h, 5).

Por oposición, el honor de la comunidad radicaba en aquellos niños premiados públicamente por sus gestos solidarios, cuyas acciones lograban imponerse; por ejemplo, al tener la iniciativa de recaudar fondos en beneficio de una plaza o devolver dinero extraviado. De hecho, el periódico promovió el aporte de "pequeños ahorros" infantiles para solventar un arco ornamental para una plaza con la figura de la virgen de Luján y reconoció la iniciativa de un niño para obtener una función del Circo Hindú a beneficio de esta misma causa (El Imparcial 1953a, 5; 1953d, portada; 1954b, portada).

Estos ejemplos expresaban, por adhesión o rechazo, un acuerdo tácito en torno a valores, actitudes y capacidades propias de la niñez que configuraban un verdadero códex de comportamiento infantil idealizado y que era ensalzado en el marco de la prensa local como caja de resonancia del escenario social. Era a partir de esos atributos que se trazaba una línea de exclusión/inclusión del propio mundo infantil.

Pero, finalmente, casi siempre las referencias remitían a la niñez urbana. En el contexto de un partido rodeado por un entorno rural no parecería desafortunado sospechar que la niñez del campo podría aparecer al menos con ciertos trazos. Sin embargo, las referencias al respecto resultaban bastante difuminadas. Algunas excepciones referían al aviso de creación de albergues escolares en zonas rurales o de inscripciones en escuelas agrarias para mayores de 14 años, mientras a los jóvenes interesados se les tentaba con el hecho de que podrían obtener lotes en colonias oficiales al egresar,15 como en "El Salado" (El Imparcial 1952a, portada; 1952c, portada).

Tal vez una de las referencias más interesantes sobre niños rurales radicó en el discurso del director de la Escuela n.° 22 de Villanueva en ocasión de un concurso avícola escolar. Las palabras ofrendadas al joven público alentaban a los "pequeños criadores" a enorgullecerse de haber prodigado "mimos a esas aves en beneficio de la economía hogareña".

A estos niños, tan ajenos a los retratos de la urbanidad infantil que brindaba el periódico, se les enseñaba cuáles eran sus responsabilidades para con sus "padres campesinos" -para el caso, "amar a los pollitos"- con el fin de aumentar los ingresos familiares en un marco de aliento a la producción en el Segundo Plan Quinquenal (1952-1955) (El Imparcial 1953b, 6-7). Esta apelación a un aporte infantil en el ámbito doméstico, que sin dudas implicaba de cualquier forma un trabajo se presentaba como un rasgo diferencial respecto de las apelaciones a los pares urbanos, a quienes se les pedía usualmente responsabilidad con los deberes escolares, pero a quienes no se imaginaba en otro tipo de tareas.

Finalmente, es cierto que no resulta una tarea sencilla recomponer la interacción infantil con el periódico. Sin embargo, es posible imaginar un ejemplar de El Imparcial dos veces cada semana en la mesa familiar, sobre todo en la ciudad, con notas comentadas por los miembros de la familia -como "pichinchas" en los comercios cercanos, cumpleaños de vecinos y familiares, fiestas locales o premios de carnaval-, algunas de las cuales involucraban directamente a los miembros más pequeños. Es de suponer, entonces, que quienes consultaban las páginas del periódico y se veían ilustrados en ellas, eran niños escolarizados, urbanos y de un estrato social medio donde se valoraba este tipo de representación mediática, para quienes además era tan deseable como accesible.

De este modo, más allá de los matices que ofrecía el tratamiento de lo infantil en la prensa, es posible aventurar que la frecuencia y densidad tenían relación con el hecho de que la comunidad encontraba en estas referencias un punto de consenso más allá de toda posible diferencia, capilar o profunda. En ese sentido, podría pensarse que la infancia funcionaba como un dispositivo regulador de conflictos potenciales; es decir, como un tópico de referencia donde se concretaban acuerdos e intereses. El cuidado físico, moral y espiritual de los niños de la comunidad reunía todas las voluntades.

Disfraces, mascaritas y moralinas

Con base en lo anterior, resulta claro que el tratamiento sobre temas infantiles era amplio y cumplía una función particular dentro de la dinámica social. Y, además, que las apreciaciones estaban mediatizadas por y para un mundo adulto que observaba e interpretaba a la niñez, y en cuya alusión se distinguían visos moralizantes en el marco de una comunidad estrecha. Prevalecían así discursos sobre la vida familiar que tenían una atención permanente, aunque también se adecuaban a ciertos ciclos de atención.

En ese contexto, se referirá sobre la etapa carnavalesca,16 momento en que el periódico restallaba en referencias. Es interesante destacar que en el marco de los pueblos del interior bonaerense los carnavales tenían un importante despliegue casi desde su formación. Estas festividades aparecían como formas condensadas de sociabilidad y eran "oficializadas" por el poder político local, además de ser controladas a través de operaciones en las que el rol de la prensa era crear y difundir una "pedagogía de la diversión" acorde con pautas morales definidas (Bisso 2008; 2010).

En General Belgrano los carnavales eran esperados y organizados con anticipación por una comisión que disponía "reuniones danzantes", orquestas y espectáculos variados. El espacio público era ocupado por los interesados, familias locales y algunos turistas curiosos (ver figura 2). En las arterias principales se manifestaban desde temprano los ansiosos por participar en corsos con máscaras, serpentinas y papel picado. En los barrios más retirados se entablaban "verdaderas batallas" con baldes de agua, que generaban rechazo e indignación en más de un vecino, como recogía posteriormente la prensa local. El carnaval aparecía, sin dudas, como un termómetro de la vida social.

Cada año El Imparcial remarcaba el entusiasmo popular. Aunque en esas semanas las "locuras, cortantes risas y burlas" se hacían sentir en las calles, no se manifestaba precisamente un relajamiento moral. O, por lo menos, no abiertamente. Los juegos con agua tenían un perímetro delimitado, algunos vecinos demandaban más límites, el periódico discutía sobre los términos de la "sana diversión", se elaboraban edictos municipales y la policía se hacía presente para evitar excesos o "espectáculos inmorales". E, incluso, previamente los agentes entregaban acreditaciones de identidad para aquellos concurrentes envueltos en disfraces (El Imparcial 1950c, 14).

Fuente: Museo Histórico Municipal "Alfredo Enrique Múlgura", General Belgrano.

Figura 2 Niños(as) y familias en las calles céntricas, en época de carnaval, 1960 

El jurado valoraba la confección, pero también el desenvolvimiento: picardía, candor, ternura y desenfado eran solo algunas lecturas posibles de la prensa sobre la performance infantil. Por eso era frecuente que se ofrendaran opiniones sobre la actitud de los niños, mientras se valoraba positivamente que recitaran con entusiasmo coplas o poemas, si estaban o no "en personaje", si las niñas eran, tal vez, demasiado pizpiretas.17

Los premios variaban acorde a las donaciones. En ocasiones era dinero en efectivo con sumas similares a las recibidas por las reinas de belleza, las orquestas o las murgas. Otros años las niñas recibían bebés de juguete o muñecas que movían los brazos y caminaban. Los niños que no recibían distinciones generalmente obtenían un premio consuelo -golosinas, pulseras, pelotas-, aunque podían aspirar a ser los más simpáticos y obtener un obsequio adicional (El Imparcial 1950b, portada; 1952e, portada; 1960, 10).

El Imparcial no se tomaba con liviandad la reseña del concurso. Algunos años destacaban los "vistosos atavíos" por lo que, juzgaban, la evaluación había exigido una minuciosa atención para galardonar justamente. Otras veces la portada comentaba con cierta decepción una concurrencia de inferior cantidad y calidad, sin trajes "pomposos o destacados". Porque más allá del desenvolvimiento infantil, se valoraba el "ingenio de las cariñosas madres" (El Imparcial 1950e, 3), su buen gusto, esmero y dedicación. Como se expresó en una oportunidad: "se pone en juego la habilidad de las mamitas en la confección de cada atuendo" (El Imparcial 1962a, 5; 1962c, 20; 1964, portada).

Podría decirse que través de una participación infantil puesta en el foco de atención, verdaderamente se discutía la valía del desempeño de la madre, su buen criterio, imaginación, destreza en corte y confección. También se ponían a prueba los frutos de su crianza: ¿eran sus pequeños educados y simpáticos, inteligentes y vivaces?

En efecto, las madres ponían un enorme empeño en lograr que sus hijos fueran favorecidos por el aplauso popular. En los desfiles podían verse complejos atuendos, de diversos tiempos y espacios. Un mismo año podían coincidir el León de Damasco, Robin Hood, "la esclava de un harem", Carmen Miranda y Madame Pompadour. Pocos eran los disfrazados de animales u oficios, acaso aparecía algún "Patoruzito".18 En general los personajes elegidos encarnaban lo exótico en la piel infantil, condensando, tal vez, una apertura simbólica en el marco de una pequeña localidad.

En cualquier caso, resulta evidente que, a través de una corporalidad infantil puesta en evaluación con sus vestimentas y actitudes, se juzgaban elementos del desempeño materno vinculados con la atención, el cuidado, el ingenio e incluso el conocimiento de cultura general. Se trataba en sí de una valoración de las capacidades femeninas y, sobre todo, maternales.

Como se aprecia en las fotografías publicadas en el periódico (ver figura 3), los pequeños que habían resultado triunfantes en el concurso de disfraces volvían a lucir sus atuendos para ser conducidos a reconocidas casas fotográficas del centro.

Fuente: El Imparcial (1950a, 4-5).

Figura 3 Niñas participantes en el concurso de disfraces del carnaval, 1950 

Allí se les pedía que posaran acorde a su personaje para inmortalizar un retrato que se guardaría en el álbum familiar, pero que también circularía de hogar en hogar con la llegada del periódico.

Estas cuestiones, que se experimentaron tan vívidamente durante varios años, sin embargo, se fueron desvaneciendo. De forma paulatina, el esplendor de la festividad más esperada perdió brillo y su valor peculiar en el corazón de la comunidad, conforme se avanzaba en la década de 1960.

Al respecto, en 1962 El Imparcial observaba que el carnaval había transcurrido "sin esa clase de ritos que han ido agonizando lentamente, el papel picado, las serpentinas, esa fiesta mágica de antaño con disfraces costosos y bailes por las calles [...] Hoy no todos sueñan con el carnaval, pero algunos sí, aquellos que sueñan de misticismo en los pequeños pueblos, que esperan las fiestas carnestolendas para salir de su apatía, de su eterno peregrinaje de aletargamiento" (El Imparcial 1965b, portada). Estos cambios iban también de la mano de una mayor apertura al turismo, que de a poco disgregaba la imagen de pueblo pequeño y cerrado. Para entonces los desfiles infantiles eran menos pomposos y un puñado de caramelos era el único estímulo para participar (El Imparcial 1962b, portada; 1965a, portada).

Conclusiones

El propósito de este trabajo fue reflexionar sobre los modos en que las temáticas de infancia y niñez aparecieron retratadas en un periódico de un partido del interior bonaerense, entre las décadas de 1950-1960. Lo anterior se inscribe en una línea de investigación promisoria, aunque todavía poco explorada, que propone recuperar realidades, dinámicas y cotidianidades de niñeces vividas más allá de los espacios metropolitanos, en pequeños pueblos o zonas influidas por la vida rural.

En este sentido, el caso de General Belgrano señala que, contra el sentido común que supone pensar que las temáticas relacionadas con lo infantil podrían haber tenido una aparición aislada y superficial, tuvieron un amplio tratamiento en uno de los principales periódicos de este partido, lo que permite descubrir una serie de discursos de rasgos infantocéntricos.

Se puede decir que El Imparcial usó estas temáticas como un punto de consenso, como una cuestión fundamental más allá de las posibles diferencias. Los niños aparecían, sin duda, como la sustancia más cándida de la esencia local, sintetizando la pureza y vinculándose con el honor del pueblo. En cierto sentido, existían dos ideas complementarias: por un lado, aparecían como futuro, garantía de continuidad de la esencia de la comunidad; por el otro, eran también el presente.

En esa línea, eran los niños enmarcados en sus contextos familiares -modélicos, aprobados-, de estratos medios y residencias céntricas, quienes cumplían adecuadamente con los estándares más apreciados. El periódico brindaba una abundante atención a sus actividades y espacios rutinarios, a sus logros particulares y, a veces, incluso también a algunas de sus propias iniciativas. Como se vio, uno de los momentos más destacados para el desfile de niños con cualidades aprobadas eran los carnavales, donde su aspecto y comportamiento eran juzgados con atención. Al mismo tiempo, se convertían en vitrinas a través de las cuales también ciertas condiciones femeninas eran puestas en valor.

No obstante, el abordaje de estos temas adquiría diferentes tonos y modalidades, en relación con los trasfondos de los diferentes niños. La niñez menesterosa en general era retratada en términos condescendientes, aunque amables. Pero quienes no encastraban en esas formas de pensar la niñez, cuya pobreza no era digna, sus comportamientos no eran decorosos o, peor aún, transgredían los límites de la moral, constituían una otredad infantil separada de la mirada pública por distancias insalvables. Estas perspectivas sobre niños que no encajaban en una niñez modélica pueden pensarse en clave de continuidad respecto de etapas previas, solo que los cambios que se iban gestando en los grandes centros urbanos tenían un correlato diferente en espacios del interior provincial.

En ese sentido se identifica un interés por el cuidado de la infancia en tanto el bienestar de los más pequeños no era pensado exclusivamente como una incumbencia de las familias. La niñez aparecía tratada como un asunto comunitario y al respecto el periódico ofrecía posicionamientos sobre situaciones que consideraba de urgente tratamiento. En especial las portadas se convertían en pizarras públicas donde se discutía y argumentaba sobre la situación física o moral de los más pequeños.

Cabe señalar también una tensión que radica en el hecho de que, si bien la infancia constituye un tema de importancia, los niños no aparecían frecuentemente con voces propias. Más que como miembros activos de la comunidad, figuraban idealizados en un tópico que unificaba criterios y, por ende, como sujetos de intervención o cuidado por el mundo de los adultos. Los vecinos de diferentes ideas políticas, los miembros de las instituciones privadas caritativas o dispensarios, los representantes de la FEP, el equipo de redacción y el párroco local podían trascender sus muchas diferencias si de cuidar a la niñez se trataba. De modo que podría pensarse a la niñez como un punto de consenso, un dispositivo regulador de conflictos, potenciales o reales.

En este punto, los niños(as) se convertían en estandartes de la comunidad sobre cuyos cuerpos y actuaciones se vertían apreciaciones moralizantes. Como resultado, se sostiene que es posible identificar una presencia significativa de discursos que, a pesar de su densidad, no interpelan directamente a la niñez, sino que la mediatizaba por y para los adultos. De esta manera, lo infantil asumía un valor específico, configurándose como un punto de consenso. Lo anterior descubre, finalmente, una tensión entre el aliento al protagonismo infantil y su subsidiaridad, vinculada a lo femenino.

Si bien es aventurado valorar si estas referencias estaban dentro de la gama media de este tipo de publicaciones en partidos de similares características, o bien era propio del caso, los hallazgos permiten pensar el problema y las potencialidades de desarrollar estudios sobre las experiencias infantiles en pequeñas o medianas comunidades, con sus pueblos y parajes, y también cómo se configuraba la idea de infancia en estos espacios. Por tanto, es necesario encaminarse hacia estudios comparativos que permitan descentrar las lecturas históricas más difundidas sobre la niñez y comenzar a situarlas en espacios extracéntricos.

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1Este campo de estudios se presentan renovados y auspiciosos aportes. Con estudios referentes al caso argentino se pueden mencionar compendios como: Lionetti y Míguez (2010); Cosse et al. (2011); Bontempo y Bisso (2019) y Lionetti, Cosse y Zapiola (2018), aunque el campo es promisorio y cuenta progresivamente con crecientes aportes.

2Aunque es una tarea aún con pendientes, existen estudios señeros al respecto. A modo de ilustración, sugerimos la lectura de Gutiérrez (2010), Ascolani (2000), Lionetti (2012) y De Marco (2018b).

3Existen aportes que ponen en diálogo prensa y niñez. Sin pretensión de exhaustividad, se pueden señalar crecientes estudios sobre publicaciones dirigidas específicamente a un público infantil. En este sentido, Szir (2006) analiza los periódicos ilustrados para niños entre 1880-1910, sus nuevos modos de apelación y comunicación. Sobre revistas dirigidas al mercado infantil, como Billiken o Anteojito, se puede referir Bontempo (2012) y Vázquez (2019). Desde otra perspectiva, Finocchio (2013) reflexiona sobre las potencialidades de estudio encubiertas en la prensa producida por escolares. En cuanto al estudio específico de las imágenes, discursos o representaciones de la infancia en la prensa, Cosse (2018) estudia el espacio brindado a la niñez en el periódico Noticias durante la turbulenta década de 1970 en Argentina. Y en un escenario ubicado en el interior de la provincia de Buenos Aires, de Paz Trueba (2015) analiza las políticas de protección a la infancia en Azul y Tandil e incluye las miradas de la prensa local. Estas son apenas algunas aproximaciones a la cuestión. Se sugiere asimismo la consulta de Bontempo (2015), donde se presentan claves de lectura sobre prensa e infancia. Sin embargo, es importante notar que, a pesar de los aportes en cuanto a prensa infantil, pedagógica, médica y religiosa, el estudio de estos aspectos en marcos locales es un tema que merece más desarrollo.

4Se entiende que un periódico es un actor social, político y un agente de socialización cuyo ámbito de actuación es la influencia. El conflicto es una categoría clave para comprender su actuación pública, como consecuencia de la producción de la actualidad periodística. Como parte de sus estrategias específicas, se destacan las operaciones de excluir, incluir y jerarquizar contenidos (Borrat 1989).

5República Argentina, Ministerio de Economía, Secretaría de Política Económica, Segundo Censo de la República Argentina (1895), Historia Demográfica Argentina. Versión digital de los tres primeros censos nacionales, Instituto Nacional de Estadística y Censos, cd-rom, t.2, pp. 64 y 265.

6Los datos censales consignan que un 46.7 % de los niños en edad escolar no asistían a un establecimiento educativo. República Argentina, Ministerio de Economía, Secretaría de Política Económica, Tercer Censo Nacional (1914) Historia Demográfica Argentina. Versión digital de los tres primeros censos nacionales, Instituto Nacional de Estadística y Censos, cd-rom. t. 2, pp. 343 y 458; t. 3, pp. 73-75.

7Según el censo de 1947, un 89.4 % de la población sabía leer y escribir (Presidencia de la Nación 1952, 117).

8Para esa etapa la población urbana en General Belgrano era de 62.42 %, siguiendo la tendencia general de la provincia de Buenos Aires (87 %). República Argentina (1962, 4, 29, 81 y 141).

9Según la Real Academia Española, es una expresión coloquial que refiere a un bien de buena calidad vendido a un bajo costo.

10Nélida Elvira Trigo (vecina de General Belgrano), entrevistada por la autora, 22 de marzo de 2019, General Belgrano, Argentina; Blanca Faguaga (vecina de General Belgrano), entrevistada por la autora, 22 de marzo de 2019, General Belgrano, Argentina. Ambas vivieron su niñez en espacios rurales del partido.

11Constancio C. Vigil (1876-1954) fue un escritor uruguayo con una prolífica y reconocida producción en el ámbito de la literatura infantil, que también fundó y dirigió diversas publicaciones periódicas.

12Es importante remarcar un clima de época en que los derechos de la niñez se encuentran en agenda a partir de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño (1924), la creación del Fondo Internacional de Emergencia para la Infancia (1946) por la Asamblea General de las Naciones Unidas, una mención específica en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) y la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño por las Naciones Unidas (1959).

13En ese sentido resulta significativo el relato de Osvaldo Soriano, "Aquel peronismo de juguete".

14Los estudios sobre la minoridad en el marco de la historia de la infancia son importantes. A modo de referencia, se puede consultar a Zapiola (2019) y Stagno (2010), con referencia a la provincia de Buenos Aires.

15Sobre el anudamiento simbólico entre colonización agrícola y niñez, consultar De Marco (2018b).

16Existen múltiples miradas sobre el fenómeno del carnaval; sin embargo, alcanza con entender que se trata de "una forma de espectáculo sincrético de tipo ritual" que reconoce múltiples variaciones. Como afirma Falcón (2000) recuperando a M. Bajtin, el carnaval se desarrolla en el ámbito del drama, no se contempla ni actúa, sino que se vivencia y se rige por desviaciones y anormalidades en un límite de tiempo definido e inviolable. En ese sentido, Burke (1991) sostiene que es una etapa donde es lícito ejercer la burla, la profanación y la comicidad popular, que estrecha los vínculos entre las personas en una dinámica de oposición a lo cotidiano. En este contexto, los niños inundaban diferentes espacios, como bailes familiares o murgas infantiles. Pero la "nota simpática" por excelencia eran los concursos de disfraz. Los participantes, de uno a diez años, desfilaban cada tarde y noche de carnaval frente a un jurado y el atento público. Los pequeños debían ser inscriptos con bastante antelación, no podía modificarse el atuendo declarado y tampoco repetir el del año anterior, si se aspiraba a la coronación.

17Según la Real Academia Española, es una expresión coloquial para referir a una persona que es alegre, vivaz, coqueta.

18Es un personaje de historieta dirigido a un público infantil, creado por Dante Quinterno en 1945. Representa a un niño indígena de origen tehuelche de la Patagonia.

Cómo citar este artículo/ How to cite this article: De Marco, Celeste. 2020. “Infancia, comunidad y prensa en el interior de la provincia de Buenos Aires (Argentina, 1950-1960)”. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 12 (25): 14-53. https://doi.org/10.15446/historelo.v12n25.85105

Recibido: 12 de Febrero de 2020; Aprobado: 14 de Abril de 2020; Revisado: 17 de Abril de 2020

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