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vol.15 issue31Vicens, María. Escritoras de entresiglos: un mapa trasatlántico. Auto ría y redes literarias en la prensa argentina: 1870-1910. Universidad Nacional de Quilmes, 2020, 374 pp. author indexsubject indexarticles search
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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

Print version ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.15 no.31 Bogotá Jan./Apr. 2024  Epub Jan 18, 2024

https://doi.org/10.25025/perifrasis202415.31.10 

Reseñas

Ferrada, María José. Diario de Japón. Planeta, 2022, 187 pp.

HERNANDO URRIAGOa 

a Universidad dei Valle, Colombia http://dx.doi.org/10.25025/perifrasis202415.31.10


María José Ferrada (1977) es una periodista, narradora, poeta e ilustradora nacida en Temuco, Chile, cuya obra ha suscitado repercusiones críticas y ha obtenido galardones gracias sobre todo a novelas, cuentos y poemas destinados a enriquecer la tradición de la literatura infantil y juvenil. Desde la ópera prima 12 historias minúsculas de la tierra, el cielo y el mar (2005) hasta El bolso (2021), una ficción reciente, escrita en el sistema braille, Ferrada publicó numerosos libros, entre ellos la novela Kramp (2017), dirigida al público adulto y que cuenta con enorme fortuna editorial.

De 2022 es Diario de Japón, quizá su obra más autobiográfica, en efecto un diario personal y literario, escrito a partir de cuatro viajes de la autora al país nipón en diversas etapas de su vida. El último ocurre en 2019 y es de algún modo el detonante de la escritura de estas páginas que desafían las características clásicas del diario íntimo de los tiempos de Henri-Frédéric Amiel y sus sucesores. Por el contrario, aquí vemos un deslizamiento hacia el dietario, forma más abierta, menos preocupada por el prurito cronológico-referencial y más híbrida del llamado diario personal. Otro rasgo importante que muestra la diferencia entre uno y otro es que el dietario tiene cobra interés público gracias a su divulgación edi torial, contrario al carácter privado e inédito del diario íntimo.

Muestra de ello es el hecho de que Diario de Japón contenga 61 fragmentos, 15 foto grafías y una bibliografía. No se trata, pues, del registro sistemático de acciones reguladas por una espacio-temporalidad específica a partir de las vivencias de la autora, sino de un documento contable (a eso remite la idea de dietario, del latín diaeta o régimen de vida) en la doble acepción del término : porque cuenta el periplo existencial de la narradora-personaje a partir de su encuentro con un libro, el Genji Monogatari, de Murasaki Shikibu (y, por esta vía, con la milenaria tradición de la literatura japonesa), y porque pone en forma, gracias al relato, la dimensión reflexiva y comentativa de la experiencia a manera de pequeños ensayos en una bitácora de investigación -de ahí la bibliografía-, cuyo bucle recurrente es la escritura inacabada de la tesis doctoral de la autora en torno al libro de Shikibu. Es significativo además que cada fragmento esté precedido del shinmei torii o arco torii, construcción de orden sacro, portadora de una fuerte carga simbólica en tanto que frontera entre lo sagrado y lo profano, emblema de resistencia, portal hacia lo espiritual e ícono protector.

Leído como dietario, el texto autorreferencial de Ferrada tiene las resonancias del diario de duelo. Primero, por la muerte de Enrique Eilers, el bibliotecario que le regaló los libros gracias a los cuales descubrió a Japón en su literatura: no solo los dos tomos del Genji, sino también Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima; Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata; El hombre caja, de Köbö Abe; y un Breviario de litera tura japonesa. Enrique es el sempai o maestro, sin el cual el Diario de Japón sería impo sible, "el hombre que durante todo este libro se dedicará a vaciar su biblioteca" (19). El segundo duelo es por la muerte de la abuela materna, una maestra que a lo largo de gran parte de su vida llevó diarios en pequeñas libretas negras y fue quien le inculcaría a la nieta la necesidad de escribirlos. El tercer duelo es por los propios duelos de los yoes que componen al sujeto autobiográfico: la infancia y adolescencia en Temuco; el aprendizaje del idioma japonés en la Universidad de Santiago; la estancia académica en Barcelona como cuidadora de niños con autismo severo, trabajo que le permite pagar sus estudios mientras se adentra en la complejidad del Genji Monogatori, libro inclasifi cable donde los haya; los sucesivos viajes a Japón desde 2006 hasta 2019, en concreto a Tokio, ya sola, ya al lado de Rodrigo, su compañero y el autor de las quince fotografías incluidas en el dietario (69-97); el duelo por el suicidio de Kawabata -que siguió al seppuku o suicidio ritual de Mishima-, cuyo discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura de 1968, El bello Japón y yo, será recurrente aquí gracias a la primera línea de un aforismo zen del siglo XI: "Si encuentras a un Buda, mátalo", la experiencia atroz del vacío, del silencio del lenguaje entre palabra y palabra. Y están finalmente los duelos por las víctimas de Hiroshima, por el recuerdo de Kenzaburö Öe y por el reloj del ciuda dano Kengo Nikawa en el que siempre son las 8:15 del 06 de agosto de 1945, así como por la tragedia de Fukushima en 2011.Como dietario el libro de Ferrada es al mismo tiempo una crónica de la "geografía imaginativa" (remember Edward Said) del mapa dis tante y al mismo tiempo cercano donde se fijan Chile y Japón: "Japón imaginado desde Latinoamérica. Un japón lleno de cerros como los que rodean Temuco. Un Japón habi tado por adolescentes de pelo fuscia que estudian en un liceo de Puerto Saavedra. Una micro que une Padre Las Casas con Osaka, manejada por flores con cuerpo humano de las que aparecen en la película de Takeshi Kitano" (43). Ese Japón por primera vez abierto a Occidente en el siglo XIII y de nuevo cerrado en el XVI para sucumbir en el XX en medio de los estragos de la Segunda Guerra Mundial.

Desde otra perspectiva, el texto de Ferrada representa el lugar donde la escritura ritualiza la curación por la literatura: "Japón, su literatura, cumplen en mi vida una fun ción específica: hacerme olvidar las pesadillas. O comprenderlas" (135). Previamente la autora habla de la enfermedad de "Minamata", ocasionada en 1956 por las aguas con taminadas del mar de Japón: "Cuerpos contaminados. Cuerpos que pierden la visión. Cuerpos a los que se les paralizan los nervios cerebrales. Cuerpos que se retuercen de manera involuntaria: la pesadilla de la contaminación se traslada también a la literatura" (133). Aparece la enfermedad, una la metáfora del daño que ocasiona en el país el inte rés en el progreso y el afán por su beneficio económico. Están otras pesadillas propias de las sociedades contemporáneas y que Japón adaptó o inventó: la soledad de jóvenes inertes o hikikomori y de ancianos condenados al confinamiento eterno, que mueven diariamente la cortina de sus cuartos para decir que aún viven. En fin, "pesadillas de sociedades altamente desarrolladas, tecnologizadas, eficientes. Y la literatura: un detec tor de fallas al interior del sistema. Un ruido" (145-146).

Comprender a Japón siguiéndole el rastro milenario a un libro múltiple, híbrido e inabarcable como el Genji Monogatori significa de alguna manera la inversión de esa pesadilla en un acto de autorreconocimiento afectivo y vocacional. La confección frag mentaria del dietario, su forma indomable y abierta, la doble autoría (por las imágenes de Rodrigo, que establecen una sugestiva relación significativa con el texto escrito) y la búsqueda de sí misma en el lejano eco de Oriente hacen del Diario de Japón un libro imprescindible para enterarse de las derivas de la escritura autobiográfica en la actuali dad del sistema literario latinoamericano. Sobre todo, porque en el fondo es un hermoso homenaje a la tradición de la literatura japonesa nacida con los llamados nikki o diarios cortesanos del siglo X escritos en el antiguo silabario kana; "diarios" que anteceden al Genji y cuya particularidad estriba en la referencia a recuerdos de jornadas pasadas en tono introspectivo y ficcional, prescindiendo del registro del acontecer diario; amal gama de formas breves que cristalizan en el zuihitsu o "ensayo a la japonesa" -mucho antes de la emergencia del ensayo en Occidente por obra de Montaigne- y que mezclan subjetividad, ensoñaciones, recuerdos desordenados e invenciones a vuela pluma. Dos obras en dos épocas distintas son emblemáticas en este sentido: El libro de la almohada, de Sei Shönagon (siglo X) y Elogio de la sombra, de Jun'ichiro Tanizaki (siglo XX).

Creemos que el verdadero pretexto del Diario de Japón, como seguramente des cubrirá quien se permita el regocijo de su lectura, está aquí, en la obra de Tanizaki -más que en la de Shikibu-, porque es una obra polifacética (ensayo, manifiesto político, dis curso político y paródico) donde Ferrada parece encontrar rasgos sustanciales del alma de Japón (la tensión entre el repliegue y la apertura; entre la luz y el reino de las sombras) y la clave para que su voz diarística florezca en la intención inacabada de comprender su mismidad al tenor de la natsukashii, la dulce nostalgia de la memoria.

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